Por: Luis Eduardo Escobar
Mentoría: Thelma Gómez Durán
Hay poetas que se distinguen por hacer que sus versos no vivan sólo en el papel. El chileno Raúl Zurita (Santiago de Chile, 1950) es uno de ellos: se ha empeñado en que su poesía, de una intensa visión política y social, se fusione con el cielo, el desierto o los acantilados.
La primera vez que lo hizo fue el 2 de junio de 1982. En el cielo de Nueva York cinco avionetas trazaron con humo blanco quince líneas del poema “La vida nueva”, que aparece en su libro Anteparaíso (1982):
Mi Dios es hambre
Mi Dios es Nieve
Mi Dios es pampa
Mi Dios es no
Mi Dios es desengaño
Mi Dios es carroña
Mi Dios es paraíso
Mi Dios es chicano
Mi Dios es cáncer
Mi Dios es vacío
Cuarenta y tres años después, cuando personajes como Donald Trump marcan la vida de millones de personas, las redes sociales dominan la escena y pareciera que es difícil encontrar espacio para la poesía, ¿Qué versos escribiría hoy Raúl Zurita en el cielo de Estados Unidos? Él responde que los mismos:
“¿Qué le puedes decir tú a un ser tan lleno solamente de sí mismo? Como Trump y como tantos otros que están llenos de sí mismos. Tan empapados de sí mismos. Sabiendo que hay montones de seres que a la vez los envidian. Montones de personas que les gustaría ser Trump. Es terrible, pero es así.”
Raúl Zurita lanzó estas frases en octubre pasado, durante la conferencia de prensa que ofreció al visitar la Ciudad de México para inaugurar el festival Poesía en Voz Alta, en Casa de Lago UNAM y participar en la Feria Internacional del Libro del Zócalo.
Durante esos días, fue posible escuchar al poeta de 75 años y conocer más sobre el proceso de creación de su reciente aventura poética: “Verás”, una obra efímera y monumental que plasmó en los acantilados de Caleta Vitor, al norte de Chile.
“Verás” (2024) es una reflexión del paso de la vida por la tierra. Es también su tercer acto poético a gran escala. El primero fue “La vida nueva” (1982) y el segundo “Ni pena ni miedo” (1993) que llevó al desierto de Atacama.

El testimonio fotográfico de la obra “Verás” se exhibirá en Chapultepec hasta el 19 de diciembre de 2025. Foto: Luis Eduardo Escobar
Escuchar a Zurita
Los versos de Raúl Armando Zurita Canessa se mueven entre la memoria y el amor. En su obra se reflejan los días de la dictadura chilena y los paisajes que le asombran. Su voz poética suena con esperanza.
Así se escuchó el jueves 16 de octubre de 2025, durante la conferencia de prensa que ofreció en un hotel de la Ciudad de México, acompañado de su esposa Paulina Wendt. A ella le dijo: “…tú eres las estrellas irrefutables de mi noche”, cuando en 2016 recibió el Premio Pablo Neruda de Poesía Iberoamericana.
Zurita vestía chamarra de mezclilla negra, jeans y camisa verde, el mismo color de sus ojos. Su voz apenas era audible. En el bar del hotel, el poeta recordó esos días en los que llevó su poesía a las nubes de Estados Unidos.
Desde joven, Zurita imaginó un poema escrito en el cielo cuando vio a un avión dando volteretas. Logró hacerlo gracias a exiliados en Estados Unidos que le contaron que en esa ciudad había empresas que rentaban aviones para hacer publicidad. Su acto poético no salió tan costoso como imaginaba. Además, consiguió financiamiento de personas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
—¿A sus 75 años se sigue asumiendo comunista?
—Sí. Los textos que realmente me conmueven son los Evangelios y el Manifiesto Comunista. Son textos de una pureza. De una profundidad. Son absolutamente emocionantes.

Raúl Zurita, poeta chileno, autor de la obra monumental “Verás”. Foto: Luis Eduardo Escobar
Ganas de cegarse
Zurita quiso quedar ciego para apreciar su obra de otra manera. Era la noche del 18 de marzo de 1980. En su libro Sobre la noche el cielo y al final el mar (2021), en tercera persona lo narra así: “Pensaste que era más efectivo arrojarte ácido y listo, pero no querías que las quemaduras te desfiguraran toda la cara”. Apareció la alternativa del amoniaco: “Habías leído en un manual de accidentes del trabajo que el amoníaco causaba lesiones irreversibles en las córneas y que con una pequeña cantidad bastaba”.
El acto era una competencia de autolesionarse que tenía con su pareja, Diamela Eltit. Aquel 18 de marzo, Zurita se encerró en el baño y se pegó los párpados, vació un chorrito de amoniaco en un vaso e intentó arrojarlo, pero cayó al suelo. Su acto falló.
“Estas ganas de cegarme tenían mucho que ver con la situación chilena y con un proyecto acerca de escriturar en el cielo, cosa que posteriormente hice, pero que en ese momento dudaba. Y creí que era muy fuerte que el tipo que había imaginado eso no lo pudiera ver”, le escribió al poeta peruano Maurizio Medo, en un correo electrónico.
El golpe de Estado en Chile (11 septiembre de 1973) marcó su poesía. Una noche antes de que los militares derrocaran al presidente Salvador Allende, Zurita se encontraba en un mitin de grupos de izquierda y comunistas. Tenía 23 años, dos hijos y estaba casado con la artista visual Miriam Martínez Holguer. Era un poeta inédito aún.
Lo detuvieron en la madrugada del día del golpe de Estado. Lo privaron de su libertad por varias semanas, junto a centenas de estudiantes. Lo golpearon y a eso atribuye el Parkinson que padece. Siempre tuvo miedo de morir a patadas, dice en el documental Verás no ver.

