Los pasados 5 y 8 de junio se celebraron, respectivamente, el Día Mundial del Medio Ambiente y el Dia Mundial de los Océanos, los que mucho tienen que ver con la forma en la que se desarrollan las distintas actividades económicas y productivas. En este espacio he hablado de la compleja relación entre las actividades económicas y el deterioro del medio ambiente, y algunas de mis reflexiones anteriores han tenido que ver con la sustentabilidad y la economía circular. Por eso, movido por el interés de hacer conciencia de la importancia de este vínculo (economía-medio ambiente) analizaré en esta ocasión una iniciativa popularizada por el economista belga Gunter Pauli en la última década del siglo anterior y la primera década del presente, la llamada economía azul

Son principios de la economía azul; Consumir localmente (que la sociedad consuma dependiendo de los recursos naturales que tiene más cerca a su disposición, sin la necesidad de recurrir a métodos de producción intensiva de alimentos en otras zonas que requieren grandes cadenas logísticas o medios de transporte que emiten gases de efecto invernadero al medio ambiente); Aprovechar todos los residuos (los residuos son considerados una fuente de riqueza, por lo que los materiales que resultan de un proceso productivo se pueden utilizar en otro ciclo como materia prima. El objetivo es que no existan desperdicios ni basura. Generar biocombustibles o materiales como los bioplásticos a partir de desechos vegetales son algunas alternativas); Producir y usar lo indispensable (al producir hay que preguntarse, ¿es indispensable? ¿es necesario? ¿se puede reemplazar por otro producto o materia prima?)

Pero ¿la economía azul no tiene que ver con los océanos?

Ese es otro enfoque, que plantea que los sectores económicos que llevan a cabo su actividad en los mares, océanos y costas, ya sean de explotación de recursos -como la pesca o minería-, producción de energía, transporte marítimo o turismo, entre otras, reduzcan su impacto negativo en el medio ambiente y se transformen en alternativas sostenibles. Esto es, en este caso, el concepto de economía azul se centra en el papel de los mares como fuente económica y en la importancia de gestionar sus recursos de una forma eficiente, restaurando los ecosistemas dañados e introduciendo innovación que permita un aprovechamiento sostenible en el futuro. 

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Una combinación de los dos enfoques plantearía que la economía azul pretende fomentar un nuevo sistema económico alejado del concepto de usar y tirar continuamente los recursos que nos ofrece la naturaleza. Se trata por tanto del motor clave para la recuperación de los ecosistemas y para crear conciencia sobre la importancia de los recursos de los océanos y costas más allá de la pesca y el turismo.

¿Tan importantes son los mares y los océanos?

Pues sí, porque además de transportar la energía solar, los océanos conectan ecosistemas y son grandes sumideros de dióxido de carbono (CO2). Pero, pese a su importancia, la contaminación de los océanos se ha disparado en los últimos siglos ya que se estima que cada año, 13 millones de toneladas de plástico acaban en sus aguas. Además, para los humanos, los océanos son también un elemento clave en tanto el 40 por ciento de la población global vive cerca de las costas y el pescado es una de las fuentes de alimento más importantes (suma el 17% de todas las proteínas ingeridas en el mundo y más del 50% en los países en vías de desarrollo). De hecho, más de 260 millones de personas trabajan directamente en la pesca y la acuicultura y la ONU estima que las actividades económicas ligadas a los océanos generan entre tres y seis billones de dólares al año (https://www.bbva.com/es/sostenibilidad/que-es-la-economia-azul-y-cuales-son-sus-caracteristicas-lo-que-el-mar-ofrece/).

De acuerdo con la ONU, los ecosistemas marinos mantienen la salud del planeta y sostienen el bienestar social a través de los siguientes servicios ecosistémicos: La vida que contienen genera la mitad del oxígeno que respiramos y absorbe el 26 % de las emisiones de dióxido de carbono de origen humano; Las dinámicas oceánicas determinan en gran medida los patrones climáticos globales y contribuyen a regular el transporte de calor en el planeta; La pesca no solo es una actividad económica, sino que es uno de los escudos frente a la inseguridad alimentaria en los países de ingresos más bajos; Los ecosistemas costeros y las zonas intermareales son las barreras más efectivas de las poblaciones costeras frente a la subida del nivel del mar y el impacto de las tormentas y; los océanos son, además, fuente de cultura y un elemento de identidad poderoso para la mayoría de los pueblos del planeta.

En países como México ¿qué tan importante son los océanos y en consecuencia la economía azul?

México tiene mucho potencial para impulsar y desarrollar la economía azul. De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), de las 32 entidades federativas del país, 17 cuentan en total con 11 mil 122 km de longitud de costa, sin considerar el territorio insular. El 68% del litoral continental está sobre costas e islas del Océano Pacífico y Golfo de California y 32% sobre costas, islas y cayos del Golfo de México y Mar Caribe (https://www.periodicomirador.com/2019/12/12/mexico-necesita-mayor-impulso-a-la-economia-azul/). Para Ivanova Boncheva (investigadora de la Universidad Autónoma de Baja California Sur), los retos del país para desarrollar la economía azul tienen que ver con orientar medios de financiamiento hacia las comunidades, las cuales deben tener una amplia participación. Es necesario fomentar un modelo de planeación para poder desarrollar estas actividades en las zonas costeras, con una colaboración de los tres niveles de gobierno y de las organizaciones de la sociedad civil, quienes deben recibir financiamiento y capacitación adecuada. 

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La misma investigadora considera que el núcleo del modelo de la economía azul es desligar el desarrollo socioeconómico de la degradación ambiental. Para ello es necesario evaluar e incorporar el valor real del capital natural (azul) dentro de todos los aspectos de la actividad económica (conceptualización, planeación, infraestructura, comercio, turismo, aprovechamiento de los recursos naturales, generación y consumo de energía). Esto incluye, además, las consideraciones ecológicas en cuanto al aprovechamiento de los recursos locales y el uso, en lo posible, de opciones “azules” bajas en energía, apartándose así del escenario “café” de alto uso de energía, baja creación de empleo y modelo de desarrollo basado en la industrialización.

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Para José Manuel Crespo Guerrero y Araceli Jiménez Pelcastre, investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, el desarrollo de las actividades productivas desarrolladas en los mares de México puede ser sostenible y azul en tanto el componente humano también ocupe el centro de preocupación y sea considerado en la toma de decisiones para fortalecer el desarrollo local y la resiliencia de los sectores. Consideran que este reto implica invertir más en estudios e investigaciones multidisciplinarias que diagnostiquen puntualmente sobre los recursos hidrobiológicos y los trabajadores, que sean capaces de recoger sus voces, preocupaciones, necesidades y propuestas, convirtiéndolas en líneas de acción, articuladas con las normativas nacionales e internacionales. Precisan que en los países en desarrollo los pescadores de bajura y los pequeños productores acuícolas obtienen bajos ingresos, a pesar de ser los que más trabajan y los que más contribuyen a alimentar al mundo, mientras que su propia alimentación y nutrición son deficientes, así como sus condiciones de salud, por laborar expuestos a riesgos o en sitios con deterioro ambiental, impactados por contaminantes.

Referencias

https://www.periodicomirador.com/2019/12/12/mexico-necesita-mayor-impulso-a-la-economia-azul/
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