Por Astrid Arellano
A 35 metros de altura, la selva se percibe totalmente distinta. A diferencia del piso, donde se tienen los pies bien plantados sobre la tierra, en el dosel de los árboles es posible observar cómo la vegetación se conecta entre sí. Para notar esa arquitectura natural, hay que prestar mucha atención: las ramas revelan los senderos que recorren los mamíferos que habitan las alturas. “Para moverte, tienes que empezar a pensar como mono saraguato, como martucha o como tlacuache”, dice el biólogo mexicano José Juan Flores-Martínez.
Durante más de una década estudiando mamíferos desde el suelo en la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas, en Veracruz, al sureste de México, Flores-Martínez nunca dejó de mirar hacia arriba. La curiosidad por explorar ese otro mundo lo llevó a imaginar lo que podría documentarse si se instalaran cámaras trampa en las copas de los árboles. Montarlas en la Reserva de la Biósfera de Los Tuxtlas, donde se encuentra la estación, prometía mostrar otra dimensión de este paisaje de selva tropical profundamente fragmentado y rodeado por zonas dedicadas a la agricultura y la ganadería.
La sorpresa tras el nuevo monitoreo fue mayúscula: a pesar del historial de pérdida de hábitat que enfrenta la reserva desde hace más de 50 años, los resultados refuerzan la urgencia de protegerla. El equipo logró registrar 14 de las 18 especies de mamíferos arborícolas esperadas para la zona. Entre ellas destacó el cacomixtle (Bassariscus sumichrasti), un mamífero que no se había observado en la estación en casi 15 años, según revela el estudio publicado en la revista Ecology and Evolution.
“Por años se ha considerado a la región de Los Tuxtlas como un área defaunada”, dice Flores-Martínez, investigador y académico del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (IBUNAM). “Algunos académicos la han considerado así, pero en un estudio que hicimos a nivel del piso, vimos que las especies que ellos mencionan como no registradas en sus artículos, sí aparecían en nuestros registros y en gran número”.
Esa percepción, explica, cambia aún más al observar lo que ocurre en las copas. En el dosel hay especies totalmente arborícolas, pero también otras que se desplazan entre los árboles y el suelo, compartiendo los mismos sistemas. “Por eso, complementar la parte de arriba nos iba a ayudar a manejar con mucho cuidado esa ‘defaunación’, porque los resultados que tenemos en el dosel nos dicen claramente lo contrario: es una región que todavía se puede conservar, y en la que aún se pueden realizar bastantes estudios”, advierte el especialista.
Fotografías de los mamíferos registrados en el dosel del Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas. (A) Individuo hembra de A. palliata, (B) Individuo macho de A. palliata, (C) B. sumichrasti, (D) C. derbianus, (E) C. mexicanus, (F) D. marsupialis, (G) E. barbara, (H) L. wiedii, (I) N. narica, (J) P. opossum, (K) P. flavus, (L) S. aureogaster, (M) S. deppei, (N) T. mexicana y (O) T. nudicaudus. Foto: cortesía «Mamíferos del dosel de la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas», parte del Instituto de Biología, UNAM, la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas, y Ciencia y Comunidad por la Conservación, A.C.
Los Tuxtlas: el último fragmento de selva tropical
En el sureste del estado de Veracruz, la región de Los Tuxtlas guarda los vestigios de una selva tropical que alguna vez fue continua. La presión sobre el territorio —principalmente por el cambio de uso de suelo— aceleró durante décadas la pérdida de hábitat, hasta que en 1998 se tomó la decisión de declarar la zona como Área Natural Protegida, bajo la categoría de Reserva de la Biósfera. Con ello, se buscó frenar —o al menos contener— el deterioro ambiental que amenazaba con desaparecer este ecosistema único.
“Actualmente, el área sigue siendo una reserva, pero ya está representada por tres grandes manchones: los últimos remanentes de bosque tropical ubicados más al norte de todo el continente”, explica Vladimir Rojas-Sánchez, biólogo y estudiante de doctorado en el Posgrado en Ciencias Biológicas del Instituto de Biología de la UNAM, además de coautor del estudio. “Por eso este es un ecosistema único, es parte de lo poco que queda, de lo que alguna vez hubo”, afirma.
Ubicación geográfica de la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas. Mapa: cortesía «Mamíferos del dosel de la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas», parte del Instituto de Biología, UNAM, la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas, y Ciencia y Comunidad por la Conservación, A.C.
Ubicación geográfica de la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas. Mapa: cortesía «Mamíferos del dosel de la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas», parte del Instituto de Biología, UNAM, la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas, y Ciencia y Comunidad por la Conservación, A.C.
En una de esas zonas núcleo se encuentra la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas, fundada mucho antes, en 1969, por un grupo de investigadores, con el objetivo de proteger 644 hectáreas de alto valor biológico. Desde entonces, Los Tuxtlas se ha convertido en un verdadero laboratorio viviente, del que han surgido más de 1500 artículos científicos que exploran distintos aspectos de la historia natural de la zona, detalla Rojas-Sánchez.
