Allá por el 2004, el periodista Edgar Paúl Villegas publicó en El Debate un trabajo que tituló: “Yo cobro 500 pesos y un pollo”; reportaje sobre nosotras las putas trans, las putas de la calle.

Pero no se anden creyendo que un día en EL Debate se despertaron y dijeron: “Oigan, por cierto; ¿Ya comerían las putas de la KZ4, del ISSSTE, de la Zona de Tolerancia, etc.? ¿Alguien sabe algo de ellas?… nos preocupa saber que estén bien. A ver tú, Paúl Villegas, ve y habla con ellas y hagámosle un reportaje”. NO.

Ni lo uno ni lo otro paso, o al menos no en ese orden.

Lo que sí pasaba, era que los pinches policías habían hecho que el maltrato a las putas trans se convirtiera en deporte policial. Lo practicaban bien seguido y habían creado formas “ingeniosas” de aterrorizarnos. Y eso empezaba a saberse fuera del círculo de las putas trans y los policías. Había llamado la atención de ese medio, se vergas como es que se enteraron.

Eran (y a veces aún lo son) unos hijos de su reputisimamadre; dispensen mi francés. Pero es que no encuentro en mi diccionario personal, una forma de referirme a ellos con otras palabras; para ellos, ni las tengo, ni las merecen.

Nomás para que se hagan una idea: En la zona de la KZ4, el fichaje se movía más de la Carranza hasta la Aldama, cosa de unas cuantas cuadras; hay más trabajo cerca de la Carranza y sobre todo por la banqueta de la derecha, yendo de la Calzada a la Obregón. Claro que había quienes putiaban por ejemplo una calle más abajo, por la Francisco Villa, que es una calle con menos luz y menos tráfico y por lo tanto menos chances de clientes, pero más chances de librarla cuando se trataba de correr de los policías.

Varios puteros de la zona daban chance de meterse a la casa de citas cuando llegaran los polis, claro que cobraban por ese chance. Cuando no se pagaba o no te llevabas bien con la madrota o el que las regenteaba pues si acaso al baño pasabas y la mayoría hasta por eso pagabas. Y si pedías chance por huir de algún pedo (el que fuera) la respuesta casi de librito era: “no nos queremos meter en pedos” o algo por el estilo. Así que quien podía costearse esa “seguridad”, pues la pagaba, quien no, a rascarse con sus propias uñas.

Siempre que estabas poniéndote de acuerdo con el cliente había que estar con un ojo en el gato y el otro en el garabato; con un ojo coqueteándole, aguantando el regateo y pues queriendo amarrar de perdida ese palo para que no se te fuera la noche en blanco y de perdida sacar para el jabón; con el otro ojo sin parpadear cuidando la calles en el sentido y a contra sentido (porque ni eso respetaban), lo mismo la banqueta.

En una de esas corretizas, pero en el punto del ISSSTE, pepenaron a una, pero le luchó y logró escapárseles. Duró días para volver a la calle, cuando volvió no regreso al ISSSTE sino a la KZ4, a la Francisco Villa -una vecina de esa calle daba chance de meterse en su casa (sin cobrar un peso), pero no siempre estaba ella despierta y a veces no te quedaba cerca o para rumbo que corrías-. Los polis la cazaban, supieron que estaba en la KZ4 y la terrenearon hasta que la pepenaron -plebes, lloro mientras lo escribo-; la plebe cuando les vio (y reconoció) corrió y alcanzó a meterse a Las Ranas; prendieron la sirena y las luces mientras la corretearon, se metieron a Las Ranas y desde el baño la sacaron de los pelos y a patadas y con las pistolas en la mano, la subieron a la patrulla. Esa noche se hizo una corretiza de putas, a sálvese quien pueda. A las muchas horas la tiraron por la paliza, a la altura del Parque Revolución, pegadito a donde se ponen los churros, a unos pasos de la Cruz Roja. La dejaron casi bichi, despelucada, pinta a chingazos y jedionda a miados (la miaron toda, varias veces); cual era el delito: huir de ellos mismos, huir por su vida aquella madrugada en el ISSSTE. Ya que se recuperó de la putiza, se regresó un tiempo a su rancho, luego volvió a CLN, en su rancho la trataban casi como los policías y ni trabajo tenía. Intentó putiar en CLN pero el miedo no la dejaba, hubo una oportunidad de ir a putiar a Tijuana y se fue.

Y como esa historia, muchas y mucho peores. Cuando pasaban cosas como así o por el estilo, las semanas siguientes el miedo obligaba a ver como cuidarse. Tener “un compa” (se le pagaba, de a gratis ni agua nos daba) taxista en tal punto y correr y treparte para huir; pagar la cuota de regenteo para tener donde meterte; persignarte muchas veces en la noche.

