Por: Alejandro Luna ibarra

A lo largo de poco más de cuatro años, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha cometido errores y enfrenta graves problemas que no ha podido resolver, como el de la inseguridad y la delincuencia organizada, tolerada y alimentada por los gobiernos neoliberales de los últimos 40 años. El juicio contra Genaro García Luna, por vínculos con el narcotráfico mientras era secretario de seguridad pública en el gobierno de Felipe Calderón, es sólo un ejemplo que revela los detalles. Curiosamente quienes alimentaron y apadrinaron el monstruo durante cuatro décadas –¿lo siguen apadrinando?–, son los principales críticos de la incapacidad del gobierno para garantizar la seguridad de los mexicanos.

El problema del abasto de medicinas es otro frente de la oposición en su guerra contra el gobierno. Curiosamente sus frentes de batalla son los mismos frentes en los que, en los gobiernos anteriores, estuvieron involucrados en actos de corrupción y enriquecimiento inexplicable gracias los beneficios obtenidos a través de concesiones agenciadas ilegalmente.

Sin embargo, el gobierno de la 4T también ha cometido aciertos que le han valido, y le siguen valiendo, la aprobación de la mayoría de los mexicanos, por lo que, sin dejar de reconocer y señalar los errores del gobierno, es necesario distinguir cuando se trata de errores que hay que corregir y cuando se trata de propaganda política para descalificar al gobierno.

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El tema en boga en las últimas semanas es el de los libros de texto que la oposición critica como si se tratara verdaderamente de libros diabólicos que van a destruir a las nuevas generaciones y de tildarlos de comunistas sin haberlos leído y sin tener claro el concepto comunista. Es decir, con sus afirmaciones los opositores no buscan la reflexión, sino la manipulación.

Si bien, los libros tienen errores, como todas las ediciones en el pasado, y requieren revisiones, no es posible detener el proceso educativo de la niñez mexicana porque a un grupo conservador no le gusta el manejo de algunos temas contenidos en los libros.

Queda claro que el problema de los libros de texto no es tan grave como se le quiere hacer ver, pero la oposición lo ha magnificado para convertirlo en un frente de batalla político electoral rumbo a las elecciones presidenciales del 2024.

Antecedentes

Veamos. Los libros de texto gratuitos se entregaron por primera vez en 1960, durante el gobierno de Adolfo López Mateos, con el propósito de, en primer lugar, unificar criterios didácticos y contenidos educativos ya que se manejaba una amplia diversidad de formas de enseñanza y enfoques educativos por los maestros, por lo que si bien, el sistema educativo garantizaba el acceso a la educación primaria a la mayoría de los niños mexicanos, los resultados formativos eran muy diversos.

En segundo lugar, generar mejores condiciones de equidad en los procesos de aprendizaje, ya en muchos casos, los libros de texto gratuitos eran la única fuente de información que los alumnos podían consultar, debido a que sus familias carecían de recursos para comprar todos los libros que contuvieran la información de que se hablaba en los programas de estudio.

En tercer lugar, los libros de texto y materiales educativos no son la biblia. Son sólo una fuente de apoyo para el aprendizaje orientado en los planes y programas de estudio. El hecho de utilizar un libro único oficial –por materia por grado— no implica que no se puedan consultar otras fuentes de información.

En cuarto lugar. En la actualidad, los libros de texto pueden ser muy útiles para apoyar el proceso formativo señalado en los planes y programas de estudio. Les permiten a los maestros cierta comodidad para la planeación de su trabajo,  sin embargo, tanto los maestros como los alumnos tienen a su disposición el Internet, que les permite el acceso a incontables fuentes de información que van mucho más allá de los libros de texto.

En síntesis, los libros de texto son sólo una herramienta oficial de apoyo para el desarrollo de los planes y programas de estudio que les permite a los alumnos y maestros facilitar los procesos formativos.

Además, una cosa es lo que dicen los libros, otra lo que dicen los programas educativos, otra lo que dicen los maestros y otra lo que aprenden los alumnos. Y si bien hay cierta correspondencia entre estos cuatro aspectos de la educación, la interpretación en el momento educativo es altamente determinante en la formación de las nuevas generaciones, así que no hay tal peligro con los libros de texto ya que, al final de cuentas son sólo eso: libros. En tal caso, son más peligrosos los programas de televisión y las redes sociales.

Quienes saben de educación entienden que el proceso educativo es mucho más complejo que el contenido de un libro, pues los maestros deciden dónde poner el énfasis de la enseñanza, de acuerdo con los contextos, con las características de los alumnos, incluso con sus propias experiencias y aspiraciones y más aún, que, al final de cuentas, son los alumnos los que determinan sus propio aprendizaje, es decir, a qué contenidos darle más importancia y “con qué se quedan” de todo el proceso, pues la mayor parte de los contenidos de la enseñanza enciclopedista de nuestros sistemas educativos –en todo los niveles— se diluye al paso de los días, las semanas y los meses.

Y sí, hay que revisar y corregir los libros de texto, esa es una tarea que debe ser permanente, en cada ciclo escolar, pero no detener el proceso educativo, sólo porque a un grupo de empresarios conservadores apoyados en sus operadores en los partidos políticos y medios de comunicación, no les gustaron algunos temas contenidos en los libros.

Queda claro que no les interesa tanto la educación, como magnificar el hecho para abrir un frente de batalla para desprestigiar el gobierno de la 4T, pues si hubiera interés en que se corrijan los libros, en lugar que impedir que se repartan, dejando sin libros a los niños, deberían integrarse a la revisión, incluso, buscar acuerdos sobre el tratamiento educativo de algunos temas que no les parezcan los más adecuados.

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No hay que olvidar que esos que ahora se oponen a que los niños reciban los nuevos libros de texto, son los mismos que en el sexenio anterior, de Enrique Peña Nieto, impusieron una reforma educativa punitiva, que satanizaba a los maestros, que despidieron a los que no querían evaluarse para conservar sus plazas –que ya eran de base— y que acabó con muchas de las prestaciones laborales que les garantizaban cierto nivel de bienestar social. Queda claro que sólo les interesa el poder y la política, no la educación.

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO