
La sociedad actual se caracteriza por una velocidad vertiginosa de consumo. Conforme la producción se ha vuelto masiva y, por consiguiente, más barata, ha disminuido considerablemente el tiempo promedio de vida útil de los objetos a nuestro alrededor. El resultado de esto es un ritmo de generación de basura preocupante pues no hace sino aumentar. Previo a la pandemia, se consideraba que un mexicano promedio generaba poco más de un kilogramo de residuos sólidos al día, una cifra aterradora al pensar en la deficiencia de mecanismos para gestión y reacondicionamiento de la basura en nuestro país. La pandemia agravó esta situación, entre el uso de cubrebocas, las compras en línea y el cambio de hábitos ante el distanciamiento, se estima que la cantidad de residuos generada por una persona ¡se duplicó! Esto implica que una familia de cuatro personas llega a generar hasta 8 kilogramos de basura en un solo día.
Comúnmente, hasta el 80% de los residuos cotidianos del hogar podrían ser reciclados o reutilizados con una segunda vida útil, aunque no se lleve a cabo en la mayor parte de las situaciones. De acuerdo con el INEGI, apenas 46 de cada 100 hogares separan la basura para su correcta disposición. Además, desaprovechamos en gran medida materiales como vidrio y aluminio ante el desconocimiento de todo lo que podríamos resolver como sociedad si utilizáramos este material para crear nuevos productos que pueden ir desde ladrillos y latas hasta fuselajes de avión o coches.
El problema de la basura nos compete tanto a los individuos como a las organizaciones políticas, se necesita de una simbiosis entre el sector público y privado para combatirlo pues es algo que hemos normalizado en nuestro día a día.
La mayoría de nosotros ya sea en el rol de productores o en el de consumidores nos detenemos poco a pensar en la envoltura de las cosas, el uso que le daremos o su tiempo útil. En ocasiones nos quedamos con la idea de sentirnos responsables por el solo hecho de comprar productos biodegradables; es decir, que por sus propiedades puede descomponerse en el medio ambiente y regresar a la tierra, pero olvidamos algo clave: el proceso de biodegradación depende de las condiciones en las que sean desechados, por lo que no es una característica que por sí sola marque la diferencia. Por si no fuera suficiente, el servicio de recolección de basura se encuentra lleno de retos de política pública que dificultan su adecuada gestión. En algunas zonas del país, por más que los ciudadanos se den a la tarea de separar apropiadamente la basura para su disposición, al momento de recogerla esta vuelve a mezclarse, desincentivando a individuos y a la sociedad.
Ante semejante panorama, se vuelven urgentes medidas que generen una consciencia real, tanto de autoridades como de individuos para juntos trabajar en solucionar este problema. No basta con prohibir las bolsas de plástico, requerimos alternativas viables que concilien el desarrollo económico con una transición a esquemas de consumo sostenibles.
Para lograrlo, algunos se han unido al movimiento llamado “zero waste”, el cual tiene como meta una sociedad con residuos cero en la que todo tiene un segundo uso y, en caso de no tenerlo, se omite. De esta manera se evita usar envases que tarde o temprano terminarán en la basura o envoltorios sin un propósito más allá. Por supuesto, adoptar este modelo no es sencillo, particularmente en un país como el nuestro dónde se dificulta encontrar productos amigables con el ambiente a precios accesibles para los distintos niveles de ingreso. Lamentablemente, ser amigable con el ambiente es una tendencia cara que es aún exclusiva, porque lo barato se relaciona con aquello producido en masa. Aún nos falta un largo camino por recorrer en este tema, ¡ser amigable con el ambiente debería de ser un requisito de todo emprendimiento!
Poco a poco vemos surgir nuevas tendencias e inventos en el mundo que permiten introducir prácticas de cuidado ecológico en nuestra vida cotidiana. Ejemplo de ello se encuentra en los nuevos productos que contienen semillas para ser sembrados una vez que se agote su uso. Uno de ellos son lápices de madera que funcionan como cualquier otro con una diferencia: en el extremo al final de este artefacto, cuentan con una pequeña cápsula llena de vida que, de ser sembrada, germinará en plantas aromáticas.
En Japón, país ya reconocido por sus capacidades de innovación y su cuidado por el ambiente, han llevado esta iniciativa de las semillas un paso más adelante: ¡en el papel de su periódico! Los periódicos son uno de tantos productos del día a día que muchos utilizan una vez y después desechan en la basura, lo cual tiene un fuerte impacto tanto en la contaminación como en la tala de árboles para crear más papel. Para contrarrestar esta situación, crearon papel reciclado que se hace a base de papel viejo, agua y semillas que se mezclan de tal forma que, una vez terminado de usar, se puede romper en pequeños trozos para plantar en macetas o en la tierra y obtener a cambio hermosas flores para las polinizadoras por excelencia, las abejas.
Con este sencillo y encantador proyecto viene un recordatorio esencial: podemos generar vida de la basura, si planeamos la producción y el consumo adecuadamente. Nos urge generar un cambio, aplicar la tecnología y nuestra inteligencia para ayudar a nuestro planeta en lugar de destruirlo.
La Tierra nos da vida y satisface nuestras necesidades, ¿no sería bueno que nosotros empezar a cubrir las de ella?
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