Por Esperanza García
Soy Esperanza García Najar, tengo cuatro hijos: los gemelos Alexis Eduardo y Ricardo Noel, de 30 años, Cristian Jesús de 31 y Ángel Fernando de 16.
El año pasado en mi cumpleaños parecía un día normal, como cualquier año. No planeaba muchos festejos, solo esperaba a mis hijos para recibir el abrazo.
A lo largo de mi vida, mi mamá era la primera en abrazarme, pero ese 11 de julio de 2024 ya no estaba. Ella se me fue el 20 de junio de 2020 y ya solo mis hijos llenaban ese vacío.
Fui mamá soltera y entregada a mis cuatro hijos.
Para mí no había nadie más: mi mamá, mis hijos y un hermano que vivía con mi mamá, al igual que yo.
Por ejemplo, el día de las madres todos los festejos eran para mí mamá, pero el año pasado mi madre ya se había ido. Recuerdo que ese día me habló Edu, mi hijo, ahora desaparecido y me dijo: “Mamá, hoy 10 de mayo no pude ir con usted, pero le prometo que en su cumple ahí estaré”.
Él ya estaba viviendo con su novia, apenas tenía 2 años con ella.
Alexis Eduardo Ramírez García, a quien le digo Edu, se quedó viviendo donde yo vivía, esto porque yo me cambié de lugar porque la pandemia me dejó sin trabajo, sin hogar y sobre todo, sin mi brazo y hombro que toda la vida me levantaba cuando caía, o sea, mi madre.
Apenas terminaba el duelo por su pérdida, cuando me di cuenta de que a mi hijo se lo tragó la tierra. Muchas veces me he dicho, “la tierra no traga”, entonces, ¿qué pasó?
Porque ese 11 de julio él no cumplió lo que me había prometido: ir a darme su abrazo, mi abrazo de cumpleaños. Empezó mi vía crucis otra vez. No entiendo qué quiere la vida de mí.
Apenas estaba saliendo de la niñez de mis hijos, de ser la madre soltera que todo lo puede, pero que debe enfrentarse a muchas complicaciones.
Para sostenerlos tuve que mentir para ganar dinero, porque no tenía estudios. Esa historia ya la he contado, de lo orgullosa que me siento del logro, de que pude sacar a mis hijos adelante. Por cierto, sola, únicamente con la ayuda de mi mamá y de sus palabras que me animaban cuando ya no podía más, porque mis gemelos eran muy enfermizos, y el papá de ellos se fue según que a ganar dólares porque los gemelos ocupaban aparatos y zapatos ortopédicos.
Vivíamos en una situación muy pobre, a veces nos quedábamos sin comer porque su leche nos costaba carísima.
Tuve que dejar a mis hijos para ponerme a trabajar. Esa vez me fui con mi mamá y ella me ayudó, pues el papá hasta ahorita no ha vuelto. No se me olvida que su mamá decía que estaba bien, trabajando y haciendo su vida y que ellos, sus abuelos paternos, nunca fueron a ver a sus nietos.
Mis hijos gemelos tenían un año y medio y Cris, 2 años y medio cuando se fue el papá. Fue cuando me di cuenta de que tendría que enfrentar las situaciones como madre soltera. Lloré mucho, pues ni la secundaria terminé.
Los abracé y les dije, “ustedes tendrán mucha madre y siempre estará con ustedes, porque mamá siempre puede y podrá”.
Cuando me fui a buscar trabajo no sabía hacer nada. Afuera de una fábrica vi una larga fila de muchachas formadas para solicitar empleo de costurera, pero yo ni máquina tenía. Nunca había usado una y no sabía coser ni menos conocía las máquinas industriales. Pero ahí les dije que sí sabía. Lo que quería era sacar a mis hijos adelante con todas sus necesidades. Pobrecitos. Y sí pude.
Yo pensaba que ya me tocaba disfrutar a mis hijos, cuando me di cuenta de que la vida me volvía a robar lo más sagrado, por lo que tanto luché y por lo que tanto me sacrifiqué, mi hijo Eduardo.
Ahí empezó el calvario en el que no encuentro respuesta de cómo fue, por qué sucedió, si mi hijo no le hizo daño a nadie.
En esa ocasión me dijo su novia, “señora, su hijo, mi flaquito, no ha venido desde el 3 de julio”, le dije: “¡no puede ser!, yo lo estoy esperando”.
Fui a poner la denuncia en agosto porque primero lo busqué en toda la colonia, en otras colonias. Incluso, fui con los malos a suplicarles y preguntarles que si lo habían visto. Mis familiares ayudaron a buscar en otros barrios. Lo peor fue que en su trabajo dijeron que no lo conocían.
Entonces tomé la decisión de ir a la fiscalía, pero eso no ayudó porque no hacen nada, solo dejaron pasar tiempo, pero ya es peor, pues además pienso que como mi hijo no tiene tatuajes ni señas particulares, menos lo voy a poder identificar.
El personal de la empresa en donde trabajaba no ha dado su declaración y pareciera que el Ministerio Público solo les cree a ellos y a mí solo me dan largas.
Yo solo sé que no me rendiré y seguirá mi búsqueda en compañía de la experiencia de las madres buscadoras que me acogieron cuando más necesitaba, contándome su dolor, que ya es mi dolor. Me levantan cuando caigo. Ellas me han guiado en la búsqueda de campo, pues no tengo experiencia en eso.
Ya fui a una búsqueda en campo y encontramos restos. Pienso que ojalá lleguen a casa, con su familia.
Hoy, 1 año y 4 meses después sigo esperando ese abrazo que quedó pendiente, porque me quedé con ganas de comer con él en mi cumpleaños.
Nadie lo vio, nadie dice nada.
Solo pido que Dios me dé todo lo que necesito y no me suelte de su mano para poder decir: “mamá, sí pudo”.
Pido también que las autoridades hagan su chamba, que busquen a nuestros hijos.
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Realizado en el marco de la Tercera Convocatoria para Subvenciones locales para mujeres periodistas y defensoras de derechos humanos del Proyecto “Mujeres defensoras y periodistas incorporan el enfoque de derechos humanos de las mujeres en la política pública de protección integral en la materia”. Iniciativa implementada por Comunicación e Información de la Mujer A.C., el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, A.C en Chihuahua y Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca A. C, financiado por la Comisión Europea.

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