Sinaloa.- Cada año es igual, llegan más de 150 mil personas a Sinaloa que son traídas desde otros estados para hacerlas trabajar en campos agrícolas. Van hasta sus casas en sus pueblos a reclutarlas como si fueran oficinas de recursos humanos, prometiéndoles una sola cosa: ganar dinero suficiente para sobrevivir.

Es una verdad a medias, porque nadie les dice cómo vivirán, qué comerán y dónde dormirán.

Aunque suene sofisticado, es un método simple: hombres y mujeres viajan por días para enlistar a trabajadoras y trabajadores, los hacen migrar en camiones con lo mínimo indispensable y comienzan a repartirlos en campos agrícolas donde vivirán en cuarterías.

Esas son unas 100 mil personas, que son llevadas con empresas que tienen vecindades con espacios compartidos, áreas de baño, juego y comedores. Ahí, aunque amontonadas y limitadas, logran tener espacios con escuelas y guarderías para desarrollarse temporalmente.

Pero las otras 50 mil llevadas a otros lugares para que las trabajadoras, trabajadores y las niñas y niños que los acompañan habiten espacios que son dignos de describirles como chiqueros.

-¿Aquí cuántos duermen?

“Somos yo, mi bebé, mi hijo y mi marido”

-¿En esta cama caben?

“Sí, nos acomodamos”

-¿Y cuando llueve?

“Nomás tapamos bien para que no se mojen los niños”

Este es un espacio de un metro y medio por dos de ancho, donde cabe una cama cubierta con plástico negro, como el que se usa para envolver la basura. Aquí vive una familia entera que vienen desde Chihuahua para la pizca de arándano en Ahome, al norte de Sinaloa.

Airam es una niña que nació en un campo agrícola. Fotografía: Marcos Vizcarra

Airam es una niña que nació en un campo agrícola. Fotografía: Marcos Vizcarra

Esta familia vive debajo de plásticos negros, pero hay otras que viven acomodadas en cuartos diminutos, donde extienden cobijas o sábanas -a veces nada- para recostarse en pedazos de tierra a tratar de descansar.

Son cuartos diminutos, construidos con lámina vieja, divididos con cobijas y con pedazos de madera; las personas que los habitan comparten su intimidad, sus sueños y la vida. Ahí mismo conviven, se pelean y se entablan relaciones de pareja.

Las personas que duermen al lado un día escuchan las discusiones y en otros cuando las parejas tienen sexo. Los que cohabitan esos pedazos de terreno son testigos del amor y también del terror, como cuando niñas y niños son abusados sexualmente.

En esos cuartos hay tanto víctimas como agresores, pero no justicia.

Las cuarterías son espacios donde conviven decenas de familias en lugares reducidos. Fotografía: Marcos Vizcarra

Las cuarterías son espacios donde conviven decenas de familias en lugares reducidos. Fotografía: Marcos Vizcarra

Ahí también se mueven drogas ilegales que consumen a los consumidores. Esas drogas tienen dos funciones para los trabajadores del campo: ayudarles a aguantar largas jornadas de trabajo y evitarles la sensación de hambre.

Llamada también cristal, esta droga no es otra cosa que una metanfetamina barata hecha con deshechos y químicos que también sirven para matar ratas. Es una droga barata, más que la propia comida de un solo día, y que solo se necesita derretir en latas como las que se encuentran en la basura.

Es fácil observar a quienes se drogan, casi todos son hombres que la pasan acostados, inmóviles, casi como bultos sobre la tierra. También es fácil ver dónde consumen, siempre hacen la quema de esas latas como para deshacerse de los residuos.

En las cuarterías hay espacios donde las familias queman basura y también objetos que sirven para consumir drogas ilegales

En las cuarterías hay espacios donde las familias queman basura y también objetos que sirven para consumir drogas ilegales

No todos los cuartos se llenan, pero esos que sobran son usados como áreas de baño. Son cuartos conjuntos en los que defecan y orinan los habitantes de estas vecindades que no tienen ninguna norma.

Las condiciones son inhumanas, pero esta es la “normalidad” de por lo menos 50 mil personas que viajan a Sinaloa cada año para servir de mano de obra en campos agrícolas.

Los cuartos que quedan vacíos en las cuarterías sirven como baños. Fotografía: Marcos Vizcarra

Los cuartos que quedan vacíos en las cuarterías sirven como baños. Fotografía: Marcos Vizcarra

LOS FLETEROS

Esas 50 mil personas no llegan solas a esos cuartos, sino que son llevadas por reclutadores que fueron a sus pueblos y los enlistaron para servir a patrones despreocupados.

Se les llama fleteros y estos  juegan un rol importante dentro de las agrícolas: son quienes llevan la mano de obra a los campos a cambio de entre 35 y 50 pesos diarios, más IVA, por persona.

Los fleteros usan flotas de camiones con la leyenda “Transporte de personal”, y ciertamente transportan a centenas de mujeres y hombres diariamente desde las cuarterías hasta los campos.

El trabajo de los fleteros va mucho más allá de transportar a los trabajadores desde las cuarterías. Son quienes recomiendan, deciden o proponen hacia dónde deben ir a trabajar los jornaleros.

Estos empresarios informales se ganan la confianza de las personas migrantes, les hacen ver hacia dónde deben ir, qué deben pedir y cuándo deben entrar o salir. Se retratan a ellos mismos como oficinas de recursos humanos, que también hacen trabajo de defensa de derechos laborales y materiales.

Nada está más alejado de esa promesa. Los fleteros negocian salarios y el pago por cada persona que es llevada a las empresas agrícolas. Estas, a su vez, acceden a negociar para tener mano de obra disponible sin tener que preocuparse de que será de ellos tras la jornada laboral.

Los fleteros son empresas ilegales que existen bajo el arbitrio del gobierno estatal y las empresas privadas. Fotografía: Marcos Vizcarra

Los fleteros son empresas ilegales que existen bajo el arbitrio del gobierno estatal y las empresas privadas. Fotografía: Marcos Vizcarra

Los fleteros ejercen cierto poder que les fue dado desde la empresas. Se trata no solo de la ganancia que puedan obtener por llevar a trabajadores, sino que a estos se les ha encomendado o contratado para trabajos que podrían realizar otras personas fijas dentro de las estructuras, como el ser apuntadores -un trabajo al interior de cada campo, dado normalmente a quienes administran cuánto y a quién pagar por servicios-.

Hay fleteros que llevan el registro de la actividad de cada uno de los trabajadores. Se presentan como supuestos líderes sindicales que hacen trabajo de gestión, cabildeo, protección y negociación ante las empresas, aunque eso no termine en beneficios reales para los y las jornaleras, solo para esos empresarios informales.

Los fleteros existen y tienen ese poder que no está regulado en ningún lado. La Secretaría General de Gobierno de Sinaloa no cuenta con padrones de estas empresas, tampoco la Secretaría de Economía.

Existen y subsisten porque las empresas pueden contratar de manera más sencilla y barata la mano de obra. Es así que las empresas se libran de temas como vivienda, alimentación y demás prestaciones laborales para quienes vienen desde lejos a hacer producir el campo sinaloense.

Sacando cuentas, es posible decir que uno de cada cuatro tomates cortados en tierras sinaloenses son producto de la subcontratación de empresas irregulares que trafican con personas.