Por Marilyn Sofía Torres

De todos los aprendizajes que me ha dejado emprender, hay uno que lo abarca todo: agradecer. Agradecer el camino, incluso cuando ha sido incierto. Agradecer los comienzos, las pausas, los cambios. Agradecer a las personas que han creído, acompañado, sostenido.

Siempre he sido una enamorada de la vida y sus experiencias. Viajera, mochilera, voluntaria, emprendedora. Quería entender cómo las comunidades se vuelven resilientes, cómo se cuidan entre sí, cómo construyen un mejor futuro. Eso me llevó a tantos lugares y a tantas causas: la paz, los derechos de las mujeres, la justicia social.

Y, de pronto, el emprendimiento social apareció en mi camino —junto al reencuentro con Eunice, mi ahora socia en esta aventura— como si la vida me dijera: por aquí también se construye. Así llegó MARA a mi historia, con el sueño de hacer del trabajo una herramienta para la igualdad y de la igualdad una forma de transformar el mundo.

Desde entonces, todo ha sido aprendizaje. Cuatro años de construir, dudar, volver a intentar. De emocionarnos y también de detenernos a pensar. Cuatro años de crecer.

Y ahora, ese camino nos ha llevado hasta lugares que nunca imaginé: Shark Tank. Un escenario donde nuestros sueños y valores encontraron eco, donde se abrió una puerta para que lo que creemos pueda crecer y llegar más lejos. Agradezco la oportunidad de mostrar que los temas de igualdad, responsabilidad e impacto social también pueden tener eco.

Pero Shark Tank no fue solo un logro para nosotras: también esperamos que sea una puerta que se abra para muchas más emprendedoras jóvenes de nuestro Estado, y para todo aquel que cree en el emprendimiento social; para que quede constancia de cómo los sueños con propósito pueden crecer y llegar más lejos.

Si hoy me detengo a escribir esto, es porque quiero agradecer:

A las mujeres que me inspiran cada día, a mi socia Eunice con quien camino todos los días, a las empresas que han creído en lo que hacemos, a las comunidades empresariales que nos han abierto la puerta de par en par, a quienes me han tendido la mano cuando el camino se hizo cuesta arriba, a la ciudad que me recibió con los brazos abiertos y se volvió hogar, a mi familia, amistades y mentores que van de la mano en este sueño, y a las oportunidades que llegan cuando uno sigue construyendo, creyendo y aprendiendo.

Agradecer, porque nada de esto sería posible sin los lazos que nos unen, sin las personas que caminan con nosotras, sin la convicción de que juntas podemos hacer algo mejor.

Agradecer, simplemente, porque eso también es construir. Y porque lo mejor está por venir.

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO