Es más cómodo contar la historia de una abuela heroica, que detenernos a pensar en lo que realmente exhibe: un país sin sistema de cuidados, donde la cotidiano se sostiene sobre la precariedad y el sacrificio silencioso de las mujeres. Por ello, el caso de Alicia Matías, quien usó su cuerpo para cubrir del fuego a su nieta (Iztapalapa), se volvió rápidamente material para homenajes.
Se habló del amor, del heroísmo, de ternura. Como si la tragedia necesitara maquillarse para ser digerible.
Alicia cuidaba de su nieta, mientras laboraba, porque su hija también debe salir a generar ingresos (probablemente en tareas más demandantes). El padre ni siquiera figura en la narrativa. Nadie se detuvo tampoco a cuestionar por qué una abuela tenía que trabajar y al mismo tiempo cargar con la crianza de una bebé. Las preguntas se diluyen entre discursos e imágenes generadas con IA que romantizan las omisiones del sistema, cuando lo urgente sería exigir que ninguna familia viva atrapada entre la necesidad de generar ingresos y la imposibilidad de garantizar el cuidado
Una deuda invisibilizada
El Mapa de Cuidados (MACU) del Inmujeres -ahora Secretaría Nacional de las Mujeres- contabiliza 2,308 establecimientos de cuidados en Sinaloa, entre guarderías, estancias para personas con discapacidad y casas para adultos mayores. Sin embargo, la mayoría de esos espacios no existe o funcionan en condiciones que difícilmente pueden llamarse “cuidado”. En la práctica, las madres que trabajamos debemos hacer malabares: cumplir con horarios laborales, correr a recoger a los hijos o buscar quien los vigile unas horas, pagar lo que alcance. Muchas veces aceptando empleos mal pagados o irregulares solo para permitirnos llegar a tiempo con aquellos que dependen de nosotras. Y encima, vivir con la carga mental de que algo pueda salir mal.
El necrocapitalismo se expresa justo así: en obligar a las mujeres a arriesgarlo todo -la salud, la vejez, incluso la vida- para sostener a los demás mientras el Estado y el mercado se deslindan
El caso de Alicia y su nieta no fue un accidente aislado ni un asunto del destino: es consecuencia directa de un sistema que no garantiza los derechos básicos. Nos quieren convencer de que el sacrificio maternal es natural y admirable, cuando en realidad es síntoma de una violencia estructural que normaliza que las mujeres se quiebren, se enfermen, se mueran, para que la maquinaria siga funcionando
Mientras sigamos haciendo monumentos a las madres/abuelas heroicas y no exijamos sistemas de cuidados, seguiremos viendo historias como las de Alicia.
El cuidado no puede seguir siendo privilegio de unas pocas ni condena de muchas. Es un derecho que debería sostener la vida, no una ruleta rusa que, cada tanto, nos recuerda lo caro que nos sale sobrevivir en este país.
Nos quieren muertas y heroicas, porque vivas y con derechos no es rentable
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