En los últimos años hemos estado inmersos en una sequía a nivel global que tiene en jaque a poco menos de dos billones de habitantes, es por ello que las Naciones Unidas han realizado un llamado urgente para estar preparados debido a que la ausencia de lluvias va para largo. Recomiendan implementar medidas que permitan incrementar la resiliencia a este grave problema ambiental, de mantenernos impávidos el número de personas afectadas podría incrementarse significativamente en el corto plazo, con el aderezo de que estas sequías pueden prolongarse e inclusive ser aún más severas en el futuro.

Todo este galimatías climático tiene severos impactos en el planeta. Datos globales de la ONU indican que entre 1970 al 2019 se presentó un incremento en el número y la duración de las sequías en un 29%, mientras que las inundaciones, huracanes, heladas y otros eventos climáticos anómalos el incremento fue del 50%, también se tienen incrementos estimados de muertes asociadas a ello de un 45%, que en números superó las 650 mil personas, tristemente la cuota fue mayor en países en vías de desarrollo, de los más de dos billones que mencionamos con anterioridad que sufren de un “estrés de agua “, poco más de 160 millones son infantes.

Achacarle todo al cambio climático puede ser una solución fácil, es más todos lo hacemos, “que si no llueve, pues es el cambio climático, que si heló, pues es el cambio climático, que si hace más calor, el mentado cambio climático”, y así le podemos seguir, total que el cambio climático se volvió el “ajonjolí de todos los moles” o será “el ajonjolí de todos los males ambientales”.

 

Independientemente de la amnesia y apatía ambiental que históricamente parece que hemos padecido cuando se trata de ver por el planeta, donde la constante parece ser el menosprecio de nuestro impacto por el uso y abuso de los recursos naturales, aún tenemos tiempo y podemos enderezar el timón para paliar estos impactos por la ausencia de las perlas de agua. El meollo del asunto es entender que hace tiempo que el recurso agua pasó de ser un “recurso renovable” a un “recurso no renovable”.

En la actualidad estamos ante una disyuntiva: continuar como lo estamos haciendo hoy en día, lo que irremediablemente nos lleva por un camino más sinuoso con más repercusiones ambientales o a cambiar nuestra actitud respecto al uso y aprovechamiento de estos recursos naturales, que nos permitan mitigar estos problemas ambientales.

Desafortunadamente México no se encuentra exento a estos problemas ambientales. Mapas de la geografía nacional muestran las regiones o estados con graves problemas de sequías. Pues qué creen, que estos achaques ambientales también se deben al cambio climático.

Para el caso del recurso hídrico en México, el sentido común nos indica que debemos enfocar baterías en el sector agrícola, considerando que el 94% del agua se utiliza en la producción de alimentos y el resto es para uso doméstico e industrial. Es tiempo de innovar, se debe de transitar a una “revolución ambiental” en el sector agrícola. El reto es producir más alimentos con menos impacto en los recursos naturales, dícese, “un manejo agrícola tecnológico más sustentable y eficiente que permita cosechar más alimentos con menos tierras y menos agua”, de igual manera migrar de una alimentación basada en proteína animal a una de dieta con más productos agrícolas.

Es tanta la problemática asociada a este recurso natural que se debe de considerar como un tema de seguridad nacional. Siempre me gana el regionalismo, en Sinaloa, el estado de los once ríos el sector agrícola sufre las de Caín, pues las presas tienen en la actualidad un promedio de almacenaje del 17% de su capacidad.

 

Este sector requiere y demanda el vital líquido. Las noticias ya mencionan que en algunos distritos de riego los agricultores están sembrando sin los permisos correspondientes, asumiendo riesgos en sus cultivos ante la posibilidad de no tener agua para los riegos. Existe un desespero en el campo sinaloense por la falta de una política a largo plazo que permita el garantizar el abasto del vital líquido para su actividad. Modernizar el campo es prioritario, pero también es necesario conservar las “fábricas de agua” en la sierra. Voltear a esas regiones marginadas que son las que sustentan la generación de la riqueza alimentaria del país es la mejor estrategia puesto que las cuencas hidrológicas nacen y se nutren de los bosques que tenemos en esas regiones. Desarrollar esquemas y mecanismos de conservación y apoyos es una inversión con altos dividendos económicos, ambientales y sociales. Esto podría ser un buen comienzo.

https://reliefweb.int/report/world/drought-numbers-2022-restoration-readiness-and-resilience 

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