El pasado 12 de junio, promovido por la Organización Internacional del Trabajo, se conmemoró el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, con la finalidad de generar conciencia sobre la magnitud del fenómeno y sumar esfuerzos para erradicarlo. Por eso, a fin de analizar las causas que generan el trabajo infantil y las implicaciones que este tiene en la vida económica y social de nuestro país, he decidido dedicarle este espacio a esta temática apoyándome fundamentalmente en los análisis realizados y los resultados mostrados en el ATLAS DE TRABAJO INFANTIL. Niñez y adolescencia trabajadora en México. Se trata de un estudio elaborado por la organización Save the Children en conjunto con la Red de Comisiones Legislativas en materia de Niñez y Adolescencia y que fue presentado el mes de junio de este año. Es una investigación que busca detectar las situaciones y condiciones que colocan a niñas, niños y adolescentes en riesgo de hacer actividades laborales no permitidas, en condiciones no adecuadas y riesgosas.
Empezaremos por precisar, con base en el Atlas, los ámbitos y los factores o causas que generan condiciones para que exista el trabajo infantil. Primero los ámbitos, que son el sujeto, el hogar y la comunidad. Es decir, cuando se habla de trabajo infantil nos estamos refiriendo a los individuos que desempeñan actividades no aptas para su condición de edad y que se encuentran entre los 5 y 17 años de edad. El hogar, porque uno de los elementos centrales que se han identificado como productores de trabajo infantil, son las características del espacio primario donde habita el sujeto, que es su propia familia ya que, generalmente, el que los más jóvenes trabajen o no, es una decisión que toman las personas adultas y esta tiene que ver con los contextos de sobrevivencia vinculadas a las condiciones de vida del hogar y las propias características de las y los jefes del hogar. El otro ámbito es la comunidad, ya que en esta pueden existir condiciones que permitan o propicien que se produzca el trabajo infantil. Se asume en ella que la incorporación temprana al trabajo es algo natural.
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Hogar
Por lo que corresponde a las causas o factores que explican o influyen sobre el trabajo infantil, habría que considerar el origen social, los factores de riesgo y los factores de protección. El origen social, porque vivimos en una sociedad muy desigual con pocas oportunidades para muchos y eso condiciona si las niñas, niños y adolescentes son parte de los hogares caracterizados por la pobreza o la pobreza extrema, lo cual define los mercados de trabajo que los absorben. Los factores de riesgo tienen que ver con las condiciones de vida y las carencias sociales que los envuelven, la incidencia de la desigualdad que les afecta y, los entornos de desigualdad e inseguridad donde habitan. Finalmente, los factores de protección se refieren a aquellas condiciones que permiten detener, o cuando menos atemperar, el proceso de iniciación laboral temprana. Aquí se incluyen la asistencia a la escuela y la institucionalidad gubernamental y legislativa que debería existir.
Tomar en cuenta de manera conjunta los ámbitos y las causas relacionadas con el trabajo infantil, genera nueve categorías que permiten analizar la presencia y la magnitud de la problemática asociada con el trabajo infantil en un entorno regional. Estas categorías son: Presencia del trabajo infantil, Hogares con trabajo infantil, Mercados de trabajo, Carencias sociales básicas, Incidencia de la desigualdad, Entornos de desigualdad e inseguridad, Disfrute de la condición infantil, Bienestar en el hogar e, Institucionalidad y Gobernanza.
Considerando los resultados del Atlas en forma global, se observa que las mejores posiciones (menor riesgo de trabajo infantil) corresponden a las Baja Californias, Ciudad de México (CDMX) y Nuevo León, que pertenecen, con excepción de la capital del país, a la región norte (Sinaloa ocupa el puesto 5). Por otro lado, las entidades con las peores posiciones (mayor riesgo de trabajo infantil) son Chiapas, Oaxaca y Michoacán. Se trata de estados ubicados en el sur del país.
En el caso de las entidades del norte se debe en gran medida a las condiciones económicas, sociales y de empleo que caracterizan a estas regiones, que, aunque distan de ser las más adecuadas para prevenir el riesgo de trabajo infantil, son un ejemplo que puede ser replicado en las demás entidades para mejorar las condiciones de sus territorios. Este resultado global evidencia la existencia de dos Méxicos para las niñas, niños y adolescentes que trabajan, por un lado, el norte con condiciones que atemperan de forma considerable el riesgo de trabajo infantil y el sur, en el cual la calidad de vida, oportunidades y acceso pleno al ejercicio de sus derechos presentan mayores complejidades.