Para el nuevo estudio, se instalaron 21 cámaras trampa en el dosel —entre agosto de 2022 y diciembre de 2023—, distribuidas en tres zonas estratégicas: las instalaciones de la Estación de Biología, un área próxima a la comunidad de Lázaro Cárdenas, y otra conectada directamente con el parche principal de vegetación original del volcán San Martín Tuxtla. La ubicación de cada cámara consideró variables ambientales como la altitud, la distancia a asentamientos humanos y cobertura forestal.
Tamandua (Tamandua mexicana) desplazándose en el dosel de la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas. Foto: cortesía «Mamíferos del dosel de la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas», parte del Instituto de Biología, UNAM, la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas, y Ciencia y Comunidad por la Conservación, A.C.
Tamandua (Tamandua mexicana) desplazándose en el dosel de la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas. Foto: cortesía «Mamíferos del dosel de la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas», parte del Instituto de Biología, UNAM, la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas, y Ciencia y Comunidad por la Conservación, A.C.
La elección de los árboles no fue al azar. El equipo —guiado por Santiago Xolo, colaborador originario de Lázaro Cárdenas y gran conocedor local de la zona— priorizó aquellos que presentaban ramas que pudieran ser utilizadas por mamíferos arborícolas para desplazarse o alimentarse, y descartó los que representaban riesgos para los escaladores, como ramas muertas o débiles, o la presencia de colonias de insectos.
Instalar cámaras a más de 30 metros del suelo no era una tarea sencilla. Vladimir Rojas-Sánchez, quien ya tenía experiencia escalando estructuras fijas, tuvo que entrenarse en técnicas de rapel para llegar con estrictos protocolos de seguridad al dosel. Pero escalar era solo una parte del reto: también había que resolver cómo subir las cuerdas hasta lo más alto. “¿Con una resortera, una caña de pescar, balines, clavos, tuercas?”, dice entre risas José Juan Flores-Martínez. “Fue muy interesante porque empezamos de cero y aprendimos bastante”.
Una vez más, el desafío era pensar como un mamífero arborícola. No bastaba con instalar las cámaras en ramas accesibles o aparentemente lógicas desde la perspectiva humana. Había que entender cómo se movían los animales entre las copas. En ocasiones, describen los científicos, las ramas más delgadas e inclinadas resultaban ser ‘pan comido’ para especies tan pesadas como los monos.
“No se trataba de enfocar la cámara en la rama por la que yo creía que pasarían los animales o porque fuera accesible para mí”, explica Vladimir Rojas-Sánchez. El equipo se enfrentó a un proceso de ensayo y error: hubo cámaras que debieron reubicarse porque no captaban movimiento alguno. Con el tiempo, y gracias al análisis de los videos, las discusiones entre el equipo en tierra y las observaciones directas en altura, lograron perfeccionar la estrategia. Hoy cuentan con un esquema de monitoreo que ya puede replicarse en otras zonas de la reserva.
Instalación de cámaras trampa en el dosel de la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas. En la imagen, Vladimir Rojas Sánchez (arriba) y Miguel E. Jácome Flores (abajo). Foto: cortesía José Juan Flores Martínez
La vida secreta de los animales
Durante 16 meses de trabajo, los biólogos lograron capturar momentos únicos de la vida secreta de los mamíferos arborícolas. Con un esfuerzo de 4897 días-cámara, se obtuvieron casi 3000 registros fotográficos que confirmaron la presencia de 14 de las 18 especies de mamíferos arborícolas previamente reportadas para la estación biológica. Fue una mirada inédita a cinco órdenes distintos de mamíferos que rara vez se dejan ver desde el suelo.
La martucha (Potos flavus), una experta equilibrista que inclina su cola para mantener el balance entre las ramas, fue la especie más abundante del estudio. Le siguieron el mono aullador o saraguato (Alouatta palliata) y el coatí (Nasua narica), dos especies que coinciden en los sitios de alimentación e incluso compiten por ellos. En contraste, el cacomixtle (Bassariscus sumichrasti) y el tlacuache cuatro ojos gris (Philander opossum) apenas se dejaron ver: cada uno apareció una sola vez frente a las cámaras. También fueron escasos los registros del tigrillo o margay (Leopardus wiedii) y de la tayra (Eira barbara), dos depredadores esquivos y con índices de abundancia notablemente bajos.
El estudio logró registrar más de dos tercios de las especies de mamíferos arborícolas conocidas en Los Tuxtlas. Pero no todas fueron detectadas por las cámaras trampa. El mono araña (Ateles geoffroyi), por ejemplo, no ha sido visto en la estación en más de 30 años. Su ausencia podría explicarse por sus grandes necesidades de espacio: se desplaza por extensiones amplias de selva y probablemente habita zonas más remotas, cerca del volcán San Martín.
