
El SNTE es un hueso muy duro de roer. Ni siquiera el presidente Andrés Manuel López Obrador, el presidente más poderoso de México en los últimos casi cien años, pudo lograr la democratización del sindicato magisterial. Ni los 535 artículos, reformas y adiciones a cinco leyes que conformaron la gran reforma laboral del 2019, ni los insistentes llamados presidenciales a la democracia, ni las exigencias del Congreso de la Unión y la Secretaría del Trabajo fueron suficientes para remontar una añeja cultura antidemocrática de más de siete décadas y de legendarios cacicazgos que pusieron de rodillas a varios presidentes.
López Obrador se quedó con los boletos comprados para ver la democracia del SNTE en primera fila. Los líderes sindicales lo fraudearon. La función democrática tan esperada fue un engaño. Le presentaron la misma función vieja y vergonzosa de manipulación del siglo pasado, sólo con nuevos subtítulos de “voto personal” respaldado con las mismas estrategias del fraude político electoral con que lo dejaron fuera de la presidencia de la república en dos ocasiones.
Sin embargo, el engaño democrático era previsible y el presidente no podía perder la partida por lo que ahora ya no se trata de la democracia del SNTE, sino de la democracia sindical del magisterio. El presidente va por el plan B. Como el SNTE no aceptó democratizarse, de acuerdo con el llamado presidencial y el espíritu de la reforma laboral, especificada fundamentalmente en la Ley Federal del Trabajo –donde se establecen las reglas para los procesos de elección de dirigentes sindicales–, argumentando que se rige por la Ley Federal de Trabajadores del Servicio del Estado, la cámara de diputados a acaba de aprobar una reforma específica a la Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros en la que se establece puntalmente la libertad sindical.
Es decir, aunque la libertad sindical ya se establecía en el artículo 69 de la LFTSE, el pleno de la cámara de diputados incluyó un artículo 25 transitorio de la LGCMM, en que establece que: “para la implementación de lo dispuesto en esta ley, las autoridades competentes garantizarán el derecho a la libre sindicación de las maestras y los maestros, reconociendo para sus efectos la titularidad de las relaciones colectivas de su organización sindical en los términos de su registro vigente y toma de nota, así como el conjunto de derechos humanos y libertades fundamentales que les corresponden de conformidad con lo dispuesto en la Constitución, los instrumentos internacionales en la materia de lo que México es parte, la Ley Federal del Trabajo y la Ley Federal para los Trabajadores al Servicio del Estado”. Asimismo, que “los derechos señalados anteriormente serán aplicables para las organizaciones sindicales que no tengan registro vigente ni toma de nota”.
El dictamen del pleno de la cámara de diputados que fue turnado para su aprobación por el senado, precisa la obligación de las autoridades de garantizar la libre afiliación o no a una organización sindical, así como los derechos laborales derivados de la constitución y las leyes laborales. Es decir, que las autoridades garantizarán los derechos laborales de los trabajadores, independientemente de que estén afiliados o no a un sindicato e incluso si están afiliados a un sindicato que no tenga registro vigente ni toma de nota.
A partir de esta reforma, las autoridades no podrán dar por hecho la afiliación automática de los maestros al SNTE. Y los que ya están afiliados podrán cambiarse a otro sindicato en el momento que lo deseen, e incluso, no afiliarse a ninguno, sin que por ese hecho sean afectados sus derechos laborales emanados de la constitución y las leyes laborales.
De esta forma, si los maestros afiliados al SNTE no están conformes con ese sindicato porque consideran que no hay democracia en sus procesos internos, podrán migrar a otra organización sindical –o formar una nueva— donde sí puedan tener la democracia que desean.
Aunque este proceso de democratización del magisterio, más allá del SNTE, puede llevarse algún tiempo, lo importante es que esta reforma abre la puerta para que los maestros puedan formar su propia organización sindical o migrar a otra ya existente sin tener que permanecer obligatoriamente en una organización sindical única.
Si el compromiso del presidente es la democratización sindical en el magisterio y el SNTE no aceptó democratizarse, entonces que los maestros construyan libremente su propia democracia sindical al margen del SNTE. Y aunque es comprensible que la burocracia sindical, acostumbrada a los privilegios por más de siete décadas, no aceptara democratizarse, a sabiendas que la democratización sindical puede llevar tiempo, lo real es que la dirigencia nacional del SNTE prefirió perder a los maestros que perder el control de la estructura sindical.
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