Por Rosaura Magaña
Mi nombre es Rosaura Patricia Magaña Rivera, soy una madre que busca acciones y respuestas de parte de las autoridades que, a la fecha, después de ocho años, no han encontrado las formas de buscar y encontrar a mi hijo Carlos Eduardo Amador Magaña de 20 años al momento de su desaparición.
Los ministerios públicos, que han sido varios, ninguno ha logrado encontrar acciones para investigar y dar con su paradero, a pesar de las herramientas y la información que les he proporcionado.
En mis recuerdos tengo presente la imagen de mi hijo Carlos, siendo un bebe de seis u ocho meses de edad. Lo había puesto en su andadera para que comenzara a dar sus primeros pasos, a reafirmar sus pies para aprender a caminar. Yo lo miraba desde el batiente del cuarto, pero cuando lo solté, con mucho cuidado, obviamente, para que no se cayera, volvió hacia mí y me sonrío con su sonrisa que lo caracteriza hasta hoy.
Y es que las memorias de nuestros hijos, de lo que siguen significando para nosotras en nuestras vidas, permanecen. La imagen de Charly, como con amor le nombro, siempre está conmigo.
Recuerdo que un día llegó a casa con unos amigos de la preparatoria, los había invitado a desayunar. Me dijo: “mami, invité a mis amigos a desayunar”. Asombrada y preocupada pensé “¡y ahora! ¿qué les prepararé?” No pasaron ni unos minutos cuando él me dijo seguro, viendo mi cara de preocupada: “no se apure mami, nosotros nos preparamos”. Nunca lo había visto tomar una cuchara o un sartén para cocinar, sólo sabía prepararse su chocomilk.
Lo dejé y le dije: “bueno, ándale, a su gusto, preparen lo que les apetezca”. Observé su rostro de alegría, cómo preparaba y se ponía su mandil para cocinar. Todos estaban contentos, cada quien aportando, ayudando a preparar sus alimentos. Era tanta mi satisfacción al verles.
Eso y más me arrebataron.
A lo largo de estos largos 8 años he vivido la ausencia de mi hijo menor -de tres que Dios me dio-. Él fue desaparecido forzadamente el 13 de junio de 2017 por hombres que se identificaron como elementos de la entonces Fiscalía General del Estado de Jalisco. Estaba en su trabajo, un taller mecánico ubicado en la colonia Las Huertas en Tlaquepaque, Jalisco, acompañado de otras cuatro personas. Estaban afinando el auto de un cliente que trabajaba como Uber. Junto con él estaba uno de sus amigos ayudándole y su compañero del taller.
Ellos estaban haciendo lo suyo, cuando en cuestión de unos minutos los cuatro fueron sustraídos por personas que llegaron a bordo de tres camionetas: una color gris marca RAM, otra color rojo marca Tundra y otra de color negro modelo Hiliux. De estas descendieron varios sujetos con armas largas y que en sus cuellos llevaban gafetes similares a los que usan en la Fiscalía. Con teléfono en mano y haciendo llamadas con total tranquilidad simularon un “operativo”.
Ese día estaba tranquila en casa, realizando las labores del hogar, sin imaginar que iba a recibir tan mala noticia de parte de mi hermana, que llegó a casa para informarme del suceso y lo que “debería hacer”: esperar al cuñado de mi hija quien estaba ahí en el momento que se llevaron a las cuatro personas, incluido mi hijo. Él llegaría más tarde para acompañarme a la fiscalía a levantar la denuncia. No sabía nada de lo que había ocurrido.
¿Qué debía decir? Era mi mente tan incrédula, que no podía imaginar de qué se trataba, ¿qué debía hacer? Sólo podía esperar entender la gravedad de lo que sucedió o iba a suceder.
Jamás imaginé que todo este tiempo transcurrido iba a pasar por tantos procesos de angustia, coraje, dolor, negación, producto de la ausencia de mi hijo.
Un día antes, el lunes 12 de junio de 2017, habíamos convivido en casa, contentos, platicando del viaje a la playa del que recién había vuelto. No imaginé jamás que esa sería la última convivencia y conversación de los dos.
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Realizado en el marco de la Tercera Convocatoria para Subvenciones locales para mujeres periodistas y defensoras de derechos humanos del Proyecto “Mujeres defensoras y periodistas incorporan el enfoque de derechos humanos de las mujeres en la política pública de protección integral en la materia”. Iniciativa implementada por Comunicación e Información de la Mujer A.C., el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, A.C en Chihuahua y Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca A. C, financiado por la Comisión Europea.

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