Culiacán, Sinaloa – ¿Cómo comer esquites? ¿Le pones salsa? ¿Mayonesa? ¿Crema y queso? ¿Con mantequilla? Hace 50 años comenzó una tradición que el señor Florentino González Martínez dejó instalada con su carreta junto al templo La Lomita. Es un negocio que la señora María del Refugio Aispuro Aispuro continúa junto con sus hijos.

“Todo comenzó con una carreta chiquita, vendiendo mientras caminábamos. Mi esposo vendía en el Seguro, en Urgencia y ya después aquí en La Lomita”, dice la mujer que ha visto cómo ha cambiado la ciudad desde una vista particular. Vio por ejemplo cuando se comenzaron a construir torres de departamentos y oficinas, cuando la avenida Álvaro Obregón pasó a ser de un solo sentido, cuando cambiaron el domo del estadio de béisbol o las decenas de marchas y manifestaciones sobre la calle hasta dar con la Catedral.

 

Los elotes comenzaron a calentarse desde 1974, con una carreta que la movían en dos ruedas sobre las calles de la ciudad. Llegar a La Lomita fue un atino que se dio por mera casualidad. Don Florentino y Doña María viajaban en una camioneta con rumbo a la calle José María Morelos, en el Centro, pero a mitad del camino se descompuso, a la altura de la colonia Guadalupe, y la señora le dijo que mientras la arreglaba se iba a ir caminando.

“Llegué aquí, había un evento, una graduación y dije: pues aquí hay mucha gente, aquí me pongo y de ahí para adelante nos empezamos a poner aquí”, contó la señora.

 

El lugar fue un tiro de precisión, parece que estaba hecho para esa pareja. La Lomita es un templo católico, donde asisten decenas de familias diariamente desde su construcción en 1909 y su refundación 1967 años después con los diseños del arquitecto Jorge Molina Montes. Se le conoce así, como La Lomita, pero para la Iglesia Católica es el Santuario de Guadalupe, una de las representaciones de fe más importantes en México.

De acuerdo con la Diócesis de Culiacán, La Lomita es el santuario guadalupano más importante del noroeste de México, donde se aglutinan miles de personas cada 12 de diciembre -Día de la Virgen de Guadalupe- que viajan desde otras regiones del País y quienes no pueden llegar hasta la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México.

La señora María es quien ha dirigido el negocio de los elotes de La Lomita en Culiacán. Fotografía: Marcos Vizcarra

La señora María es quien ha dirigido el negocio de los elotes de La Lomita en Culiacán. Fotografía: Marcos Vizcarra

La señora María dio con el lugar por una fiesta de graduación y ha visto los cambios que ha tenido el lugar. Hoy es un espacio encerrado por una cerca de metal, pero antes de eso solo eran piedras, un jardín y la escalinata de 144 escalones. Cualquier persona podía subir y bajar a deshoras.

“Hubo una ocasión que me tocó ver que subieron y bajaron las escaleras con una camioneta”, dice la señora y es verdad, hubo personas que lo videograbaron y medios que lo replicaron.

“Antes a las 2 o 3 de la mañana había gente. Aquí me tocaba estar presente”.

Doña María ha atestiguado cambios en el edificio, pero también el paso de centenas de personas y personalidades. Sirvió esquites a Francisco Labastida Ochoa cuando fue gobernador de Sinaloa, a Mike Tyson en una visita que hizo a Julio César Chávez, a Juan Gabriel y hasta a Alfredo Beltrán Leyva, “El Mochomo”.

“Venía un muchacho todos los domingos, después de la misa. Era El Mochomo. Después me di cuenta yo, cuando lo agarraron, pero al principio no. Lo veía, se estacionaba por aquí abajo y los muchachos venían y compraban el esquite para él, se lo llevaban. Cuando un día cambió el muchacho que le preparaba los esquites mandó a otro y entonces se bajó del carro y vino a reclamarme por qué no estaban igual de buenos. Le dije ‘mire, lo que pasa es que usted siempre lo pide con crema y mayonesa y el muchacho que mandó ahora lo pidió con puro crema y queso, fue por eso que no le gustó”

“Me dijo él ‘¿Cómo sabe usted quién soy?’ Le dije ‘porque usted es el del carro que siempre se para ahí abajo, siempre pide su esquite y se lo llevan para allá’. Él sonrió y dijo ‘entonces sí es observadora’, pero pues sí, siempre venía él y mandaba por el esquite. Cuando ya lo detuvieron me di cuenta que era él y le dije a mi esposo ‘mira, ese es el señor que siempre se pone abajo con el carro a pedir su esquite, por eso me di cuenta que era él, pero antes no sabía”.

 

Al principio solamente eran elotes cocidos, pero con el tiempo la señora María y su esposo aprendieron nuevas maneras de satisfacer a los clientes. Pasaron a los esquites y luego a cocinar ingredientes extra, salsas, chamoy, cremas y quesos nuevos.

“Hubo una vez en los 80 que vinieron unos vendedores de Hermosillo, Sonora, a la Feria Ganadera, traían muchos tráileres que tenían toda la crema y el queso, le daban a la gente el elote con un palito nada más y la misma gente le ponía las cosas. Eso dejó el legado de que la gente lo comiera con crema y queso”, cuenta Doña María.

“Eran bandejas de cosas y la gente le ponía los ingredientes a los elotes, así fue como aprendimos a hacer lo mismo. Yo le dije a mi esposo que vendiéramos así, pero él no quería, que era mucho gasto, que la gente no estaba acostumbrada, pero fuimos metiéndole un kilito de queso, una mayonesita y ya luego estábamos vendiendo solo así, la gente compraba y los preparaba”.

El negocio de Don Florentino y Doña María innovó la manera de comer elotes en Culiacán. Fotografía: Valeria Estrada Apodaca

El negocio de Don Florentino y Doña María innovó la manera de comer elotes en Culiacán. Fotografía: Valeria Estrada Apodaca

Pero el preparado no lo fue todo, la carreta de Doña María fueron los primeros en cambiar las formas de mantener calientes los elotes, con mecanismos especiales para instalar las ollas.

“Antes nomás venía la tina y ya, se enfriaban y listo. La gente ya sabía que se los encontraba fríos, pero mandé a hacer carretitas de lámina, con hoyos y quemadores abajo. Te estoy hablando de casi a la década de 90. Yo hice la carreta así y ya luego todos los demás fueron agarrando la carreta así. Hubo una señora que me dijo ‘usted es la madre de todos nosotros, porque usted nos enseñó a trabajar, todo lo que usted hace, nosotros la seguimos”, dice la señora María.

Ahora ya no solo vende esquites, también parte fruta, hace fresas con crema, ofrece frituras y hasta salchichas asadas. Ha sabido mantener un negocio por 50 años en un mismo lugar, en La Lomita.

Hace 9 años murió el señor Florentino, pero la señora María se quedó, viendo pasar la historia junto con sus hijos e hijas, innovando y enseñando a más generaciones y carretas. Esta es la historia de la madre de los eloteros en Culiacán.

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