Zurita estuvo presente en la Feria Internacional del Libro del Zócalo de la Ciudad de México. Foto: Luis Eduardo Escobar
Escribir en el desierto
En 1990, encontraron una fosa común en Pisagua, en la región de Tarapacá, Chile. Ahí se localizaron 21 cuerpos de personas desaparecidas durante la dictadura militar. Los cuerpos se mantuvieron intactos por 17 años, debido a que fueron enterrados con cal para precipitar su descomposición pero, al contacto con la tierra alcalina del desierto, se petrificaron.
Para Zurita, el paisaje desértico no podía quedarse sólo con la memoria de la atrocidad. Fue por ello que eligió el desierto para realizar su segundo acto poético a gran escala.
En 1993, buscó a sus compañeros de vanguardia de los años setenta para plasmar en el desierto de Atacama la frase “Ni pena ni miedo”, la cual sólo puede leerse desde el cielo. El verso mide 3,140 metros, cada letra tiene 40 metros de ancho y 180 de altura.
—¿Cree que la poesía interpela a los poderosos o es la poesía la que se escribe para los sobrevivientes de los poderosos?
—La poesía interpela a los poderosos, la poesía no interpela a cada uno. Pero también a los sobrevivientes de los poderosos, por supuesto. ¿Qué es esa cosa tan frágil que va pasando los tantos escombros? ¿Esa ínfima gota de luz que se ve entre las piedras de un edificio bombardeado hasta la locura? Es la poesía. Es la poesía. Y la poesía da testimonio en este mundo de lo que es y pudo ser este mundo. Pero, ¿qué sabemos después? Nada. Después “vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. ¿Un poema de quién es? Ah, de un italiano. “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. Pavese. Sí, Cesare Pavese.
Verás: El último proyecto
El viernes 17 de octubre de 2025 en la Casa del Lago, Zurita tomó el escenario. Él, su palabra y el colectivo Delight Lab, los hermanos chilenos Andrea y Octavio que fueron sus cómplices en el acto de escribir sus versos en un acantilado.
En el foro al aire libre dieron vida a “Lectura furiosa”, el performance que inauguró Poesía en Voz Alta. El poeta se reunió con aquellos que llegaron a su encuentro para escuchar sus poemas más significativos. A Zurita se le quebró la voz al leer “Pegado, pegado a las rocas, al mar y a las montañas. Murió mi chico, murió mi chica, desaparecieron todos. Desiertos de amor”.
Los 22 versos de “Verás” presentes en las fotografías montadas en las rejas de la Casa de Lago atestiguaron la escena:
Verás un mar de piedras
Verás margaritas en el mar
Verás un Dios de hambre Verás el hambre…
Para Zurita sus actos no son más que pruebas del paso de una comunidad por la tierra. Durante más de 20 años esperó para llevar a cabo su último acto artístico: escribir en una montaña.
Era 2003 y Zurita concibió su último proyecto. La idea le llegó en un sueño: “Se veía mucha gente, se asomaba a un abismo y se arrojaba al mar, como esas estampidas”. Imaginó sus versos escritos con luz, en un acantilado al borde del mar, que la luz creciera con la llegada de la noche.
Junto a Delight Lab logró proyectar su poema sobre los acantilados de Caleta Vitor, en el norte de Chile. Tras varios años de investigación, el domingo 24 de marzo de 2024, una serie de proyectores láser reprodujeron con luz la tipografía del poeta y sus 22 versos en un acantilado de 800 metros de altura. Cada verso ocupaba unos 300 metros de ancho.

Registro fotográfico de “Verás: El último proyecto”, obra monumental de Zurita. Foto: Luis Eduardo Escobar
Para el ganador del premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2020, las 22 frases representan “imágenes de lo que un ser humano verá en su paso por la Tierra”.
—Si la poesía es testimonio de su tiempo, ¿hoy ante qué poesía estamos? Si de fondo tenemos varios conflictos bélicos, como el genocidio en Gaza, un resurgimiento de las derechas…
—La poesía es el camino hacia los infiernos pero también hacia el cielo, si se quiere. La poesía es la chispa de la esperanza. Ese hilo de esperanza que va cruzando por entre todos los muertos: para decirnos que aquí estamos, que todavía vivimos. Pero claro, el odio que van a generar todas estas masacres va a ser impresionante. Odios bíblicos. Porque cada niño se acordará de lo que sufrió. Entonces estamos solamente construyendo venganza sobre venganza. Es un momento muy oscuro. Pero fue el momento que nos tocó vivir. Si solamente por un instante nos pusiéramos todos a pensar en la palabra paz, posiblemente por ahí también circularía la poesía y circularía la esperanza.
Raúl Zurita cerró la noche con la lectura de “Verás”. De fondo un sonido eléctrico acompañó cada verso. Las palabras “Y llorarás” fueron interrumpidas por alguien que se levantó y gritó de emoción. El poeta lanzó los últimos versos:
…alzaré por un minuto más mi cara hacia el cielo llorando
porque yo que creí en la felicidad
habré vuelto a ver de nuevo las irrefutables estrellas.
Una niebla envolvió el halo del poeta. Las luces detrás de él lo hacían ver enorme. Antes de levantarse, el poeta ateo más creyente se llevó los dedos a la cara e hizo una cruz. El testimonio fotográfico de “Verás” estará expuesto en las rejas de Casa de Lago UNAM hasta el 19 de diciembre de 2025.

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