No les voy a contar más hechos porque la neta me pone mal recordarlo. Vi y viví tanto (con polis y clientes) que a pesar de los años en terapia aún duele y me amarga el día siempre que le escarbo al recuerdo. A medida que lo pueda contar, se los iré platicando, es promesa.

Pero bueno, volvamos al tema del periodicazo. Y es que esas muchas, muchísimas culeradas, al paso del tiempo llegaron a oídos como les digo de los medios. El Debate mandó a un par de plebes a que hicieran que su reportaje. El pedo es que los plebes llegaron como si fuera safari y las putas fuéramos los animales. Flashazo y flashazo las cargaban y pues así, sin tantito modo llegaron preguntando y grabando.

Como la lumbre en reguero de pólvora corrió el mitote que había unos vatos tomando fotos y preguntando cada pendejada. Cabe señalar que celulares no había tantos como hoy; eso no impidió que se supiera en cosa de minutos.

No se había apagado el destello del tercer flashazo para cuando el primer taconazo les rozó la jeta; las putas repelían la invasión. Para cuando el par de plebes vieron/entendieron la necesidad de explicar y también “pedir permiso” ya era para ellos tarde; porque la calle y la esquina es de quien la trabaja y esos vergas apenas iban llegando. De todas las esquinas salieron putas; como era pleito y esos atraían más que la miel a las abejas, no faltó una. “Borra esas fotos hijo de tu perra madre, no sabes con quien te estás metiendo” se sabe que se dijo; también se sabe que dijeron haber borrado todo, nadie les creyó.

Córrele, córrele…

Los plebes corrieron al carro del periódico y por primera vez en muchísimo tiempo las putas no iban adelante corriendo, ellas correteaban a los invasores. La jauría de putas hizo saber de que lado les rozaba la trusa, los madrazos que no le atinaban a los plebes se los dieron al carro. Tacón en mano y otras con piedras, rompieron los vidrios del carro.

De reversa y llevándose un par de putas de corbata huyeron; intentaron salir despacio pese a los madrazos, lo que no sabían es que un “de aquí me muevo verga, que me arremanguen los hijos de su perra madre” tenía pegado al carro a las putas y eso no se despega fácil, hubo que arrastrarlas casi una cuadra.

En el inventario: varias putas resultaron abolladas por la arrastrada y otras tantas porque en la refriega no le atinaban ni al carro, menos al par de plebes y le pegaban a la puta de enfrente; no faltó quien en la corretiza, como nomás llevaba una zapatilla en la pata y la otra en la mano y rengueaba: “se me hace que me torcí la pata, valiendo verga”, “A mí se me clavó un vidrio”, “Yo cargo sangre en la mano, de quien es” “Se me rompió el guarache, y eso que estaba nuevo”, y como esas muchas. Eso sí, con todo y todo, nadie en el mundo tubo esa noche tanta dicha como las putas trans de Culiacán; dicen que hasta en el cielo sentían envidia de tanto gozo, dicen.

A diferencia de lo otro, recordar estas hazañas me pone tan de buenas. Un día le voy a contar como atraparon a un rata que traía pero si lázaras a las plebes de la Francisco Villa, casi de una vez por semana les caía y con navaja en mano les robaba hasta la risa. Nomás les adelanto que el vergas ese, ya no está como Dios lo hecho al mundo, ya no tiene las dos orejas; porque para perro: perra y media.

Me les voy plebes en la platicada, necesito que me interrumpan para que no me pierda y les pueda terminar de contar lo que empecé a decir. Bueno, le seguimos…

Pues EL Debate, además que no la hizo nada de pedo; asumió lo ocurrido como un error de ellos, y ahora sí, comisionó a Paúl Villegas. Lo trajo desde Navolato y se le encargó que él (por ser de la jotiza) hiciera la nota. No solo porque se las come ardiendo la criatura, sino porque sabía lo ocurrido, ya no llegó como los primeros dos.

En medio de las equipatas, con el perro frillazo y las lluvias, le dedicó varios días, noches y madrugadas a convencer a las putas para que, ahora sí, participaran. Como si bordara a mano, le puso el corazón y la cabeza.

Y es que sí, con ese bonito modo, como fregados no va a decir una que sí. Pues allí el plebe les prestó oído a cuanta quiso hablar de la perra vida que le tocó vivir; hizo el reportaje.

En las páginas de El Debate: una foto de la Niura; bajó la lluvia, dejaba ver su silueta de perra parada mientras que por la ventana de un carro amarraba cliente: “Yo cobro 500 pesos y un pollo”.  

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