A finales de año abundan las tendencias. Regalos por color, mesas perfectamente armadas, intercambios pensados más para la foto que para la vida. Objetos que cumplen su función durante unos segundos en redes sociales y después se convierten en acumulación, en desecho, en olvido. No es solo una moda; es un reflejo de cómo nos relacionamos con el mundo.

Consumimos para pertenecer. Para no quedarnos fuera. Y en ese intento, seguimos alimentando un sistema que necesita que estemos distraídos, rápidos, siempre queriendo algo más. A veces queda la sensación de que no solo consumimos: también estamos siendo consumidos por una lógica que nos empuja a producir, mostrar y comprar sin pausa.

Cerrar el año desde una mirada de sostenibilidad implica detenerse a observar sin juicio. Hay que reconocer que cada decisión cotidiana deja una huella. Aunque nos cueste verlo, estamos profundamente interconectados. Vivimos como si no lo estuviéramos, como si nuestras elecciones no tocaran a nadie más.

Desde la idea de los campos mórficos, cada acción refuerza un patrón colectivo. Repetimos lo que vemos, lo que se valida, lo que se aplaude. Así se consolidan narrativas que después parecen inevitables: el consumo excesivo, la desigualdad, el deterioro ambiental, la desconexión social.

Quizá sí lo sabemos, quizá somos conscientes de que algo no está bien. Pero la realidad puede ser tan grande, tan cruda, que preferimos mirar a otro lado.

Viene a mi mente aquel personaje de Matrix que despierta, ve la verdad y después decide traicionar ese despertar. No por ignorancia, sino por cansancio, pues vivir consciente implica responsabilidad.

Cerrar el año también es elegir desde dónde queremos habitar el siguiente. Ojalá algún día sea tendencia involucrarse en el cuidado del medio ambiente. Ojalá resulte aspiracional trabajar por el desarrollo social. Ojalá compartir conciencia tenga más valor que compartir objetos.

Mientras tanto, este cierre de año puede ser un acto silencioso pero profundo. Pausar, cuestionar, elegir con más intención. No para cambiar el mundo de golpe, sino para dejar de sostener aquello que ya no queremos seguir alimentando.

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