Sinaloa ha jugado un papel importante en la historia de la agricultura en México. Sus agricultores se han caracterizado por ser pioneros en muchos rubros, incluyendo innovaciones tecnológicas, genéticas, y la introducción de nuevos cultivos al país, entre otras. No en vano es considerado el granero de México. Esto gracias a su recurso natural más valioso: el agua y su infraestructura hidráulica.
Los sistemas de riego en el Noroeste de México datan de tiempos precolombinos con el aprovechamiento de las vegas de los ríos por los naturales para la siembra de maíz y otros alimentos, algunas veces ayudados por pequeños canales. El primer impulso a la agricultura lo encabezaron los Jesuitas en el siglo XVI con la construcción de los primeros diques, luego llegaron los Franciscanos en busca de minerales preciosos; entrando en un impasse hasta finales del siglo XIX cuando se introdujo el cultivo de la caña.
El segundo repunte agrícola inició en el norte de Sinaloa con la construcción del canal de Tastes en 1881 encabezados por el idealista Gilberto Owens y sus colonos. Ese canal fue la punta de lanza para el desarrollo agrícola en esa región y el resto de la entidad. En 1922 dio inicio la construcción del canal Principal Rosales en Culiacán para irrigar las tierras del valle de Culiacán, catapultándose con la presa Adolfo López Mateos en 1963.
El tercer repunte es parte de la historia económica, política y social en Sinaloa actual. Hoy se cuenta con trece presas que amparan el riego de más de 850 mil hectáreas, ayudados de una intricada red de canales y drenes de más de 18 mil kilómetros de longitud. Se domaron las aguas de los ríos sinaloenses.
En la actualidad el desarrollo económico de la entidad abreva de este sector. Datos del CODESIN (2023) indican que en el 2023 se cultivaron más de un millón de hectáreas de donde se cosecharon más de 12 millones 388 mil 925 toneladas de alimento con un valor superior a los 80 mil millones de pesos. Ocupamos primeros lugares en producción de berenjena, pepino, tomate rojo y verde, frijol, garbanzo, maíz, mango. Los municipios que ocuparon los primeros lugares en producción fueron: Culiacán, Ahome, Guasave, Navolato, y Sinaloa de Leyva.
Sin embargo, llama la atención la ausencia de un cultivo que entre 1960 al 2010 era uno de los más importantes: el arroz. Calderón y colaboradores (2020) indican que este cultivo fue clave para la bonanza del sector agroindustrial, con Sinaloa ocupando un lugar preponderante a nivel nacional. Sin embargo, por diversas razones, se dejó de sembrar en el 2010. Una de ellas fue la sequía. Al ser un cultivo que demanda grandes cantidades de agua les fue restringido su suministro disminuyendo con ello su productividad. Esto es un ejemplo de la importancia del vital líquido en este sector.
Ayer platiqué con Kelvin, un joven agricultor amigo de mis hijos. Le pregunté que cómo había salido con la siembra de maíz en su campo. Su respuesta fue que “regular”, comentó que el problema fue que todos sembramos al mismo tiempo y cuando ocuparon el agua para riego la escalonaron y fue a destiempo. Por ello tuvimos como 1.5 toneladas menos de cosecha en promedio por hectárea. Esos fueron sus comentarios.
En la actualidad se están abriendo los distritos de riego que corresponden a al Presa Picachos y Santa María, ambas construidas en el sur de la entidad. Desafortunadamente, estamos cayendo en los mismos errores que con las once presas que se construyeron con anterioridad. Se sigue con la mentalidad de almacenar agua, pero se olvidan de que lo más importante es el generarla, apostar por la naturaleza. Por ejemplo, en esa región se ubica Monte Mojino, una superficie de más de 100 mil hectáreas con una propuesta para su decreto como Área Natural Protegida.
Es la producción de agua lo que permitirá el mover la economía de Sinaloa, “mover las fábricas de agua”. Por ejemplo, el 21 de agosto las presas estaban al 23.6% de su capacidad, para el siguiente día sólo se incrementó en un 0.1%. Si seguimos a ese ritmo corremos el riesgo de que la próxima temporada se restrinja el uso de agua para los cultivos tradicionales. O de plano esperar “los ciclones” para llenar esas albercas. De no ser así, se podría migrar del maíz al cártamo o sorgo que son más resistentes a las sequías. Eso es una decisión que le corresponde al gobierno federal y ya sabrán los agricultores si lo hacen o no.
Mirar a la sierra para implementar acciones de conservación y restauración en las cuencas es fincar una “solución basada en la naturaleza”. Es hora del renacer de la agricultura sinaloense, que los agricultores y la sociedad active el motor de la economía con una llamada a restaurar y proteger las cuencas hidrológicas con una visión y enfoque a la sustentabilidad. Falta un Plan Hídrico o seguiremos deambulando en la incertidumbre hídrica ante el flagelo perenne de una sequía.
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