Tenemos pérdidas de niñas y jovencitas y de policías. Siete meses después de iniciada la presente crisis de seguridad, todo nos urge al cuidado de ambos. La realidad que vivimos nos recuerda a voz en cuello: no podemos resignarnos a perderlos, sin más. Si las cosas relacionadas con la violencia siguen marchando a paso firme por esas calles de Dios y por los caminos reales de nuestras tierras rurales, no tenemos que hacer ningún esfuerzo de inteligencia para concluir que las niñas, jóvenes y hasta mujeres adultas corren un alto riesgo en su integridad física y moral. Varios casos recientes confirman nuestro dicho. Lo que debe llamar poderosamente la atención y llevar a tomar las providencias que la situación amerita.
Lo mismo diremos sobre los policías. Es cierto que vivimos una coyuntura violenta y con el ingrediente de la incertidumbre, lo que puede llevar a la conclusión de que el riesgo es un elemento tan natural y propio del oficio, sobre todo en momentos críticos como el presente. Como elementos de explicación estas afirmaciones pueden tener aceptación, pero de ninguna manera para concluir en que es una fatalidad a la que hay que resignarnos. El trabajo policial es esencial para prevenir actos que ofenden a la sociedad y que sientan las bases para la incertidumbre en la vida económica y social. Si no hay tranquilidad en la vía pública no hay percepción de seguridad y nadie está sosiego si sabe a sus hijos y demás familiares en la escuela, en la calle, en los centros de trabajo o en la plaza comercial.
El periódico Noroeste nos dice que en estos aciagos meses 30 policías han perdido la vida. Y muchos nos preguntamos, ¿cómo llevar a cabo el cuidado de sus personas? Hay medidas que la Comisión Estatal de Derechos Humanos ha recomendado a las corporaciones policiales preventivas: no enviar a comisión a una sola patrulla ni a pocos elementos, concentrar a los agentes en lugar seguro al término de la jornada y llevarlos a sus domicilios con custodia del turno siguiente. También se recomendó la portación del arma de cargo en las horas de descanso. Se aceptaron las dos primeras medidas, aunque los hechos en la caseta de policía de la colonia Huizaches pone en duda la segunda medida propuesta. Y sobre la portación de armas fuera de la jornada de trabajo, no hay nada aún.
Una recomendación que hay que mantener de manera tesonera es la actitud de alerta de los jóvenes allí donde hay concentración de sus iguales. No tenemos duda de que las familias deben vigilar más hacia dónde van sus hijos y con quién. Y los ciudadanos en general debemos tener la piel más sensible al momento de registrar cualquier hecho o actitud sospechosos. Más vale exagerar al hacer uso del 911 o alertar a otros ciudadanos, que permitir una acción que lastime la dignidad de otras personas. Las tragedias que hoy viven las familias de los últimos casos de jovencitas víctimas de la violencia quizá pudieron evitarse si las personas que estaban cerca de ellas no hubieran callado.
Las fiestas en espacios o centros públicos deben ser más vigiladas por la autoridad que inspecciona esos lugares y por la policía. A fiestas fueron no pocas personas desaparecidas o que aparecieron muertas. En el entorno violento que vivimos también se registran otros hechos de violencia no menos grave, tengan o no relación directa con la violencia central. Cuidemos a nuestros jóvenes de ello, principalmente a las mujeres, como sector vulnerable.
¿Qué reacción debemos tener ante los hechos de la Caseta de policía de Los Huizaches? Dice Noroeste que van 30 policías muertos en estos siete meses de violencia. Nos preguntamos, qué diferencia pudo haber habido entre lo que ya conocemos de esa malograda jornada y el que las armas de cargo acompañaran a los agentes presentes, incluido el muerto. A lo mismo nos remiten otros muchos casos.
Muy recientemente, la diputada Tere Guerra, coordinadora de la Fracción Mayoritaria de Morena en el Congreso de Sinaloa, obsequió su opinión en torno al uso de armas por policías locales fuera de horario laboral. Expresó estar preocupada por las prestaciones que aún no se otorgan a policías y que dignificarán su trabajo y que revisarán el marco legal para ver la factibilidad de que las armas de cargo de los agentes puedan ser portadas en horas de descanso. Ojalá que la situación planteada mueva la opinión de más diputados y despierte el debido interés al seno del Congreso del Estado.
En tanto los acontecimientos siguen su curso, ¿cuál debe ser la reacción ciudadana y familiar en torno al caso de jovencitas desaparecidas? La respuesta social para estos casos debe ser mayor y más contundente que lo visto hasta el presente. Entre las enseñanzas adquiridas durante estos infaustos momentos es que cuando la exigencia social toma la calle de manera masiva y firme, la respuesta de la autoridad y también de los grupos criminales que tienen relación con los casos que se reclaman es pronta y positiva en algunos casos. Esa respuesta alienta la esperanza de enfrentar la situación violenta que vivimos con posibilidades reales de salir adelante y de ofrecerles a los niños y jóvenes de ahora, un mañana en el que las incertidumbres y miedos de hoy, no sean el pan y sal de todos los días.
No dudamos que la propuesta que hacemos ahora para que los policías porten sus armas de cargo durante las horas francas, habrá que revisarla luego de que truenos y tormenta encuentren la anhelada calma. Pero lo que ahora se presenta como necesidad y urgencia no tiene alternativa. Cuidemos a los que nos cuidan. Vale.
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