Para Vladimir Rojas-Sánchez, más allá de que la proporción de especies detectadas sea alta en términos numéricos, lo verdaderamente revelador es lo que eso implica: “Estamos hablando de más de 50 años de pérdida de hábitat en la región, y a pesar de la presión humana, las especies todavía tienen la capacidad de permanecer ahí. ¿Cuáles son las características de las especies y del hábitat que permiten todo esto? Es lo que seguimos explorando y lo que buscamos descubrir ahora”, dice el especialista.
Coatí (Nasua narica) y mono aullador de manto (Alouatta palliata) alimentándose de hojas de una ceiba (Ceiba pentandra). Ilustración: cortesía Carlos Ortega Contreras
Considerando que el estudio se llevó a cabo únicamente en las 644 hectáreas de la Estación de Biología, el potencial es enorme, advierte Rojas-Sánchez. Cuando la investigación pueda extenderse al remanente de casi 9000 hectáreas conectadas al volcán San Martín, los hallazgos podrían ser aún más reveladores.
“La fragmentación del hábitat es un proceso que ocurre a nivel global y, desgraciadamente, seguirá avanzando», dice Rojas-Sánchez. “Se estima que en los próximos 50 años aumentará un 33 %. Por eso es tan importante entender cómo estos ambientes fragmentados aún pueden albergar a tantas especies. Ese conocimiento se podrá aplicar en otros lugares, y qué mejor ejemplo que Los Tuxtlas, una región que ha demostrado conservar un alto porcentaje de sus mamíferos remanentes”.
Equipo de la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas. De izquierda a derecha: Canek Ledesma, Alejandro Ugalde, Marco Yañez Chacón, J. Vladimir Rojas Sánchez, Brenda Guzmán, José Juan Flores Martínez, Miguel E. Jácome Flores. Foto: cortesía Ciencia y Comunidad por la Conservación
La esperanza para las especies
Trabajar con un guía comunitario como Santiago Xolo ha abierto nuevas posibilidades para involucrar a más personas de la comunidad de Lázaro Cárdenas en los proyectos de investigación. Tanto él como su hermano Daniel, que no solo conocen Los Tuxtlas como la palma de su mano, sino que también poseen un profundo conocimiento sobre la flora y fauna local, se están capacitando en técnicas de escalada e incluso han logrado despertar el interés de niñas y niños por la conservación.
“Siempre me ha gustado la conservación, desde el principio, porque aprendo cosas nuevas en la reserva y en el ambiente. Nunca vamos a acabar de aprender”, dice Santiago Xolo. Para él, es clave que la frontera agrícola no siga avanzando sobre la selva. “Lo estamos viendo en la comunidad: hasta donde hay potreros, hasta ahí, y que no siga, porque nos vamos a perjudicar nosotros mismos por el cambio climático que viene”, advierte.
Los biólogos ahora trabajan en conseguir financiamiento para incluir a más comunidades y capacitar monitores especializados en cámaras trampa en dosel. Además, buscan que el estudio sirva como justificación para la adquisición de terrenos adyacentes a la Estación de Biología, como una acción urgente para fortalecer la función ecológica y protección de la zona a largo plazo.
Lejos de ser un territorio perdido, Los Tuxtlas representa una oportunidad tangible para replantear cómo entendemos y valoramos los paisajes alterados. En palabras de Vladimir Rojas-Sánchez, este estudio no solo es un aporte científico, sino también un llamado urgente a no ignorar la zona.
“Por supuesto que puede ser más carismático conservar un área enorme de selva, pero estos ambientes fragmentados van a seguir y se continuarán fragmentando”, concluye el especialista. “Dar por hecho que están defaunados o en declive es un error gravísimo. Que sea más pequeño o que esté fragmentado no significa que no se deba conservar. Tenemos que cambiar esa retórica, porque estos espacios son la mayoría… y son lo que nos va a quedar para conservar”.
Parte del equipo de trabajo del proyecto “Monitoreo de mamíferos del dosel en la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas, Veracruz”. En la imagen, Marco Yánez Chacón (izquierda) y Santiago Xolo (derecha). Foto: cortesía Vladimir Rojas-Sánchez
REFERENCIA
Rojas-Sánchez, J. V., Coates, R. I., Sánchez-Cordero, V., Lavariega, M. C. y Flores-Martínez, J. J. 2025. Diversity and Abundance of the Species of Arboreal Mammals in a Tropical Rainforest in Southeast Mexico. Ecology and Evolution.
Imagen principal: mono aullador o saraguato, en el dosel de la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas. Foto: cortesía «Mamíferos del dosel de la Estación de Biología Tropical de Los Tuxtlas», parte del Instituto de Biología, UNAM, la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas, y Ciencia y Comunidad por la Conservación, A.C.
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