Por Alejandra Magaña / @alejandraa.mg (IG)

¡Les valgo madre a mis papás! Eso fue lo que gritó Amanda, una joven de 17 años, tras una fuerte discusión con sus padres. Para ellos, su comportamiento no era más que una muestra de rebeldía adolescente, algo pasajero. Sin embargo, lo que nadie alcanzó a ver fue que Amanda estaba atravesando una profunda depresión.

Su silencio, su aislamiento de los amigos, la falta de apetito y el sueño excesivo eran señales claras de que algo no andaba bien. Pero esas señales fueron ignoradas. Sus padres atribuían su actitud a una supuesta pereza; sus amigos, a simples cambios hormonales.

Lo que nadie comprendía era que su silencio no era indiferencia, sino un grito desesperado de ayuda. Una súplica que, como muchas veces ocurre, pasó desapercibida.

Amanda no está sola. En México, 2.5 millones de adolescentes entre 14 y 19 años enfrentan batallas mentales todos los días. Ansiedad, depresión, trastornos alimenticios y otras enfermedades crecen a puerta cerrada, en contextos donde hablar de salud mental sigue siendo tabú o incluso se desconoce por completo.

En el mundo, 970 millones de personas viven con algún problema de salud mental. ¿Te lo imaginas? Enfrentar cada día con una carga invisible, con un padecimiento que pocos comprenden, sin saber a dónde acudir ni con quién refugiarse. Sin tener claro si serás escuchado o juzgado, si te tenderán la mano o solo te dirán: “No exageres, ponte a trabajar, luego se te pasa”.

Pero, ¿cómo sucede? ¿Por qué sucede? ¿En qué momento lo que parecía “una etapa” se convierte en una lucha diaria con uno mismo?

Las causas son tan diversas como los rostros que las padecen. Cada persona tiene su propia historia, su contexto, sus heridas invisibles. Algunos son derrumbados por el abandono emocional; otros, por la violencia en casa, el bullying o el impacto de las redes sociales.

Amanda sufría pérdida de apetito, se aislaba y mostraba una constante falta de energía. En cambio, Daniela vivió la salud mental desde otro ángulo, lo que confirma que los síntomas y las causas varían en cada persona.

“Me daban ataques de ansiedad. La relación con mis padres fue caótica y traumática. Estoy yendo a terapia por eso. Vivo el duelo de mi madre, quien se suicidó; su diagnóstico fue esquizofrenia. Con mi papá no me llevo. Me salí de mi casa a los 17 años. Casi muero de sobredosis a los 21″, comparte Daniela.

Daniela no es la única que ha recurrido al consumo de sustancias dañinas. El consumo de drogas entre jóvenes de 15 a 24 años por causas relacionadas con salud mental ha aumentado: en drogas duras un 15%, marihuana un 17% y alcohol un 14%. Estas cifras son alarmantes, pues el 12% de quienes consumen lo hacen de manera abusiva, desarrollando dependencia. El inicio suele ocurrir desde los 12 años.

“Tuve depresión y me diagnosticaron TLP (trastorno límite de la personalidad). De niña, la relación con mis padres era tranquila, pero en la adolescencia se volvió conflictiva. No tenía redes de apoyo ni espacios seguros. A los 15 años detonó todo. Ahora voy a terapia y me siento mucho mejor”, narra Ana de 30 años.

La rebeldía en la adolescencia es parte del proceso de construcción de identidad y autonomía. Comprender sus causas y síntomas permite acompañar mejor a quienes atraviesan esta etapa. Para Danna, su experiencia fue completamente distinta.

“Pasé por diferentes traumas, tanto en la escuela como en casa. Me guardaba muchas cosas porque no quería preocupar a los demás. Quizá eso abonó a que colapsara. El divorcio de mis padres me afectó profundamente. Aunque mi madre estaba presente, yo sentía que todos ya tenían suficiente con sus propios problemas”, confiesa Danna.

El divorcio afecta a todos los hijos, aunque en diferente medida, dependiendo de su edad, personalidad, dinámica familiar y vínculo con los padres. Tristeza, ansiedad, miedo y confusión son reacciones comunes.

La salud mental se ve afectada por una variedad de factores: presiones socioeconómicas, estrés académico o laboral, discriminación, exclusión social, hábitos poco saludables, violencia o la negación de los derechos humanos.

Sin embargo, uno de los factores más influyentes —y a veces invisibles— es la dinámica familiar. El hogar, que debería ser refugio, puede volverse un entorno hostil o indiferente frente al sufrimiento emocional.

Perdí a mi hijo, me perdí a mí.

“Mi hijo padecía TDA (trastorno por déficit de atención). Las maestras no entendían su situación, lo maltrataban. Cambiamos de escuela dos veces. Mi hija también va al psicólogo porque quiero que esté bien. Antes no sabíamos qué era la ansiedad o la depresión. Era difícil aceptar que nuestros hijos necesitaban ayuda”, explica una Madre de familia que pidió el anonimato.

