Radiografía económica de Sinaloa. Un balance oportuno para medir el impacto de la cuarta transformación
Se percibe una rara confianza en la política económica, a pesar de que no hay razones para celebrar nada
Si hacemos un balance económico de lo que ha significado para Sinaloa la administración del presidente López Obrador en estos cuatro años de gobierno, con toda claridad podemos afirmar que no se perciben avances significativos, ni en términos de crecimiento, ni en la disminución de la pobreza, y tampoco en las condiciones de empleo y remuneración para el trabajador.
Comencemos con el indicador principal, es decir, el PIB. En este punto podemos apreciar que Sinaloa sigue siendo un Estado que contribuye muy poco en la productividad nacional. Con un aporte de apenas un 2.25 por ciento, Sinaloa se coloca por debajo de Baja California, Sonora y Chihuahua, que son las economías más fuertes del noroeste de México.
Sinaloa creció 5.3 por ciento en 2021, aún así, esto no fue suficiente para compensar la caída del 7.2 por ciento que experimentó la economía estatal durante 2020, el año más duro de la pandemia. La etapa postcovid tomó a Sinaloa en el contexto de cambio de gobierno, así que no hubo espacio para políticas coordinadas con la federación, y por lo mismo se tuvo una recuperación lenta e inercial.
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Para que Sinaloa crezca a un ritmo más acelerado, se necesitaría incrementar su participación en las cadenas globales de producción de bienes de alto valor, sin embargo, la principal captación de inversión extranjera directa se mantiene en actividades extractivas como la minería, mientras que el sector con mayor capacidad exportadora sigue siendo la agricultura y la ganadería.
¿Qué tanto se ha invertido en innovación, conocimiento y tecnología productiva para Sinaloa? No mucho.
La mayoría del presupuesto para la educación superior se destinó simplemente a soportar la cobertura de las universidades, pero sin un pertinente replanteamiento del modelo educativo de cara a los retos económicos y sociales que presenta lo que se conoce como la cuarta revolución industrial.
En el Índice de Competitividad Estatal, IMCO 2022, Sinaloa cayó siete lugares en innovación, y se mantiene en la posición número 24 en cuanto al aprovechamiento de las relaciones internacionales, y en el puesto 22 referente a telecomunicaciones, vías físicas de comunicación y el acceso a los servicios financieros.
Quizá por eso la gran mayoría de las empresas en Sinaloa no están enlazadas con los mercados internacionales, y durante todos estos 4 años no se vislumbró ningún plan nacional para fomentar las capacidades competitivas de sectores emergentes. Por el contrario, el único proyecto federal en marcha para Sinaloa es hidráulico, con vistas a detonar el potencial agrícola en el sur del estado.
El otro proyecto latente al que le apuesta la federación aquí en Sinaloa, es la instalación de una planta de amoniaco en Topolobampo, pero su construcción sigue trabada por las repercusiones medioambientales que pudiera generar, y por el rechazo que muestra la nación Mayo-Yoreme. El gobierno de López Obrador olvida que, en pleno siglo XXI, es muy difícil que el progreso se imponga por la fuerza. El desarrollo debe ser a base de consensos, tomando en consideración lo que las localidades perciben como bienestar.
Por lo pronto, en el ranking de las 500 firmas más importantes del país, únicamente aparecen 8 marcas sinaloenses, las mismas que hace un lustro. En los primeros lugares se encuentran Grupo Coppel, Sukarne y Casa Ley, las tres con sede en la ciudad de Culiacán, lo que pone en evidencia las desigualdades regionales. De las empresas más importantes, las que tienen la capacidad de pagar los mejores salarios, solo grupo Pinsa y Petroil tiene como base el puerto de Mazatlán.
Ninguna de las empresas más poderosas de Sinaloa está dirigida por una mujer. Sin embargo, en el listado de los 250 líderes en alta dirección en el noroeste del país, publicado por la revista Bien Informado, podemos encontrar ya la presencia de algunas mujeres en cargos de importancia, aunque en este rubro también se observa una muy baja participación femenina, debido a que, entre los primeros 100 puestos, solo 12 mujeres son mencionadas. En conclusión, no se ha hecho lo suficiente para cerrar la brecha de género en el ámbito productivo.
En Sinaloa el sector que más genera empleo es el de los servicios. Allí se ocupa el 62 por ciento de la población económicamente activa, principalmente en actividades de escasa remuneración, como son las relacionadas con el comercio, restaurantes, alojamiento y servicios en general. Mientras que la población ocupada en actividades industriales, que por lo general son más estables y con mejores condiciones de trabajo, ha disminuido de 24 por ciento en 2018, a 19 por ciento para el primer trimestre de 2022.
Los ingresos por trabajador experimentaron un cambio desfavorable en todo este tiempo.. De 2018 a 2022 se duplicó, de 10 a 20 por ciento, el segmento de los empleados con las remuneraciones más bajas (Hasta un salario mínimo), mientras que se redujo a la mitad, de 5 a 2.5 por ciento el número de trabajadores con percepciones mayores a cinco salarios mínimos. Y de manera general, el salario promedio de los trabajadores sinaloenses registrados en el IMSS se mantienen, como desde hace una década, como los más bajos en todo país.
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Así es entonces cómo está el panorama económico en Sinaloa. Vamos mal, como usualmente lo hemos estado. Solo que ahora se percibe una rara confianza en la política económica, a pesar de que no hay razones para celebrar nada. Deberíamos estar preocupados por enmendar el camino, y aun así hacemos como que todo marcha bien, como si el mal desempeño de la economía, los bajos salarios y la inflación, fueran meros derivados de la coyuntura internacional, de la guerra y los estragos que dejó la pandemia.


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