Reflexiones

Leónidas Alfaro Bedolla

¿QUIÉN MATÓ A JAVIER VALDEZ? Capítulo No. 11: La respuesta fue el llanto

  Griselda, esposa de Javier, despertó cuando sonó su celular que tenía sobre su buró. -¿Diga?  -¡Qué! ¿Quién habla?… ¡¿Qué?! ¡Nooo! ¡Javier! ¡Noooo! ¡¿Quién, quién habla?! ¡¿Dime quien eres tú, cabrón!? ¡Chinga a tu madre cabrón! Colgaron, aventó el celular; desesperada, sin saber qué hacer, recogió el aparato y marcó el número del que le […]

  Griselda, esposa de Javier, despertó cuando sonó su celular que tenía sobre su buró.

-¿Diga?

 -¡Qué! ¿Quién habla?… ¡¿Qué?! ¡Nooo! ¡Javier! ¡Noooo! ¡¿Quién, quién habla?! ¡¿Dime quien eres tú, cabrón!? ¡Chinga a tu madre cabrón! Colgaron, aventó el celular; desesperada, sin saber qué hacer, recogió el aparato y marcó el número del que le habían hablado, pero solo respondía la fría voz que explicaba que ese número estaba fuera de área. Pensó en llamar a sus hijos, pero no tuvo valor para hacerlo. Salió de su casa, incapaz de manejar, decidió salir al bulevar cercano, abordó un uber y fue directo a la procuraduría del Estado. Varios reporteros que estaban en las puertas del edificio, al verla llegar, la atacaron con una lluvia de preguntas. La respuesta fue el llanto. Una reportera al darse cuenta del shock que le habían provocado, la condujo hacia la sala de prensa; alguien le llevó un vaso con agua. Momentos después llegó el agente del ministerio público.

Desde el instante mismo en que Checo volteó a ver: como los buitres, –que él imaginó-, rodeaban el cadáver de Javier, se hizo una promesa: -Seguiré paso a paso los sucesos que ocurran sobre tu muerte amigo, intentaré llegar hasta dónde sea, quiero saber la verdad de tu muerte. Saber quién o quienes ordenaron matarte. Y no es con la intención de buscar venganza, ni justicia, esa no existe en tu caso, ni aun castigando a los culpables, tanto materiales como intelectuales. El hecho ruin de haberte asesinado, es una infamia, un error tan grande que con nada se puede pagar, por eso, no puede haber justicia en tu caso. Pero sí, al menos ubicar a la hiena, y su grupo de bestias que ordenaron tu muerte.

Checo empezó a cumplir con su cometido. Compró una libreta para hacer anotaciones, y también un celular en el que grabaría con voz e imágenes todo lo relacionado con el caso; anotó un esquema a seguir donde incluyó visitas a lugares que pudieran darle una pista, y una pregunta sería la punta de lanza de su investigación: ¿Quién ordenó matar a Javier?

Recordando la escena del crimen, empezó por recortar las frases más notables y las declaraciones que se hacían en los periódicos, rescataba las notas que se escuchaban en todos los medios; notó la manera abundante de como surgían los pormenores del asesinato; lamentó que la grotesca figura del caído se difundiera a nivel mundial; tirado en medio de la calle con su vestimenta sencilla y por un lado su clásico sombrero estilo Panamá, el que usó desde que se inició en el semanario. Las noticias en todos los medios electrónicos: radio, televisión y ahora las redes sociales, el internet; pronto atiborraron al mundo con especulaciones y datos biográficos del periodista que se había afanado en difundir verdades sin cortapisas. Egresado con el título de sociología de la Universidad Autónoma de Sinaloa –UAS-, había incursionado en la televisión de su ciudad natal, después en periódico Noroeste, al que después de pocos años, junto con otros dos colegas renunció para fundar el Semanario Ríodoce, cuya meta que se formaron fue la de promover un periodismo de investigación. Siendo corresponsal de La Jornada, robusteció aquella idea, y hurgando en ese quehacer le llegó la idea de incursionar en la creación de historias, por eso una tarde citó a su amigo Checo, quién siendo maestro en la facultad de Filosofía y Letras de la UAS-, estimó podía aconsejarle. Eso fue por allá, en el año 2005.

El cadáver de Javier fue llevado a la morgue por orden del Forense donde se le practicó la autopsia de rigor, las instrucciones fueron rigurosas para que se realizara un examen minucioso, que explicara con claridad y solvencia sobre todos los detalles presentados en el lugar de los hechos, pero también de todas aquellas hipótesis que surgen desde la hora del crimen, la posición del cadáver, la ropa que portaba, sus pertenencias y documentos, filiación y datos personales, de éstos, no hubo gran cosa; los asesinos se habían llevado casi todo. Del lugar, el tipo de viviendas, edificios, interrogación de vecinos, sus ocupaciones; los calibres de las balas y el curso que habían tenido desde la distancia de donde supuestamente habían sido disparadas, así como la trayectoria que siguieron en el interior del cuerpo de la víctima. El médico legista se empleó a fondo, y entregó su trabajo directamente en las manos del Procurador de Justicia, y se la afirmó con una explicación amplia y detallada.

Con la información en las manos, el funcionario dictó a su secretaria un comunicado para la prensa, dejando otro para su archivo y uno más para el resto de los funcionarios: agentes del ministerio público Estatal y Federal, y el juez que abría de llevar el caso si se lograba la detención de sospechosos o posibles culpables del atentado.

Mientras, el director del semanario, colegas periodistas y personal, realizaron una manifestación en la explanada central del Palacio de Gobierno, para reclamar la inmediata intervención de las autoridades para que se avocaran a la investigación del asesinato de Javier. Al acto también asistieron algunos periodistas de otros rotativos, algunos nacionales y de Estados Unidos.

La reacción de las autoridades fue de amable atención, con frases de pesar, preocupación y ofrecimientos de atender el caso; pero al paso de los días, pronto se diluyó el manifiesto interés con que habían iniciado las pesquisas, aduciendo que el caso había sido atraído por el fuero Federal. Después todo fueron palabras, muchas palabras que no decían nada. Y así continuaron durante largos meses hasta llegar a dos años en los que en el avance las autoridades lograron detener a dos supuestos autores materiales y declarar a un tercero muerto por causa de su actividad de sicario, pero de los que ordenaron el asesinato: nada.

Nada en los medios oficiales, pero entre el gran público, amante de las redes sociales, así como los comentarios en los cafés y diversos centros de reunión, las especulaciones empezaron desde el momento mismo del asesinato. La inmensa mayoría basada en las líneas que manejaba Javier, pero también el resto de los integrantes del semanario; afirmaban que la orden del asesinato pudiera haber venido de miembros del Gobierno Estatal o del Narcotráfico;  incluso de un binomio formado entre ambos.

LEE ACÁ LA ENTREGA ANTERIOR DE ESTA SERIE: ¿QUIÉN MATÓ A JAVIER VALDEZ? Capítulo No. 10: “¡Pinche Javier! ¡No me hiciste caso!”

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO.

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