Culiacán, Sin.- En el marco de la crisis de violencia que desde 2024 ha transformado la vida pública en Sinaloa, el periodista y escritor Diego Enrique Osorno ofreció un análisis que reconfigura la lectura del conflicto. Durante la presentación de su libro En la montaña, el autor explicó por qué la confrontación actual entre facciones del crimen organizado representa un quiebre histórico sin precedentes para el estado.
Osorno, autor de obras como El cártel de Sinaloa, La guerra de los Zetas y Slim, expuso que la crisis actual tiene características inéditas frente a episodios de violencia del pasado. La ausencia de figuras mediadoras y el choque generacional dentro de las organizaciones son, según su análisis, factores que explican la naturaleza de este nuevo conflicto.
Una ruptura entre las familias centrales del cártel
Al ser cuestionado sobre las diferencias entre el conflicto actual y los enfrentamientos entre grupos del crimen organizado en otras épocas, Osorno señaló que esta “guerra” involucra directamente a las dos familias más relevantes del cártel en las últimas dos décadas, algo sin precedentes.
“Pues creo que la diferencia fundamental es que ahora están enfrentadas las, las familias más relevantes y estructuradas en el cartel de Sinaloa de los últimos veinte años, ¿no?… Lo que hubo en 2008, por ejemplo, pues era una facción que no necesariamente era de las principales, y eso creo que es muy diferente.”
El detonante, añadió, fue un acto de agresión interna sin precedentes, refiriéndose al presunto secuestro de Ismael “El Mayo” Zambada por parte de la facción de Los Chapitos, crímen ahora confesado por Joaquín Guzmán López ante una corte de Estados Unidos. En contraste, recordó que la crisis de 2008 fue desencadenada por una detención formal del gobierno, todavía dentro del “performance” institucional.
“Ahora también, digamos, la agresión fue más directa, más radical, que fue el secuestro de uno de los capos de las familias y la entrega a Estados Unidos. Ahora ni siquiera hubo ese performance. Fue uno de los miembros de una de las familias secuestrando al patriarca de otra familia. Entonces, esa lesión es mucho más directa y yo creo que ya es una ruptura irreconciliable.”
Según Osorno, esto implica que la relativa estabilidad que existió mientras esas dos familias permanecieron aliadas es ya “una normalidad que no regresará”.
Un conflicto más largo por ausencia de liderazgos
Osorno asegura que la extensión y violencia que ha caracterizado al conflicto que estalló en septiembre de 2024 también se explica por un relevo interno de poder.
“Lo otro es el choque generacional. La figura del patriarca… pues esta figura ya desapareció, ya no va a haber ninguna figura que se parezca a lo que fue el Mayo Zambada en su momento o lo que fue el Chapo Guzmán en otro momento.”
Aunque no ha podido reportear de primera mano lo ocurrido en Culiacán en los últimos meses, Osorno coincide con periodistas locales sobre las consecuencias que se sienten en la vida cotidiana. El vacío de poder, señala, puede ser aprovechado para intereses económicos o políticos, pero también podría dar pie a una reacción social más organizada.
“Se está abriendo un umbral… Como ya no hay un caciques como Cuén, como el Mayo, el gobernador es irrelevante, ya nadie tiene ningún liderazgo. Lo marginal es que la sociedad civil se ponga trucha y eventos como estos, [el festival de periodismo 10+1], alientan esa discusión sobre lo que está pasando ahorita en Culiacán y cómo debería ser Culiacán en el futuro.”
Salida de “El Mayo” genera un cambio en los códigos
Osorno profundizó en que la salida del “Mayo” Zambada del escenario criminal de Sinaloa y, sobre todo, la forma en que habría sido traicionado, constituye un parteaguas histórico para el estado.
De acuerdo con InsightCrime, Guzmán López admitió haber atraído a Zambada a un rancho en las afueras de Culiacán el 25 de julio de 2024, donde un comando lo sometió, lo encapuchó y posteriormente lo trasladó en avioneta hasta Nuevo México, donde fue entregado a agentes de la DEA. La operación se dio sin participación formal del gobierno estadounidense, aunque agentes federales estaban al tanto del plan y aguardaban su llegada.
“El Mayo fue una figura que muchos sabemos que, de manera incluso abierta, tenía negocios aquí fundamentales en Sinaloa que hacían que hubiera una cierta estabilidad. El hecho de que salga de un día para otro, y más a causa de una traición por parte de la facción de la familia con la que se había unido históricamente, pues eso genera un cambio. Genera un cambio de los códigos.”
Para Osorno, lo que venga para Sinaloa depende en gran medida de la sociedad civil, no de los poderes formales ni de los grupos criminales. Hoy, dice, existe una oportunidad para abrir una discusión más amplia sobre la ciudad y el estado que se quiere construir más allá del poder criminal.
Con información de Vanessa Beltrán
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