Por Catalina Mireles
Cuando mi hija desapareció el 27 de abril del 2015 en Lagos de Moreno, Jalisco fui a la Fiscalía Regional Altos Norte a levantar mi denuncia y no me quisieron atender. Me salí llorando de dolor, sobre todo de mucho coraje. Regresé hasta el día 9 de mayo del mismo año, pero ya acompañada de un abogado. Sólo así me hicieron caso. En ese momento empezó mi lucha, mi búsqueda por encontrar a mi hija Ana Elvira Castillo Mireles. Pasaron los días sin que yo tuviera una razón de ella. Una señora que también se le desapareció su hijo me habló y nos juntamos para buscarlos juntas.
Fui a Guadalajara para pedirle ayuda al entonces gobernador, Aristóteles Sandoval, pero sin resultado alguno. Para él, me convertí en una madre buscadora más.
Cuando la vi por última vez tenía 23 años. Dejó a sus dos hijos, Lluvia, una niña que en ese momento tan sólo tenía cuatro años y Manuel, un niño de apenas cinco. A mí, se me hacía imposible salir a buscarla porque no tenía con quién dejarlos, además, no contaba con los recursos económicos suficientes.
Pero pasó el tiempo, no me cansé, nunca me detuve y junto con otras madres formé un colectivo y así empezó mi lucha.
Con el paso de los años he aprendido con mis compañeras a salir a buscar; a andar por los cerros, a observar las características de la tierra, cuando está removida o cuando está firme y todo lo que eso significa para nosotras.
Miro a mi alrededor y cuando estoy lista empiezo a “varillar”. Cuando saco mi varilla del piso de tierra la huelo y si no tiene olor sigo en otro punto, pero si tiene olor en ese lugar empiezo a escarbar. No se siente el cansancio, todo el dolor y la desesperación por encontrar a mi hija Ana parece ponerse en pausa.
Cuando se tiene un positivo se sienten unas emociones encontradas, porque no es mi hija, pero siento una gran satisfacción porque, por lo menos, un tesoro va a volver a casa y una familia ya va a dejar de buscar, va a descansar.
Miro a mis compañeras, las miro agotadas y de igual forma ellas me miran a mí. Mi lucha, mis búsquedas en penales son dolorosas. Cuando entro a un penal femenil son más mi angustia y mi dolor porque quisiera que mi hija Ana se encontrara en ese lugar, pero cuando miro que no es así me siento derrotada, pienso que todo esto no tiene sentido; aun así, sigo adelante con la esperanza de un día encontrarla.
Sigo regresando a la fiscalía, les pregunto por mi hija, por mi expediente y me dicen lo mismo: “no tenemos resultados”.
El 1 de agosto de 2024, un grupo de hombres armados entraron a mi casa, se llevaron varias de mis pertenencias, pero lo más importante, a mi hijo Jesús Isaac Castillo Mireles a quien encontré sin vida poco tiempo después. Mi lucha ahora es por los dos. Con más coraje y, por supuesto, con más miedo y sed de justicia.
Hasta el día de hoy han pasado 10 años, 6 meses, 29 días y continúo aquí, en busca de mi hija, con la fe y la esperanza, sobre todo con el amor que me mantiene de pie para encontrar a mi tesoro, mi hija Ana.
Las madres nos miramos cansadas, pero jamás derrotadas.
Porque mi lucha no termina hasta traer de regreso a mi hija y decirle a sus hijos: “aquí está su madre, promesa cumplida”.
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Realizado en el marco de la Tercera Convocatoria para Subvenciones locales para mujeres periodistas y defensoras de derechos humanos del Proyecto “Mujeres defensoras y periodistas incorporan el enfoque de derechos humanos de las mujeres en la política pública de protección integral en la materia”. Iniciativa implementada por Comunicación e Información de la Mujer A.C., el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, A.C en Chihuahua y Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca A. C, financiado por la Comisión Europea.

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