Por Luis Guerrero
Se siente extraño iniciar una columna de opinión. Siempre he sido lector asiduo de periódicos y revistas; recuerdo aquella ilusión lejana de pensar que algún día podría también escribir para alguno de ellos. En los periódicos, además, encontré a Mafalda, una compañera silenciosa que me enseñó que cuestionar el mundo también es una forma de habitarlo. Y, sin embargo, aquí estoy, frente a estas líneas, intentando reflexionar sobre aquello que a menudo se mantiene en las sombras: las vivencias, experiencias, datos, investigaciones y teorías en torno a la diversidad sexogenérica en distintos contextos sociales.
Si algo he aprendido en este camino de lectura, escucha y observación es que las palabras importan, pero los datos también. Durante décadas, se ha usado el término “minoría” para referirse a las poblaciones de la disidencia sexual y de género. Sin embargo, cuando revisamos cifras oficiales como las de la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG) del INEGI, la narrativa cambia. En México, alrededor de cinco millos de personas de 15 años y más se identifican como parte de la población LGBT+, lo que representa aproximadamente el 5.1% de la población en ese rango de edad; es decir, una de cada veinte personas no se identifica dentro de la heteronorma.
Esa cifra, cinco millones de vidas, historias e identidades, debería hacernos cuestionar el uso automático de la palabra minoría. Al menos desde la mera proporción numérica, no somos un grupo insignificante ni estadísticamente irrelevante. Y es justamente ahí donde cobra sentido la visibilización: porque existimos en la vida cotidiana, porque caminamos las calles, trabajamos, amamos, nos equivocamos, padecemos, celebramos y nos organizamos colectivamente, al igual que el resto de la sociedad.
Es importante destacar que esta población nos homogénea. De los cinco millones de personas:
-Más de 4.6 millones se identifican dentro de orientaciones LGB+, es decir, con orientación sexual no normativa frente a la heterosexualidad.
-Cerca de 900 mil personas tienen una identidad de género diversa, lo que incluye identidades transgénero, no binarias y otras expresiones vinculadas al género.
Asimismo, a nivel estatal, las cifras también resultan reveladoras. De acuerdo con la ENDISEG 2021, en Sinaloa al menos 121, 138 personas se identifican como parte de la diversidad sexogenérica. Estas cifras desagregadas demuestran que la diversidad nos es una excepción estadística, sino una presencia significativa dentro del tejido social mexicano.
¿Por qué importa esto? Porque cuando seguimos nombrando a estas poblaciones como si fueran invisibles o marginales, reforzando discursos que excluyen, que legitiman prejuicios, que naturalizan la violencia, ya sea simbólica, institucional o física. La visibilización estadística no solo es un ejercicio académico; es una herramienta fundamental para políticas públicas más justas y para tomar decisiones informadas en ámbitos como la educación, la salud, el trabajo y la vida comunitaria.
En Sinaloa (y lo que aquí puedo señalar como experiencia cercana), la vivencia cotidiana de la diversidad sexual y de género es tan real como cualquier otra: son amistades, vecinas, colegas, familiares. No son únicamente datos en una gráfica ni cifras frías; son personas con historias, derechos y dignidad.
Por eso, más que hablar de minorías, necesitamos hablar de pluralidad, de reconocimiento y de la urgencia de construir sociedades donde las identidades sexuales y de género diversas no sean motivos de estigma, sino parte integral de nuestro proyecto social. Reconocer que existimos no erradica por sí mismo la discriminación, pero sí es un paso imprescindible para avanzar hacia una convivencia más justa.
En este cierre de año, cuando los ciclos se replantean y los deseos se renuevan, vale la pena preguntarnos qué tipo de sociedad queremos seguir construyendo. Ojalá que las reflexiones que aquí se abren encuentren eco en el dialogo cotidiano y en las decisiones colectivas que tomamos. Que estas fiestas nos recuerden la importancia del encuentro, del respeto y de la dignidad compartida. Les deseo una Feliz Navidad y un Próspero Año 2026, con la esperanza de que el próximo año nos encuentre más consientes, más empáticos y dispuestos a mirar a la diversidad sexogenérica como parte esencial de lo que somos. Nos leemos en la siguiente reflexión.
Fuente de los datos de la encuesta:
https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/endiseg/2021/doc/endiseg_2021_resultados.pdf
Luis Guerrero
[email protected]

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