En la semanera de hoy 07 de abril, el gobernador de Sinaloa, mientras narraba lo que se supone ocurrió en la masacre en el centro de rehabilitaciones de Colinas de San Miguel, uso el verbo rafaguear. En esta guerra hemos vuelto común los mortales verbos: explotar, arder, desplazar, incendiar, desaparecer, balear, matar, masacrar, etc. y otros de menor pelo como bloquear (con camiones ardiendo). ¿Con cuál verbo nombrarán mi muerte
Dejando de lado el clasismo que no se ha hecho esperar en este caso.
Imaginemos que están bien jetona, con el hilo de baba saliéndote de la boca; cuando de pronto: ¡¡ Rafaguean a balazos!! el centro de rehabilitación donde estás y ¡¡Acribillan a tiros a al menos 8 personas!!; otras tantas más en hospitales, porque fueron baleadas.
Acostarte y dormirte deseando pronto salir, retomar la vida y poder estar en recuperación de cualquiera que sea tú adicción; pero a cambio de eso: despertar para ser asesinadx, despertar para ser baleadx, despertar para huir de ser acribilladx.
A una falla mecánica en una de las armas -se engatilló- le debemos lo que a todo el gobierno no: reducir el número de muertos.
De no ser por eso, quienes hoy sobreviven en hospitales y quienes huyeron del lugar sería -para el “gobierno”- cadáveres y números; datos que se sumarán a los “daños colaterales”.
Me duele el dolor de las familias que segura estoy estaban más tranquilas que sus familiares estuvieran segurxs en ese (y otros) centro y no en la calle; pero hoy se despiertan en medio de dolor. Me duelen las vidas que quienes luchaban contra sus adicciones y ya no están más; esos hijxs, espesxs, hermanxs que hoy lloran. Me duele el dolor de la culpa que se cierne sobre quienes deciden “meter” en un centro a un familiar y éste al no entenderlo, les reprocha esa ayuda, de distancia; y hoy, solo está en cuerpo presente.
Y no se crea que no le sé a eso de las adicciones, que lo digo desde lo ajeno, no.
He vivido en carne propia los estragos del abuso de drogas; soy una sobreviviente. Me metí todo lo posible y en cantidades mortales; pero como la mala yerba que soy, sigo vivita y culiando -o coleando, ¿Cómo era? -.
Mis favoritas: drogas sintéticas; alucinógenas y psicodélicas en especial. Aunque ya caliente una, hasta al perico le jale – como si me gustara-. Nunca un gramo de mierda sobró en donde yo estuve cotorreándola.
He visto y acompañado a compas en sus caminos de la recuperación; tengo la fortuna de seguir teniendo algunxs que podríamos decir: “lo lograron”. Pero otrxs ya no están, fueron consumidos no solo por las sustancias, sino por el desprecio esta sociedad pedorra que alumbra muchas de las calles con el dinero de quienes consumimos, y nos prohíbe consumir bajo esa misma luz… “lárguense de aquí, voy a llamar a la policía”.
Nos vamos a ahorrar (por ahora) mi opinión sobre los centros de rehabilitación, anexos pues; solo les anticipo que, cualquier cosa en beneficio de las personas con adicciones, si no es con amor (dignidad y en apego a DDHH), no sirve, vale mierda pues.
Y ahora; para quienes aún no nos han asesinado, ¿Qué sigue?
Cómo y para qué seguir en una ciudad-cementerio donde la siguiente -mientras duerma-, podría ser yo o tú que me lees.
Hace días tengo esas dudas entre pecho y espalda, en el cora pues. No he encontrado respuesta, espero saberlo antes de que me rafagueen.
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