Culiacán.- En una ciudad como Culiacán dedicarse profesionalmente a la venta de libros no es nada fácil. Aunado a la presencia del internet en todos los aspectos de nuestras vidas y con ello la limitación del acceso a los libros físicos, más de un inversionista local optaría por apostarle a un retorno de inversión inmediato como un sushi o una marisquería.

Entre toda esa diversificación de oferta de negocios permanece una librería que por más de 30 años se ha mantenido vigente en el mercado, la Librería El Bachiller, ubicada sobre la calle Venustiano Carranza 645.

Hablamos con Gaudencio Cuestas, su propietario, quien nos platicó acerca de la historia del negocio, su equipo de trabajo, su crecimiento, éxitos, pero también acerca de los momentos de altibajos y quiebres comerciales de donde han aprendido grandes lecciones.

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Originario del estado de Hidalgo, Gaudencio llegó a Sinaloa en 1985 en el gobierno de Antonio Toledo Corro para incorporarse como director académico en las nacientes preparatorias del COBAES. Dicha actividad se extendió hasta 1989, tiempo en que notó la necesidad que había de materiales para ese nivel educativo.

“Ahí me doy cuenta de que existe una necesidad de materiales específicamente para bachillerato. Y siendo de alguna forma egresado del Colegio de Bachilleres, decido ponerle a la librería el nombre “El Bachiller”, comparte.

“Y conociendo ya de algunas editoriales que conocían libros para bachillerato decido incursionar en ese mercado, iniciamos vendiendo a bibliotecas, no solo de Sinaloa sino de Sonora y Baja California Sur. Yo tuve relación con los directores académicos de los colegios de bachilleres vecinos. Eso me dio la oportunidad del trato con ellos y empezamos cubriendo una necesidad, no había materiales para ese nivel”, comenta.

Es así como Gaudencio encontró su nicho de mercado; tenía claro algo, no ser una librería de mostrador, por lo que sus clientes rápidamente se convirtieron en escuelas particulares, universidades, primarias y hasta nivel preescolar.

“Durante los noventa tuvimos épocas muy favorables, de grandes ventas, abrimos dos sucursales más en Culiacán, en Guamúchil, en Guasave, en Los Mochis; actualmente estamos aquí y en Los Mochis desde el año 2000”, informó.

Si bien en un inicio El Bachiller incursionó también en el mercado de libros en general, notó que este aspecto no tenía una demanda tan fuerte como los libros de texto, materiales que son requeridos de forma masiva por instituciones educativas.

Sin embargo, este crecimiento comercial se mantuvo hasta la llegada de los libros gratuitos de la Secretaría de Educación Pública (SEP) tanto en secundaria como en bachillerato, momento en que la librería tuvo una de sus más grandes crisis, al poco tiempo el mercado de la librería se redujo al grado de cerrar sus sucursales de Guasave y Guamúchil.

Gaudencio señala que ese periodo no solamente fue de turbulencias para El Bachiller, sino para todas las librerías del país. Tan solo en Culiacán, recuerda, comenzaron a cerrar progresivamente librerías de ese entonces como la Librería México 200, Librería Atenas, Librería Heger, Librería Cristal, Librería y Papelería Cristal, y la sucursal de la Librería México sobre la calle Hidalgo.

“Entonces, para nosotros fue también crítico, pero logramos encontrar nichos de mercado que no habíamos atendido, y especialmente fueron escuelas primarias, preescolar, que también les empezamos a ofertar textos de mucho valor académico, didácticos, y que favoreció a que nuestras ventas volvieran a mejorar”, explica.

Aún así comenta que ya no volvieron a alcanzar la expansión anterior, replegándose en sus dos librerías de Culiacán y Los Mochis. Fue también un momento de renovación estratégica, comenzaron a diversificar su oferta planteándose nuevos objetivos de venta, como las escuelas de idiomas, mientras se acercaban también a la UAS, a la entonces UdeO, así como al Tec de Monterrey.

“Y esa fue la forma en que logramos mantenernos en esa etapa que fue muy crítica. La dinámica que nosotros aquí cuando llegamos fue trabajar en horarios corridos, que no eran costumbre en las librerías de Culiacán, ellos a medio día cerraban y volvían abrir a las 3-4 de la tarde. Nosotros decidimos hacer un cambio y abrir corrido. Posteriormente las otras librerías se sumaron a esa política”, indicó.

Otra de sus estrategias comerciales fue salir a visitar a clientes prospectos, a generar ellos la demanda, movimiento que fue un éxito, porque incluso, resalta Gaudencio, comenzaron a incursionar en la venta de libros científicos y bases de datos, que por ese tiempo era una demanda que iniciaba de forma incipiente: “Tuvimos mucho éxito en Informática, por ejemplo, a través de licitaciones que hacía la UAS, nosotros atendíamos sus solicitudes de producto y el Tec de Culiacán también”.

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UN NEGOCIO FAMILIAR

La Librería El Bachiller surgió bajo la idea de un negocio familiar, platica Gaudencio, un aspecto muy importante para ellos, ya que inició junto con su esposa integrando a sus tres hijos pequeños.

Comenta que su esposa es contadora, por lo que a lo largo de estas décadas ella se ha encargado de la administración de la librería; resalta que su pareja cumple un papel clave en todo esto, porque ha consagrado un buen trato con los proveedores.

“El nivel de cumplimiento nuestro es completo, incluso algunas empresas nos ofrecen compras anticipadas con mejores descuentos y ella lo analiza, decide sí o no hacerlas. Entonces, esto nos da un beneficio de entrada. Con nuestros clientes: el servicio, la atención, el seguimiento. Tenemos clientes desde que iniciamos y que se han mantenido con nosotros.”, menciona.

Por otro lado, Gaudencio comparte que uno de los libros que más lo ha inspirado en su vida profesional es “Hacen falta empresarios creadores de empresarios”, del ensayista mexicano Gabriel Zaid, una obra que enseña soluciones prácticas para sobrevivir a las crisis económicas.

“Hay un libro muy interesante de Gabriel Zaid que habla de empresarios formando empresarios, entonces, creo que de alguna manera nosotros logramos ese éxito, no solamente seguir desarrollándose como empresarios, sino haber generado hijos empresarios”.

“Me siento muy satisfecho porque como familia, a pesar de que mis tres hijos tuvieron desarrollo en la empresa, actualmente cada uno de ellos tiene un negocio que les permite desarrollarse en el terreno empresarial”, expone.