La calle del Turco
Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

La marea provocada por la pésima declaración de Paco Ignacio Taibo II la semana pasada todavía tiene mucha agua y sigue levantando olas. No es para menos: es verdaderamente escandaloso que el titular de la que debería ser una de las instituciones culturales más importantes del país, el Fondo de Cultura Económica, se exprese como lo hizo. Dijo: “Si partimos de la cuota, un poemario escrito por una mujer, horriblemente asqueroso de malo, por el hecho de haber sido escrito por una mujer, no merece que se lo mandemos a una sala comunitaria en mitad de Guanajuato, ¿por qué hay que castigarlos con ese libro de poesía?”. Nomás le faltó agregar, mientras agitaba las manos en el aire: “¿¡Alguien quiere pensar en los niños!?”.

Por si alguien está fuera de contexto, resumo rápido: Taibo II anunció que el Fondo de Cultura Económica (FCE) repartirá de forma gratuita 2.5 millones de ejemplares en América Latina a través de una colección integrada por 27 autores: 20 hombres y siete mujeres. Durante el anuncio, el funcionario fue cuestionado sobre la desproporción entre autores y autoras y entonces dijo lo que ya se sabe.

Con la cabeza fría, es fácil darse cuenta de que la declaración de Taibo tiene algo de razón. El problema radica en que forma es fondo, y en este caso ambos —forma y fondo— están jodidos. Voy a intentar explicarme.

Con mucha buena voluntad, quiero pensar que, como decía el insípido de Rubén Aguilar cuando era vocero de Vicente Fox, “lo que el funcionario quiso decir” fue: “No nos regimos por una cuota. Un poemario, haya sido escrito por un hombre o una mujer, si es horriblemente asqueroso de malo no merece que lo mandemos a una sala comunitaria en mitad de Guanajuato”. Y en eso tiene toda la razón: el Fondo de Cultura Económica debe garantizar que los recursos públicos que ejerce sean utilizados, en este caso, para difundir literatura de calidad, sin importar el género de quien la escribe.

Pero no: Paco Ignacio Taibo II usó las palabras que ya escuchamos o leímos. ¿Lo traicionó el inconsciente? Quien sabe, pero lo cierto es que la declaración así de burda —esperable de alguien que, al referirse a la maroma legal que permitió su llegada al FCE, exclamó: “Se las metimos doblada, camarada”— es reflejo de lo que piensan no pocas personas y que se extiende a diferentes ámbitos, más allá de las páginas y los entornos culturales.

¿Alguna vez, por curiosidad o morbo o la razón que sea, se han asomado a ver los comentarios que provoca el fútbol femenil, casi de todos del público masculino? La mayoría repite que el balompié jugado por mujeres es torpe, aburrido y cero espectacular. Y lo repiten con firme convicción. Seguro les parece que los partidos Mazatlán vs Ciudad Juárez o Puebla vs Querétaro (o prácticamente cualquier encuentro de la Liga Mx) son muy atractivos. Y no lo son. En cambio, en los partidos del femenil me ha tocado ver goles tan espectaculares que ya quisiera haber firmado ese ídolo en permanente caída que es Javier Chicharito Hernández, por ejemplo.

Y repito: lo mismo ocurre en prácticamente cualquier ámbito. Baste mencionar la petulancia con la que un sector de la población se refiere a Claudia Sheinbaum como la “presirvienta”, apelativo doblemente deleznable: por la descalificación que entraña y por el clasismo que supura.

¿Un libro es bueno por el solo hecho de haber sido escrito por una mujer? La pregunta es, por supuesto, retórica: la respuesta es no. Como tampoco lo es por el simple hecho de haber sido escrito por un hombre. Sin embargo, sí creo que hay una descalificación a priori, que muchas veces opera de manera inconsciente y que es producto de un sistema y un modelo que la han perpetuado durante mucho tiempo. Con sus pros y sus contras y sus muchos fallos (estos últimos provocados, hay que decirlo, por la misma estructura que busca combatir, como en el caso de las llamadas “Juanitas”), lo que Taibo nombra como “la cuota” (de género) lo que busca es poner un piso más parejo y abrir espacios por igual para hombres y mujeres.

Como es lógico, las escritoras han alzado la voz para manifestarse en contra de las expresiones de Paco Ignacio Taibo II. Hace unos días, en el contexto de un mitin poético, leyeron un comunicado en el que exigieron que el funcionario “deje de utilizar la infraestructura del Estado para promover su misoginia o será señalado, dondequiera que se pare, como el misógino institucional que intenta silenciar y denigrar a la mitad de la población”.

Ahora bien, no está de más que, en el contexto de los acontecimientos recientes, aprovechemos para revisar nuestro consumo, en este caso el cultural, y revisar cuantas de las obras literarias, las canciones, las películas y obras de teatro, etcétera, que hemos consumido recientemente han sido creadas por mujeres.Creo que el primer paso es hacerlo consciente y luego cotidiano, para que podamos derribar un modelo de pensamiento machista y misógino que es, ese sí, horriblemente asqueroso de malo.

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO