Texto y fotos por Cynthia Montes.
En la ponencia “Morir por ser mujer: de la violencia estética al feminicidio” de la socióloga venezolana Esther Pineda dentro de la FIL 2025, reconoció el impacto de hablar sobre violencia estética en América Latina. Esto ha incidido al nivel educativo, institucional, político y social generando una transformación social.
Para el caso de México, la violencia estética ha sido tipificada en estados como Yucatán y Guanajuato, y en regiones como Veracruz y Nuevo León. También hay iniciativas para adicionarla como una forma de violencia reconocida por la ley.
Asimismo, en Durango recientemente se aprobó la Ley Nicole. Esta busca sancionar las cirugías estéticas efectuadas hacia menores de edad tras el fallecimiento de Nicole de 14 años por las complicaciones de su intervención estética.
No obstante, es evidente que aún queda bastante camino por recorrer. En México impera una sociedad patriarcal que ocasiona que la muerte sea una posibilidad latente para todas las mujeres.
Los mandatos de belleza funcionan como condicionadores simbólicos, que aluden a que, algunas mujeres, tienen mayor valor que otras en razón de su aspecto físico. En este sentido, el patriarcado busca controlar a las mujeres a través de su corporeidad.
La violencia hacia los cuerpos como un término académico y científico
En 2012, Esther Pineda decidió proponer el término de violencia estética explicándolo de la siguiente forma.
“La he definido como el conjunto de representaciones, discursos, narrativas, prácticas, representaciones sociales. Pero también instituciones sociales, procesos y agentes socializadores —la educación, la familia, entre otros, los medios de comunicación—, que presionan a las mujeres para responder al ideal de belleza”.
En este sentido, este tipo de violencia es ejercida de diversas maneras, tanto de formas sutiles e indirectas como de manifestaciones directas y explícitas.
En la sociedad contemporánea, existe la idea de que la belleza es la característica fundamental de la feminidad. A las mujeres se nos implanta la idea de que debemos esforzarnos para conservar una estética y, con ello, garantizar nuestra condición de mujer.
Mientras que aquellas que no cumplimos con dicho constructo, somos tachadas de mujeres fallidas, además de ser sancionadas por no entrar en el canon hegemónico.
“Los mecanismos de disciplinamiento realizan esta presión para que respondamos al ideal de belleza a través de la crítica. De la comparación de nuestra imagen y corporalidad con otras mujeres. El bullying. El acoso. Incluso en diferentes espacios: académicos, educativos, incluso laborales. Ahí, muchas mujeres son cuestionadas en cómo vienes a trabajar si no estás maquillada”, describe Pineda.
La violencia estética
La violencia estética se consolida a través de cuatro premisas.
1. El sexismo. Es un reglamento exigido principalmente hacia las mujeres, ocurriendo desde edades tempranas hasta la vejez.
2. El racismo. Los ideales de belleza rechazan la diversidad étnico-racial, puesto que existe la presión de que nuestra imagen se acerque a la blanquitud o a las características hegemónicas occidentales.
3. La gordofobia. La gordura es rechazada, cuestionada, burlada y excluida. Pero también está vinculada a la enfermedad y a la muerte física. Los cuerpos gordos son violentados por no responder al ideal de belleza extremo.
4. La gerontofobia. Es el miedo a envejecer asociado a la prolongación de la juventud eterna. El envejecimiento también es sancionado.
Los ideales de belleza son inalcanzables en el sentido de que son inexistentes; nunca es suficiente para poder acceder a la belleza.
“Hay gente que cree a veces que basta responder con uno solo de estos estereotipos: basta con ser joven, basta con ser flaca, basta con ser blanca o basta con ser femenina y, en realidad, es tanta la presión que el sistema te exige todo, tienes que serlo todo ¿Cuántas de nosotras cumplimos con todo eso? La mayoría somos muy diversas, esa es la riqueza de lo social y de lo humano. Y, justamente, esta industria nos aparta de esa diversidad, de esa humanidad, nos viene deshumanizando”.
El constructo de belleza en edades tempranas
Estos ideales de belleza se han consolidado en niñas y en adolescentes por medio de las redes sociales. Además de la enorme información, imágenes, videos que promueven los constructos estéticos hacia las mujeres, es importante destacar que no existe regulación o control sobre lo que se muestra, se ofrece o se promociona.
Asimismo, las redes sociales ofrecen filtros y aplicaciones de modificación corporal que permiten alterar la imagen de manera extrema, incluso de forma gratuita. Esto impulsa una industria multimillonaria que se sostiene de nuestras inseguridades.
Esta industria necesita que las personas se sientan inconformes con su apariencia para que consuman sus productos y servicios. Su voracidad la lleva a expandirse constantemente.
Un ejemplo reciente que destacó Esther Pineda es el lanzamiento de productos dirigidos a niñas de dos y tres años. Estas nuevas imposiciones regulan nuestros cuerpos desde prácticamente el momento en el que nacemos.
Todo esto evidencia una problemática estructural que exige asumir responsabilidades y promover cambios profundos.


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