Por Darwin Franco / @DarwinFranco

La conversación titulada “¿IA son herramientas o competencias para las personas creadoras?” reunió en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara a María Fernanda Mendoza Ochoa como moderadora y a José Diego González, Vivian Lavín, Myrian Bahntje y Alejandra Ramírez Olvera como panelistas. El encuentro surgió ante la inquietud que genera la incorporación acelerada de tecnologías de IA en labores creativas como: la escritura, ilustración y traducción.

La mesa abrió con la intervención de Diego González, quien presentó los resultados de una encuesta aplicada a profesionales del sector cultural. Según explicó, solo la mitad de las personas encuestadas ha utilizado herramientas de IA en su trabajo, aunque el 70 por ciento de quienes no las usan manifestó interés en adoptarlas. Además, 74 por ciento consideró importante recibir capacitación para emplearlas correctamente.

González señaló que el rechazo es más fuerte entre traductores e ilustradores, mientras que quienes escriben se muestran más abiertos a experimentar con estas herramientas. Interpretó esta diferencia como una cuestión de percepción de vulnerabilidad: las voces autorales parecen menos expuestas que los estilos gráficos o las traducciones. También destacó que ninguna persona editora consultada afirmó haber publicado libros en los que se utilizara IA en alguna etapa del proceso.

Sobre las expectativas a futuro, González expuso que predomina una percepción negativa sobre la adaptación de la IA, en especial entre ilustradores y traductores. Subrayó la alta demanda de regulación, protocolos y espacios de formación, y cerró con un llamado de atención:

“La inteligencia generativa está hecha para repetir patrones, y estos provienen mayormente de lenguas anglosajonas; nuestras lenguas están subrepresentadas”.

La ilustradora Myrian Bahntje tomó la palabra para expresar su rechazo contundente hacia la IA, en particular al promteo. Consideró que, cuando se generan imágenes inspiradas en artistas específicos, la herramienta se convierte en una forma de plagio, aun si se argumenta que es un homenaje. Además, advirtió sobre la homogeneidad estética provocada por estas tecnologías.

Compartió un ejercicio personal: pidió a colegas seguir la misma consigna usando Adobe Firefly, y los resultados fueron “sorprendentemente similares”: “Yo, como docente, doy una consigna a cinco alumnos, y recibo cinco propuestas diferentes”, afirmó.

En su intervención, Vivian Lavín se sumó al desacuerdo en torno al uso de IA y añadió su preocupación por el impacto ambiental. Señaló que, en 2023, en Santiago de Chile, Google consumió alrededor de 398 millones de litros de agua para operar sus sistemas computacionales. Parafraseando a Amin Maalouf, advirtió: “Existe una paradoja muy grande: mientras avanza la tecnología, los valores morales no avanzan a la par”.

Por su parte, Alejandra Ramírez Olvera recordó que los principales beneficiados por la IA son “los grandes jugadores”, mientras que para quienes tienen menos recursos aumenta la precariedad. Desde su experiencia como traductora afirmó: “No es una herramienta, sino competencia”. También mencionó que, aunque desde 2020 se han planteado propuestas para regular la IA, cinco años después “seguimos igual”, mientras la tecnología avanza más rápido que la capacidad institucional o empresarial para atender los problemas que genera.

De acuerdo a la UNESCO, al día, mil millones de personas usan herramientas de IA generativa. Cada pregunta implica un consumo de energía cuya una media de 0,34 vatios por hora. Si escalamos esta cifra a un año, implica un consumo de 310 gigavatios, lo que de acuerdo al organismo internacional equivale “al uso anual de electricidad de más de tres millones de personas de un país africano de bajos ingresos”.