Se dice así de pronto, pero se tarda en digerir. Vi un par de manos en el suelo. Allí estaban las dos sin brazos, y sin poder levantarse. Apenas las vi y pensé que eran pies. De haber sido pies igual estarían sin piernas y sin saber a dónde seguir. Pero esas manos sin dueño, sin brazos, sin cuerpo, olvidadas allí en medio de la noche, abandonadas a su suerte, a su destino cortado… Ya nadie las besaría, habría un anillo sin usar; de él o de ella, qué importa. Igual eran manos que no abrirán más puertas, ni azotarán otras, tampoco darán la merecida cachetada, fuerte con los dedos juntos para que duela más, para callar el agravio, la ofensa hiriente. No sostendrán la mano de su hijo, de su hija, del novio, la novia, la madre o el padre. Ellos, igual se quedarán sin ese sostén tan necesario, sin su roce suave y compasivo cuando las penas apremien. No podrían secar ninguna lágrima, ni quitar la molesta pestaña del ojo. No podrían ajustar los anteojos, los lentes de sol en el verano; ese sol tan perro que nubla la vista. No sostendrán flores, ni podrán decir adiós, ni contar los meses del año con los dedos. No podrán tapar los ojos por la espalda para sorprender con un beso, para preguntar: adivina, ¿quién soy?, ni tapar la boca del otro para mirarlo a los ojos y pedirle que no hable, que no son necesarias las palabras cuando las miradas se cruzan… Y cuando la mirada no esté presente no habrá manos para escribir una carta y dar razón, para decir que todo está bien, que pronto estarán juntos y recorrerán el parque tomados de la mano. No podrán marcar el teléfono o responder la llamada… el otro se asustará de no recibir noticias. Pensará que algo ha pasado. Le faltará el olor de sus manos, la suavidad para poner un curita, para endulzar el café. No podrá sostenerse en el metro, ni abrocharse los zapatos, doblar la ropa, coser el fieltro de la bota navideña, quitar el cochambre, acariciar el pelo. No aplaudirán… no sostendrán un libro, no se arrugarán ni se apoyarán en el mango del viejo bastón.
Vi las manos pálidas, allí, boca arriba y no tuve el valor… sentí impudor. Tapé mi boca con las mías… sólo fui capaz de ponerles una flor.
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