Por categorías, en general, la CDMX y las entidades federativas del norte muestran las mejores posiciones, es decir menor riesgo de trabajo infantil, mientras que las entidades del sur evidencian un mayor riesgo resultado de sus peores condiciones, lo que las colocan en malas posiciones en la mayor parte de los rankings que corresponden a cada categoría. Es conveniente destacar, por no corresponder a la pauta regular, la ubicación de Oaxaca en una buena posición en la categoría de Institucionalidad y gobernanza y en ella misma, las malas posiciones de Coahuila, Nuevo León y Baja California. Esta última situación es reflejo de la mayor o menor incidencia de casos en cada una de las entidades, ya que esta categoría refiere a un conjunto de mecanismos que el Estado ha generado a lo largo de los últimos años para propiciar la atención al problema del trabajo infantil. Es de llamar la atención también los casos de la CDMX y México en la categoría de Entornos de desigualdad e inseguridad. Desafortunadamente tiene que ver con el creciente número de casos relacionados con la trata de personas, la explotación sexual y laboral y el trabajo forzoso que tienen entre su lista de víctimas a cada vez más niñas, niños y adolescentes en la zona metropolitana más grande del país.
También tienen que ver con la posición recurrente de algunas entidades federativas en malas posiciones, el hecho de que, por ejemplo, la mayor presencia de trabajo infantil en Oaxaca, Chiapas, Puebla, refleja las condiciones precarias en los ámbitos social, económico y familiar que enfrentan las niñas, niños y adolescentes de estas entidades. En esas entidades se confirma la influencia de factores como la pobreza, informalidad laboral, inseguridad o las carencias sociales como determinantes al momento de que una familia decida recurrir al trabajo de sus hijas e hijos para poder subsistir. En Oaxaca, Puebla, Chiapas, Michoacán y Guanajuato, el porcentaje de hogares con ocupación infantil no permitida con escolaridad del jefe de hogar de secundaria incompleta o menos, están entre el 88 y el 93 por ciento, y sus tasas de ocupación infantil no permitida y la de quehaceres domésticos en condiciones no adecuadas, están muy por encima del promedio nacional.
En la categoría de Mercado de trabajo los indicadores están estrechamente relacionados, ya que la tasa de ocupación en sectores de riesgo para el trabajo infantil se ve afectada por la tasa de informalidad debido a que los empleos del sector informal difícilmente cumplen con la normatividad laboral existente, lo cual favorece el trabajo infantil en sectores que ya representan un riesgo para la problemática como lo es la agricultura, la construcción y la manufactura (maquilas). Chiapas, Oaxaca, Zacatecas, tienen en común una combinación de altas tasas de informalidad laboral, subocupación y ocupación en sectores de riesgo de trabajo infantil. De los tres casos, la informalidad laboral se encuentra entre el 70 y el 80 por ciento en Chiapas y Oaxaca, mientras que Zacatecas se ubica con 63 por ciento, pero a la vez tiene la más alta tasa de subocupación de todo el país, con 24.2 por ciento. En lo que respecta a la tasa de ocupación en sectores de riesgo de trabajo infantil, los tres estados se ubican por encima del 66 por ciento, mientras que su razón de dependencia infantil es superior a 43.
En Carencias Sociales Básicas, Chiapas, que es el estado con menor valor, tiene la característica de tener la tasa de fecundidad adolescente más alta del país, 84.9 mujeres por cada mil mujeres de 15 a 19 años, así como la segunda tasa más alta de inasistencia escolar (10.9%) y entre los diez estados con mayor carencia alimentaria en niñez y adolescencia (24.7%). Por el contrario, la Ciudad de México tiene la tasa de fecundidad adolescente más baja del país (47.8), una tasa de inasistencia escolar de 4.9% y 19.3% en carencia por acceso a la alimentación.
