Los verdaderos conocedores del fútbol mexicano deben estar muy contentos con el anuncio que la Federación Mexicana de Fútbol destapó hace unos días. Los derechos en la primera división del Mazatlán FC, están en proceso de venta para los “Potros de Hierro” del Atlante. La transición se dará en los próximos seis meses, por lo cual, a mediados del año 2026 el equipo sinaloense propiedad de Grupo Salinas entra en un proceso de desmantelamiento, tal como le sucediera a “Monarcas” Morelia, antes de que los derechos de primera división se adjudicaran al puerto sinaloense.

Cosa curiosa, en 1918 el Atlante nació en las barriadas de la Ciudad de México con el nombre de “El Sinaloa”, era un equipo considerado proletario y de izquierda popular conformado por trabajadores, obreros y asalariados de las fábricas del centro capitalino. Fundado por los hermanos Refugio y Agustín Pérez, con el apoyo del líder obrero Trinidad Martínez, quien les patrocinó sus primeros uniformes azulgranas. Hoy se van de Sinaloa para darle vida al equipo en la capital. 

La operación financiera podría ser vista como una más de las multimillonarias negociaciones o arreglos que se dan en la desacreditada liga mexicana, donde los espacios en los equipos del máximo circuito dejaron de ganarse en la competitividad deportiva y los méritos del triunfo, reduciéndose a procesos de compra y venta de franquicias. Pero eso es un asunto privado, más para el análisis de expertos deportivos y verdaderos conocedores del fútbol que para un politólogo futbolero como un servidor.

El asunto es que, en este fiasco de proyecto deportivo llamado Mazatlán FC, hay temas que dejaron de ser del orden privado para convertirse del máximo interés público. El principal de ellos está en el famoso “Kraken”, el estadio-casa del equipo de fútbol que en seis meses se marcha. Quirino invirtió más de 700 millones de pesos en el proyecto del estadio para “convencer” a Salinas Pliego de traer un equipo de primera división a Sinaloa.

Ordaz Coppel le puso el negocio en charola de plata, le dio todas las facilidades y construyó uno de los estadios más modernos del fútbol mexicano con capacidad para 25,000 aficionados, cantidad que nunca tuvo el Mazatlán FC. Cinco años después de la millonaria y cuestionada inversión, el magnate anuncia que los derechos del Mazatlán se venden a la familia Escalante, dueña del Club Atlante.

Resulta ilógico pensar que, siendo un respetado empresario de la industria del turismo y los hoteles, el ex gobernador Quirino Ordaz Coppel, ahora embajador de México en España, no tuviera el acierto de poner una cláusula de exclusión o limitante para evitar la fuga del equipo y garantizar que la franquicia propiedad de Salinas Pliego tuviera un periodo obligatorio de estancia en Mazatlán para garantizar, al menos, la recuperación económica de la inversión pública, que dicho sea de paso no fue un monto menor.

Quirino tenía urgencia en construir el estadio, fue parte de los proyectos más ambiciosos de su sexenio y hoy, apenas cinco años después, uno de los fracasos -por no decir fraudes- gubernamentales que más han comprometido las finanzas de nuestra entidad federativa. Todo esto fue advertido por organismos no gubernamentales, asociaciones civiles y legisladores de oposición en su tiempo.

La diputada Graciela Domínguez Nava denunciaba en medios de comunicación que “detrás de la construcción del estadio Kraken había un halo de corrupción”, y no estaba equivocada. El diputado Marco Antonio Zazueta, entonces presidente de la Comisión de Fiscalización del Congreso de Sinaloa advertía que “los contratos entre los dueños del Mazatlán FC y el Gobierno de Quirino eran ilegales” y pedía, en agosto de 2020, la intervención de la Fiscalía Anticorrupción, cosa que nunca pasó.

Todos lo advirtieron, pero nadie lo pudo detener. Los meses pasaron, el estadio se concluyó, la franquicia deportiva se instaló en el puerto al ritmo de banda, se anunció a Francisco “Gatillero” Palencia como primer director técnico del equipo y tal como suele pasar en estas cosas, la algarabía futbolera opacó las voces de la inconformidad, enmudeciendo totalmente a la crítica en una ostentosa apertura del estadio con un concierto gratuito de la Banda el Recodo vistiendo las playeras en vivos morados del equipo de futbol que está por desaparecer.

Futbolísticamente hablando, el Mazatlán FC no tiene ningún mérito para permanecer en la primera división, sus números son desastrosos, eternos coleros de la tabla, mediocres en el campo, en fin, una vergüenza deportiva para la entidad. Pero eso no quita la acción fraudulenta, el dolo en las operaciones hechas con recurso público y el endeudamiento en el que, por tranzas como esta, quedó nuestro estado. Se imagina usted, ¿qué hubiera pasado si en lugar de esos 700 millones de pesos -que quedarán como elefante blanco- se hubieran invertido en los hospitales y las escuelas de Sinaloa? Luego le seguimos…

 

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