La economía mexicana muestra señales preocupantes de enfriamiento. De acuerdo con el Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE), el crecimiento en octubre de 2025 fue 0%, lo que anticipa un estancamiento en el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) y, por extensión, en el Producto Interno Bruto (PIB) nacional para el cierre del año. El dato, publicado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), refleja que la economía mexicana no logra consolidar una tendencia positiva tras varios trimestres de debilidad. De hecho, el tercer trimestre de 2025 ya mostró una contracción, y los nuevos resultados sugieren que el país podría cerrar el año con una tasa de crecimiento anual cercana a cero, a pesar del contexto internacional favorable en materia de precios de exportación y demanda externa.
Sin embargo, el freno no se debe únicamente a factores externos. Entre los elementos internos destacan la incertidumbre jurídica derivada de la reforma al Poder Judicial, el enfriamiento de la inversión privada y la falta de dinamismo del gasto público productivo. Además, el endurecimiento de las condiciones financieras y los efectos rezagados de las altas tasas de interés continúan limitando el crédito a empresas y consumidores.
Aunado a ello, el Banco de México ha advertido sobre un entorno de desaceleración generalizada en la demanda agregada y en la producción industrial. De manera paralela, la OCDE y el Fondo Monetario Internacional (FMI) han recortado sus expectativas de crecimiento para México a entre 1.3% y 1.5 % para 2025, muy por debajo del potencial estimado de 1.8%–2.8%. Este ajuste refuerza la preocupación de que el país se mantenga atrapado en una fase de bajo crecimiento estructural, sin los incentivos necesarios para impulsar la productividad ni atraer inversión sostenida.
Como consecuencia, el estancamiento amenaza con debilitar el mercado laboral y frenar la generación de empleo formal, que en los últimos meses ya ha mostrado pérdida neta de plazas en sectores como servicios, comercio y manufactura ligera. Además, el riesgo país ha aumentado, reflejando una mayor percepción de incertidumbre política y regulatoria.
En ese contexto, es preocupante mantener esta tendencia, México podría entrar en una fase de crecimiento nulo o recesión técnica durante los primeros meses de 2026, justo cuando el nuevo gobierno busca implementar su plan de transformación estructural. La prioridad será restaurar la confianza de los inversionistas, garantizar la estabilidad institucional y reactivar los motores internos del crecimiento.

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