Los padres también sufren. En 2022, dos encuestas de la Universidad de Harvard revelaron que adolescentes, madres y padres padecen tasas similares de problemas de salud mental: ansiedad, depresión, sensación de desesperanza. Un tercio de los adolescentes convive con al menos un padre con problemas mentales. El 40% expresó preocupación por el estado emocional de sus progenitores.

“Viví dos tragedias familiares: mi hermana y mi padre. Hubo disfunción familiar, pero de niña no lo comprendía. Hoy, creo que la terapia es de canasta básica”, expone Marcela, madre de familia.

El 39% de los padres y el 30% de las madres presentan más de un trastorno mental. Esto eleva el riesgo de que sus hijos desarrollen problemas emocionales. Incluso sin herencia genética, el entorno puede transmitir malestar psicológico.

Apoyar a los padres mejora la salud mental familiar en general.

Somos una sociedad enferma, no exageramos

México ocupa el tercer lugar a nivel mundial en problemas de salud mental. El 25% de la población —una de cada cuatro personas— los padece.

El psicólogo Francisco Márquez, especialista en psicoanálisis por la Universidad UNIVA, lo explica así:

“La adolescencia se ha prolongado. Los jóvenes de 20 o 24 años aún viven una incertidumbre similar a la de los 17. Hay un retraso en la resolución de conflictos como la identidad y el proyecto de vida. La salud mental no es solo un problema clínico, también es social.”

Para conocer más del tema decidí realizar una encuesta a 34 personas; algunos de los resultados que más me impactaron fue que

El 17.6% dijo no tener red de apoyo.
El 14.7% calificó su red como regular.
Solo el 2.9% la consideró mala

En cuanto a la relación con sus padres:

El 14% no tenía relación con su padre.
El 64.7% calificó esa relación como mala o regular.
Solo el 35.3% dijo tener una buena relación con él.

Con las madres, el panorama fue distinto:

El 73.2% reportó una relación buena o excelente.
Solo el 2.9% dijo no tener relación.

Esa diferencia de 37.9 puntos porcentuales revela un desequilibrio emocional y de acompañamiento entre las figuras parentales.

“Si un padre no tiene clara su identidad, no tiene nada que transmitir. Los adolescentes necesitan alguien de quién agarrarse”, señala el psicólogo Francisco.

También se encontró en la misma encuesta que 11 de las 34 personas encuestadas comenzaron sus problemas de salud mental a los 13 años. Otras a los 16, 18 y 20.

“Un padre alcohólico o frustrado puede dejar una marca en sus hijos. No todo es herencia, también es ambiente. La calidez del hogar no se mide en lo económico, sino en lo emocional”, añade el especialista en salud mental.

Pero lo que resaltó más es que muchos de sus problemas están correlacionados a sus dinámicas familiares, sobre ellas las personas encuestadas señalaron que:

El 66.7% de los padres reportó una buena dinámica familiar.
El 50% dijo tener una buena relación con su hijo.
El 33.3% la calificó como regular.

Una red de apoyo es clave, en este caso, la mayoría de los encuestados acuden con familiares o amigos. Sólo dos personas dijeron no contar con nadie.

La salud mental no es un lujo. Es un derecho. Es una responsabilidad compartida. Es vida, esto si se toma en consideración que, en 2023, se registraron 8,837 suicidios en México. De ellos, el 65.6% ocurrieron en personas menores de 40 años. Entre mujeres, la tasa más alta estuvo en el grupo de 10 a 19 años.

Los datos del INEGI son claros: la urgencia es real: “Las señales de alerta siempre están ahí. El silencio y el aislamiento son las principales”,  concluye el especialista Francisco Márquez.

Cuida tu bienestar y el de tu familia. No tengas miedo de pedir ayuda ni de decir lo que sientes. No estás solo.

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¿Necesitas ayuda? Estas instituciones pueden hacerlo:

Línea de Atención en Crisis de SALME: 33 38 33 38 38/ 800 227 47 47.

Línea de la Vida: 800-911-2000 (24/7)

IMSS – Orientación Médica: 800-2222-668 opción 4 (Lunes a viernes de 8:00 a 20:00)

Chat de Confianza del Consejo Ciudadano

Sí a la Vida: 55-55-33-55-33 (24/7)

SAPTEL: 800-472-7835 (apoyo psicológico gratuito 24/7)

Centro de Integración Juvenil (CIJ)

Línea de ayuda de la UNAM: 56 22 22 88 (Lunes a viernes, de 8:00 a 18:00)

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Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Pública de la Universidad de Guadalajara, esta crónica se realizó en el marco de la asignatura de Géneros Periodísticos impartida por el profesor Darwin Franco.

Se estima que entre un 10% y 20% de los casos de salud mental en adolescentes están directamente relacionados con la familia.