Hace unos días vi un comercial que, debo admitir, me hizo sonreír. Con el dramatismo que la caracteriza, Victoria Ruffo invita a prender una veladora para que no mueran nuestros personajes favoritos ante el estreno de los últimos capítulos de Stranger Things, una de las series más vistas de Netflix. El comercial es ingenioso, bien logrado y efectivo. Funciona porque conecta con la emoción colectiva, con ese apego que muchas personas sentimos por la ficción que consumimos.
Pero también es profundamente revelador.
Mientras millones reaccionan al anuncio, comparten memes y se suman simbólicamente a la veladora, me surge una pregunta: ¿qué pasaría si esa misma energía colectiva se organizara para exigir mejores gobiernos, mejores decisiones públicas, mejores condiciones de vida? ¿Por qué somos capaces de unirnos para salvar personajes ficticios, pero permanecemos en silencio frente a las vidas reales que se pierden todos los días en México?
En Stranger Things, la desaparición de Will Byers sacude a toda una comunidad. Se organizan búsquedas, hay angustia, miedo, solidaridad. En México, sin embargo, las desapariciones ocurren todos los días. De acuerdo con cifras oficiales, más de 100 mil personas permanecen desaparecidas en el país, y cada jornada se siguen sumando nombres a esa lista. En estados como Sinaloa, la violencia y las desapariciones ya no son hechos excepcionales, sino parte de una normalidad que duele y cansa.
Lo mismo ocurre con las muertes violentas. México registra decenas de homicidios diarios, cifras que, aunque aparecen en reportes y estadísticas, rara vez logran conmocionarnos como lo hace la muerte de un personaje en una serie. Tal vez porque la realidad no viene acompañada de banda sonora, ni de una narrativa clara de buenos y malos. Tal vez porque no sabemos cómo procesarla sin sentirnos desbordados. Y entonces evadimos.
Nos refugiamos en las plataformas de streaming, en las redes sociales, en las historias que se pueden pausar, adelantar o apagar con un botón. Consumimos la vida editada de los influencers, tendencias que duran lo que un scroll, opiniones rápidas que no exigen profundidad. Mientras tanto, la realidad, esa que no se apaga al cerrar la aplicación, sigue ahí, esperando que alguien la mire de frente.
No me malinterpreten: soy fan de Stranger Things. Yo tampoco quiero que muera Steve Harrington. La ficción también es refugio, descanso, incluso inspiración. El problema no es ver series. El problema es olvidar lo que existe cuando se apaga la pantalla.
Veo generaciones cada vez más cansadas, menos críticas, menos dispuestas a cuestionar. No porque no tengan capacidad, sino porque el sistema recompensa la distracción y penaliza la reflexión. Pensar incomoda. Disentir desgasta. Y en esa dinámica, la pluralidad se va diluyendo, la esencia individual se desdibuja y el pensamiento colectivo se vuelve homogéneo.
Los gobiernos ineficientes no aparecen por arte de magia. Se sostienen cuando hay apatía social, cuando el cansancio vence a la indignación, cuando la exigencia se sustituye por resignación. La falta de rendición de cuentas florece cuando nadie observa, cuando nadie pregunta, cuando nadie insiste.
Decimos con frecuencia que el tiempo va demasiado rápido. Que los días se nos escapan. Pero quizá no es el tiempo el que corre, sino nosotros. Vamos tan deprisa que dejamos de detenernos a pensar si las decisiones que estamos tomando como individuos y como sociedad son las mejores. Olvidamos que cada elección cotidiana, incluso la de no involucrarnos, también tiene un impacto colectivo.
No se trata de renunciar al entretenimiento ni de vivir en permanente alarma. Se trata de recuperar el equilibrio. De preguntarnos en qué momento la ficción comenzó a unirnos más que la realidad, y qué costo estamos pagando por esa desconexión. Tal vez ha llegado la hora de encender menos veladoras por personajes imaginarios y empezar a encender conversaciones, exigencias y acciones por las personas reales que siguen esperando justicia, seguridad y dignidad.
Porque la evasión puede ser un descanso momentáneo, pero nunca una solución.
Y el silencio, aunque cómodo, también es una forma de decidir.
Comentarios
Antes de dejar un comentario pregúntate si beneficia a alguien y debes estar consciente en que al hacer uso de esta función te adíeles a nuestros términos y condiciones de uso.