El disfrute de la condición infantil resulta muy complejo en entidades como Michoacán y Guanajuato (las entidades con menor puntuación o mayor riesgo) ya que ellas comparten los porcentajes de asistencia escolar más bajas de todo el país (89% y 84% respectivamente), lo cual, como hemos visto, puede provocar que niñas y niños se vean orillados a incorporarse de forma prematura a una actividad laboral. Lo anterior debido al limitado acceso a la educación, que restringe de forma importante su desarrollo presente y las oportunidades a las cuales podrán acceder a futuro. A ello, se suma la percepción de bienestar que tienen las niñas, niños y adolescentes, y que es referente de qué tanto bienestar sienten que tienen en sus contextos. En el caso de Guanajuato el 85.1% se considera feliz y muy feliz, en Michoacán el 82.6%, mientras que la media nacional es de 86%.
Como ha podido apreciarse, la presencia del trabajo infantil resulta de la interacción de condiciones macroeconómicas en el país y sus regiones, pero tiene que ver también con el crecimiento económico, el salario mínimo, la inseguridad, la capacidad de cubrir los costos de vida, las crisis económicas, el desempleo, la preponderancia de ciertos sectores económicos y su dinamismo, el grado de formalidad o informalidad del mercado de trabajo y el incremento de la demanda de mano de obra calificada. Todos en conjunto inciden en la decisión de las familias de incorporar a sus hijas e hijos al mercado laboral o, por el contrario, mantenerles en la escuela.
Sin duda el trabajo infantil es un mecanismo de amortiguación de las familias ante los problemas económicos. En zonas urbanas varios estudios han constatado que el desempleo de las personas adultas tiene un efecto considerable sobre la probabilidad de que las niñas y niños abandonen la escuela y empiecen a trabajar. A la fecha, un gran número de investigaciones han comprobado la influencia de la pobreza familiar en la decisión de que niñas, niños y adolescentes ingresen al mercado laboral.
Además, la composición del hogar, las características de sus integrantes y las condiciones en que éstos se desenvuelven son factores relevantes a la hora de explicar cómo las familias toman las decisiones en torno al trabajo infantil. Un factor muy relevante y ampliamente estudiado es el nivel educativo de los padres y madres, ya que cuando tienen menores niveles educativos tienen más probabilidad de optar porque sus hijas e hijos ingresen al mercado laboral antes que al sistema escolar.
El nivel educativo de los padres y madres está estrechamente relacionado con el interés que muestra la niña, niño o adolescente por la escuela.
No puede dejar de considerarse que en muchas ocasiones los empleadores prefieren contratar a personas menores de edad para abatir al máximo los costos de producción, ya que a ellas y ellos se les paga menos. De ahí que el crecimiento de la informalidad significa un riesgo para abrir las puertas al trabajo infantil. También están los mercados de trabajo que tradicionalmente han incorporado a niñas, niños y adolescentes como son las actividades agrícolas (familiares y de uso extensivo de mano de obra) y las actividades comerciales que van incorporando naturalmente a hijos e hijas a las actividades de las familias y comunidades.
Hay quienes consideran, señala el Atlas, que los gastos de la escolarización representan un obstáculo a la educación; asimismo, si la escuela se encuentra lejos de la vivienda y/o, si los padres/madres perciben un nulo o escaso aprendizaje, optarán porque sus hijos e hijas trabajen como forma más productiva de uso de su tiempo, y de contribución con el sustento y la reproducción social y económica de su propia familia. Asimismo, la falta de centros de cuidado para niñas y niños (como guarderías, centros de atención infantil, estancias, etc.) es otro elemento interviniente que genera que hijas e hijos acompañen a los padres y madres al trabajo y un mayor riesgo de incorporación temprana. Adicionalmente, en los últimos años, la migración se ha mostrado como una característica de muchas niñas, niños y adolescentes que viajan con sus familias o lo hacen solos, viéndose también en la necesidad de trabajar para solventar su sobrevivencia. Dos causas que también fomentan el trabajo infantil en México son, sin duda alguna, la violencia y la inseguridad.
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Así las cosas, resolver o atenuar el trabajo infantil que presenta su mayor incidencia en el sur del país, requiere fundamentalmente de crear condiciones para atender sus causas. Mas regulación y más instituciones dedicadas a su control y prohibición pueden ser importantes, pero los esfuerzos resultarán insuficientes si no se atienden con mayor eficacia la informalidad, el desempleo, la pobreza, la inseguridad y las carencias sociales.
Referencias
- ATLAS DE TRABAJO INFANTIL. NIÑEZ Y ADOLESCENCIA TRABAJADORA EN MÉXICO. Save the Children. Red de Comisiones Legislativas en materia de Niñez y Adolescencia. México, 2023.
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