Mazatlán, Sinaloa. – Gran Acuario Mazatlán es un lugar donde cada visitante es único. Desde el primer momento en que sus ojos se encuentran con la inmensidad del mar, con la vida que habita bajo las olas y con la emoción de descubrir un mundo nuevo, su experiencia se convierte en algo profundamente significativo.
Aunque para muchas personas, esta visita no es solo un paseo, es un momento que puede cambiar su vida.
Historias como la de María Renée Higuera, una joven madre originaria de Navojoa, Sonora, reflejan el verdadero propósito de este recinto. En medio de una dura batalla contra el cáncer, su mayor anhelo era crear un recuerdo imborrable para sus tres pequeños hijos.
Ese deseo se hizo realidad dentro del Gran Acuario, donde el mar y el amor se entrelazaron para regalarles un día lleno de magia y esperanza.
Gran Acuario Mazatlán también ha tenido la oportunidad de abrir sus puertas con generosidad a niñas y niños de Casa Valentina, a grupos escolares provenientes de zonas de alta marginación, y a los valientes pequeños del CRIT Sinaloa.
Cada año, más de 60 mil personas con historias que tocan el alma visitan este espacio marino. Cada una de ellas deja una huella imborrable en este recinto que emergió del mar con una misión que va más allá.
Este impacto social no sería posible sin el apoyo invaluable de Fundación Coppel, DIF Sinaloa, DIF Municipal y Organización Sucede, aliados que hacen posible que Gran Acuario Mazatlán continúe siendo un faro de esperanza, alegría y conexión con la naturaleza para quienes más lo necesitan.
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