Hace apenas unos días, Mark Zuckerberg, fundador de Facebook y uno de los dueños del imperio de las redes sociales, anunció sus planes para lo que llamó el siguiente capítulo de internet: un proyecto que pretende alcanzar más allá de las redes sociales para crear un mundo virtual en el cual prácticamente todo sería posible: el metaverso. De acuerdo con su planteamiento, esto sería un escenario digital totalmente inmersivo centrado en los usuarios; ya no dividido en distintas aplicaciones a las que entramos con un teléfono inteligente, si no en un universo al que se podría acceder con unos lentes especiales. Digno de una película de ciencia ficción, ¿no?

Lo que parecía un sueño futurista parece encontrarse a la vuelta de la esquina dado que la tecnología existente lo vuelve viable. Sin embargo, ¿estamos listos para incursionar en ello como humanidad? Con la situación actual en el planeta, difícilmente.

El proyecto de Meta es tan ambicioso como buscar colonizar Marte mientras fracasamos en rescatar de la contaminación y la explotación indiscriminada al planeta en el que actualmente vivimos.

Es cierto que la digitalización nos ha permitido sentar las bases para transitar a esquemas de consumo diferentes, facilitando el surgimiento y consolidación de esquemas como el trabajo remoto y la escuela virtual, además de servir como detonante del emprendimiento para reconceptualizar el consumo local.  Nos ha permitido mantenernos conectados en una época incierta en la que tuvimos que limitar nuestro contacto humano. La tecnología digital permitió la globalización al reducir las barreras del tiempo y del espacio, facilitando el intercambio de ideologías, culturas y productos a una velocidad vertiginosa.

No obstante, como cualquier herramienta, se ha consolidado como un arma de dos filos de un nuevo tipo de exclusión: la digital. De acuerdo con un informe de We are Social y Hootsuite, aun considerando la aceleración de la transición digital que impuso el COVID-19, los usuarios de internet representan a poco menos del 60% de la población mundial, lo cual significa que más de 3 mil millones de personas quedan fuera de esta realidad. Curiosamente, este 40% es una cifra similar a la del porcentaje de la población global sin acceso a educación en un idioma que entiendan, de acuerdo con UNESCO, y al 40% que no cuenta con cobertura de salud o algún tipo de protección social según la Organización Internacional del Trabajo.

Esto implica que, mientras algunas regiones como el Norte de Europa y Europa Oriental cuentan con una penetración de internet superior al 90%, África Central y Oriental apenas superan el 20%.

En Latinoamérica, este porcentaje se mantiene cercano al promedio mundial, con una importante cantidad de personas todavía sin acceso al mundo digital. En nuestro país, específicamente, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía estima que 28% de la población todavía permanece desconectada de internet. Para algunos, el acceso a internet es un elemento que se da por hecho sin cuestionar. Para otros, es apenas un concepto que no alcanzan a entender ni a utilizar.

En este contexto, resulta difícil pensar que el metaverso llegará para disminuir la desigualdad. Solo en México, todavía 2 millones de personas carecen de electricidad y se teme que este porcentaje aumente por las actuales políticas públicas en el tema. Para estas personas, el acceso a una red social es complicado, algunas buscan acceder un par de veces a la semana, pero para otras ni siquiera es una posibilidad. Proyectos como el metaverso podrían cimentar la polarización digital, sembrando dos realidades totalmente separadas entre sí: los que vivirán, comprarán y consumirán en el entorno virtual o híbrido con ayuda de tecnologías como realidad aumentada y realidad virtual, y aquellos que no imaginan tener en sus manos un teléfono o computadora con acceso a la red.

Esto sin mencionar el impacto a la salud física y mental. Ya estamos viviendo cómo el sedentarismo está afectando la calidad de vida. En los últimos años, la obesidad y el sobre peso no han hecho más que aumentar para los diferentes grupos de edad en nuestro país, sobre todo para los adultos. Si el mundo virtual se vuelve aún más atractivo y “necesario” para el desarrollo y la inmersión social, ¿qué podemos esperar de este indicador si no va acompañado de la evolución ideológica correspondiente para no perder el equilibrio con el mundo físico? Respecto a la salud mental, el panorama tampoco es prometedor: el uso excesivo de redes sociales y la prevalencia de contenido falso se han asociado con la depresión y la angustia psicológica con un fenómeno que hoy comienza a llamarse como depresión de Facebook.

Sí, un metaverso como el planteado revolucionaría por completo nuestra sociedad y volvería posible lo imposible. ¿A qué costo? Como sociedad, es momento de enfocarnos en solucionar los problemas existentes, de buscar equilibrar el terreno de juego de tal manera que todos cuenten con acceso a oportunidades de crecer y mejorar su calidad de vida. Para ello, podemos aprovechar las herramientas digitales enfocadas en mejorar a la sociedad de todo el mundo, buscando integrar a los que se pueda y no dejándolos atrás.

El desarrollo tecnológico y digital es inexorable, ¡usémoslo para un bien mayor!

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO