Por Marcos Vizcarra y Alexandra Figueroa

Culiacán, Sinaloa.— Rafael Sánchez recuerda que el 21 de septiembre de 2024 perdió a su hermano Juan Carlos. Tenía 34 años y fue asesinado en su propio departamento del fraccionamiento Tres Ríos, cuando intentaba proteger a su esposa y a su hija.

“Ese día íbamos a visitarlo como siempre”, cuenta Rafael. “Mi mamá le marcó y no contestó. Yo empecé a ver fotos en redes de unos departamentos, pero pensé que no eran los suyos. Después nos avisaron que mi cuñada estaba en el hospital y la niña en el pediátrico”.

Juan Carlos era abogado y emprendedor. Había puesto un negocio de comida saludable y recientemente un pequeño food park.

“Era muy conocido, mucha gente lo quería. Siempre estaba metido en proyectos, ayudaba, patrocinaba, nunca estuvo metido en cosas malas. Y sin embargo, lo mataron como si fuera un criminal”, dice Rafael.

La guerra dentro de un hogar

 

Ese sábado, al escuchar disparos cerca, Juan Carlos caminó desde su negocio hasta el departamento donde estaba su familia. Al llegar, el edificio ya ardía. Intentó sacar a su esposa y a su hija, pero hombres armados los obligaron a esconderse dentro de su habitación.

“Los tuvieron como rehenes en su propia casa. Ellos no hicieron daño, sólo buscaban dónde ocultarse”, narra Rafael.

En algún momento, los agresores escaparon por una ventana que da a un tragaluz. Hay versiones no confirmadas de que uno de esos hombres era Humberto Figueroa Benítez, conocido como “la Perris”, asesinado posteriormente, el 24 de mayo de 2025. Poco después, llegó el Ejército.

“Ahí fue cuando tiraron gas, incluso una granada. Mi cuñada dice que ya no podía respirar, que Juan Carlos salió a pedir ayuda. Fue en esa salida cuando lo vio por última vez”, recuerda Rafael.

Entre versiones oficiales y silencio

 

El cuerpo de Juan Carlos presentaba una herida en la pierna que alcanzó la arteria femoral.

“Dicen que se desangró, pero para nosotros está claro: fue el gobierno. Porque los sicarios que entraron no le hicieron daño. Quien entró con gas y granadas fue la autoridad”, asegura Rafael.

La indignación de la familia de Rafael y Juan Carlos aumentó cuando, horas después, el gobernador declaró publicó en su cuenta oficial de X que se trataba de un “sicario abatido” y luego, en conferencia de prensa, corrigió: “fue daño colateral”.

Para la familia, fue un intento de justificar lo injustificable.

“Nunca se disculpó. Nunca reconoció que era un hombre inocente. La gente que lo conocía salió a defenderlo en redes, porque sabían quién era”, dice Rafael.

A un año del asesinato de Juan Carlos

 

A casi un año, la investigación avanza lentamente en la Fiscalía General de la República (FGR). La familia espera respuestas: quién ordenó la intervención, quién disparó, si se llamó o no a una ambulancia, si se brindó atención de manera correcta.

– “Cuando muere un sicario rápido mandan médicos. Con mi hermano no sabemos si siquiera lo intentaron salvar. Lo único que sabemos es que murió desangrado y que mi cuñada vio a un hombre semidesnudo, al que lo tenían levantado de sus piernas. A lo mejor queriéndole detener la hemorragia, porque lo que sí se acuerda mi cuñada es que había un charco de sangre ahí ”, lamenta Rafael.

– ¿Cuál es la causa de muerte?

– Que se desangró por una herida de esquirla.

El apoyo institucional, dice, ha sido mínimo.

“Pintaron un cuarto, pusieron un mueble, y ya. Nadie ha dado seguimiento a mi cuñada ni a la niña. ¿Dónde está la atención psicológica? ¿El acompañamiento médico? Nada”, asegura.

Rafael insiste en mantener la protesta viva: “No quiero que se olvide. No quiero que digan ‘ya pasó’. No busco dinero para mí, busco justicia y que se reconozca la vida de mi hermano, porque él murió intentando salvar a su hija”.

Para él y su familia, Juan Carlos fue víctima del gobierno.

“Fue el gobierno, no los que entraron armados, sino quienes debían protegerlo y lo dejaron morir”, señala.

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