Mazatlán, Sin.- La mañana del martes 1 de abril, Antonio Vizcarra Ruiz, un joven de 20 años, salió a hacer las compras para su taquería. Había trabajado arduamente durante un año para sacar adelante su negocio, que, gracias a su buen sazón y atención, se ganó el corazón de vecinos y amigos. Pero Toño, como cariñosamente lo llamaban, nunca regresó a casa.

El pedido que iba a surtir su negocio quedó inconcluso. Una bala perdida le arrebató la vida en un instante. Se encontraba en el lugar y momento equivocados.

Cerca del sitio donde se presume Antonio fue alcanzado por las balas, había vehículos con impactos de bala.

Aunque intentaron brindarle atención médica, la bala le atravesó la espalda y perforó su corazón. Su cuerpo sin vida llegó a una clínica privada de Mazatlán. Toño se convirtió en otra víctima colateral de la violencia que azota Sinaloa, donde niños, mujeres y hombres han caído en medio de enfrentamientos armados.

“Mi sobrino era un buen hijo, un buen hermano, sin vicios ni problemas. Acababa de poner su negocio de tacos, donde trabajaba con su papá, que es minusválido, y su mamá. Él iba a hacer las compras cuando se agarraron a balazos, y por proteger a su novia, la bala le perforó la espalda”, relató Maribel, tía de Toño.

El dolor de su familia es inconmensurable. Apenas el sábado, Toñito había anunciado que junto a su novia se convertiría en padre. Hoy, esa ilusión se ha visto interrumpida por la tragedia.

“Todavía no puedo creer lo que le pasó al Toñito. Iba a ser papá, su novia está embarazada, apenas nos habían dado la noticia. Siempre estará en mi corazón mi gordito hermoso, mi carnal, como él me decía”, expresó Diana, su prima.

El martes, la colonia Labastida Ochoa se convirtió en escenario de un enfrentamiento armado. Balas, autos perforados y rastros de sangre quedaron como testigos de lo sucedido. Horas después, un joven de 20 años ingresó herido de bala a una clínica privada de Mazatlán, pero ya sin signos vitales. Era Toñito.

El supuesto enfrentamiento armado se dice se registró en la colonia Labastida Ochoa en Mazatlán.

Su familia exige justicia. Aseguran que Toño no era parte del crimen organizado. Solo buscaba sacar adelante su negocio, el sustento de su hogar. Su muerte se ha convertido en un doloroso recordatorio de que, en Sinaloa, nadie está a salvo en medio de una guerra que sigue cobrando vidas inocentes.

 

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