Estos cuentos buscan rescatar la memoria viva del pueblo mexicano, aquella que se mantiene encendida cada 1 y 2 de noviembre, en el Día de Muertos. No solo hablan de la tradición que conocemos del sur y centro del país, de flores y altares, sino de otras formas de recordar, de otras maneras de encontrarse con los muertos, desde el norte.

Aquí, en el desierto y la sierra, la muerte también tiene su lugar: en la tierra polvorienta, en los ríos y en las dunas, entre la memoria de los pueblos indígenas y las historias de quienes resisten, a pesar de la violencia que ha marcado estas tierras.

Los espíritus no solo cruzan puentes de cempasúchil; caminan senderos, corren entre montañas, navegan mares y regresan a los que los esperan.

Estas historias son un homenaje a esos lazos invisibles entre vivos y muertos, a la resistencia de las memorias que no se rinden, y a la fuerza de quienes buscan, recuerdan y celebran. Son relatos breves sobre cómo honrar la vida y la muerte, cómo mantener presente a quienes ya no están, y cómo la tradición mexicana del Día de Muertos se reinventa y se sostiene incluso en el norte.

Nadie cruza solo
Cuando llega el momento, no hay oscuridad.

 

El puente de las almas
El puente no es largo, pero el paso es lento.

 

Los guardianes del río
Entonces comprenderemos que nunca fueron sólo animales. Fueron nuestros guardianes.

 

La última carrera del alma
Correr es orar, dicen los viejos. Es hablar con el viento y con los muertos.

 

La orilla donde el mar recuerda
El niño que creció oyendo esas historias comprendió, con los años, que recordar era una forma de resistir.

 

Los que no tienen altar
Algunas no llegan. Se quedan varadas en la frontera del recuerdo, donde la memoria humana no alcanza.

 

Donde florece la tierra rota
Porque el amor de las madres no conoce fronteras ni muerte.

 

Que la tierra nos devuelva
Las madres, esas que abrieron la tierra con las manos, han hecho del dolor un mapa.

 

Cuentos por Itzel Cervantes, octubre de 2025
@_LasBitacoras / @tudealerdepaisajes