Anhuar Axel Obeso Espinoza, nació y ha vivido siempre en Costa Azul, tiene 18 años y estudia la universidad, Ingeniería en Tecnologías de la Información e Innovación Digital, además de ser un buen deportista.

En febrero del 2023, sufrió un intento de homicidio, cuando un automovilista deliberadamente lo atropelló cuando iba con un amigo en moto. Poco recuerda de esa noche, pero no la podrá olvidar porque es la razón de que ahora tiene fractura de fémur y de tibia izquierda.

En el hospital estuvo 19 días, a la comunidad regresó un 2 de marzo y pasó encerrado dos semanas más en reposo, hasta que volvió a salir; cuando se reanudaron sus salidas sociales no fueron en moto, sino en automóvil y tardó 2 meses sin poder caminar en las calles. En abril regresó a la escuela.

“Gracias a Dios mis compañeros todo el tiempo me apoyaron, nunca me dejaron solo, nunca me dejaron abajo”. Sus amistades y familia le dieron apoyo para salir adelante, considera que no lo han visto diferente al tener una discapacidad o al andar con muletas.

Un día en unos juegos estatales de voleibol en Costa Azul, una de las personas organizadoras lo miró y le dijo que a él y a su amigo también con discapacidad a causa del accidente, les enviaría una persona a hablarles sobre los juegos para personas discapacitadas y así fue, los buscaron en sus escuelas y les explicaron las dinámicas.

Una vez que aceptó participar estuvieron entrenando lanzamiento de bala y de jabalina, Anhuar quedó en primer lugar de la competencia. Ahora espera poder asistir a las competencias nacionales.

Al inicio le daba vergüenza andar sin muletas porque cojea de un pie, pero ese sentimiento se ha ido. Ver a todas las personas discapacitadas haciendo un gran trabajo en las diferentes disciplinas deportivas le dio valor para entender que es algo normal y aunque no puede andar mucho sin muletas porque sus huesos todavía no se reponen, ya las usa menos.

“Ya no me importa eso, lo que diga la gente me entra por un oído y me sale por el otro”.

Sin embargo, algo que sí le pesa es no poder salir a pescar, le encanta ir al mar y convivir con su papá, que como muchos pescadores pasan todo el día en el agua. Jesús Efrén, su padre, lo llevaba al mar todo el día desde los 6 o 7 años, pescaban camarón y así se desaburría.

No se quiere dedicar al mar, sino a su carrera de sistemas, pero el mar es para él casi indivisible. Está convencido de que le gusta mucho pescar y que admira a las personas que pasan todo el día en el sol ganándose la vida, aunque a veces lo mucho o poco que sacan tiene un valor bajo en el mercado y no vale la pena el desgaste físico; sumado a que el combustible cada vez sube más el precio.

“Yo calculo ir -se corrige- pienso en ir” a pescar una vez que pueda hacerlo. Los brincos que las pangas le podrían causar un daño mayor o impedir que su fracturas se recuperen; por lo que se ha subido a las pangas, pero no ha pescado pues esto implica ir más adentro del mar y entre más hondo, más olas hay y traen los saltos en la panga.

Entre el deseo de regresar al mar y la necesidad de esperar a que su fémur y tibia estén en un mejor estado, invita a las personas a que entienda a que todo pasa, incluidos los malos ratos; a la vida hay que echarle ganas. Él entiende que tiene una discapacidad, que no se mueve como antes, pero eso le ha traído triunfos, como en el deporte.

“Fácil no lo voy a tener, va a ser un poco difícil, pero no pienso rendirme, pienso darle para adelante hasta que tope”.

Anhuar se la pasaba de vago todo el día, llegaba tarde a su casa, entre las fiestas en las playas y otros campos pesqueros en los que se iba a dar la vuelta en su moto. Nunca le ha importado lo que dice la gente, pero ahora anda más seguro con muletas o cojeando. Además de ser un campeón en lanzamiento de bala y jabalina.

***

El proyecto Memoria y Verdad: Historias desde la pesca se desarrolló en colaboración con el Fondo Resiliencia, un esfuerzo conjunto para fortalecer las respuestas locales y la resiliencia comunitaria.