Canta la noche alrededor, la víctima
sin porvenir inclina el rostro al comprender su falta
 y piedras de aflicción la cubren para siempre.
Alí Chumacero

 

Discurso leído en la placa conmemorativa el 16 de diciembre.

Jesús, llegaste a este Valle de Lágrimas en Topolobampo. ¿Fue mera casualidad que nacieras en esa hermosa Bahía de Ohuira, donde forjó su sueño socialista Albert Kimsey Owen? Aunque tus apellidos no parecen emparentados con los Bacasegua, los Jitchimea, los Anguamea o los Buichía, siempre hiciste alarde de tus orígenes yoremes, más específicamente xiximes: esa cultura nómada prehispánica que poblaba un amplio territorio en las estribaciones de la Sierra Madre Occidental en Sinaloa y durango. Nunca dimos por cierta tu narrativa en este tema, pues si bien tu piel oscura te acercaba a la pretendida historia, tu pelo ensortijado y tu nariz roma aproximaban más tu perfil a la ascendencia africana y judía. Pero al indagar sobre los orígenes de tu apellido Michel el buen humor siempre tomaba la delantera. Contabas que cuando un buque francés desembarcó en el puerto de Topolobampo durante la intervención de 1861-67, los indios patriotas enfrentaron a los invasores y que tu bisabuelo que aún conservaba la vieja costumbre ritual de comerse a los enemigos se engulló a uno de los soldados de Napoleón III. En la hebilla del cinturón de aquel soldado vencido y que terminó asado al pastor, lucía la palabra Michel. No sabías si era nombre o apellido, pero tu antepasado adoptó la palabra para darle lustre a su progenie. Desde entonces, lo decías muy en serio, el apellido Michel tomó carta de ciudadanía en Sinaloa, junto a los Vega, Martínez de Castro, los Buelna y los Labastida.

Más allá de tu buen sentido del humor Jesús, deseo mencionar tu cuna geográfica porque cobijó tus primeros sueños de ser un destacado sinaloense; porque en el entorno de esa inmensa Bahía don Jesús Michel, tu padre, se especializó en motores fuera de borda y se formó como buen autodidacta en ingeniería mecánica, convirtiéndose con el tiempo en un destacado inventor de tecnología agrícola. Y también porque las inquietudes sociales y justicieras de Owen se quedaron prendidas en algún recoveco de la bahía, esperando por algún inquieto joven parido entre los manglares del puerto que los retomara y blandiera como bandera de lucha. Mientras el talentoso de don Jesús forjaba toda una industria acá en Culiacán, a ti no te faltó iniciativa para emular los pininos de la Unión Soviética que en el 40 aniversario de su Revolución lanzara de manera exitosa el Sputnik, aquel satélite pionero en la conquista del espacio. Tú, con menos recursos que aquella potencia mundial, no te faltó ingenio para fabricar cohetes, ponerles combustible y experimentar con ellos en la loma que se ubica frente a la casa paterna. Las consecuencias pusieron con los nervios de punta a más de dos vecinos, por las altas probabilidades de que uno de esos artefactos cayera en sus casas, las incendiara y terminara con el patrimonio familiar que tanto esfuerzo les había costado.

Te encantaba el mar y los ricos litorales que lo circundan. Topolobampo siempre fue un referente en tu vida. En más de alguna ocasión manifestaste preocupación por los riesgos que la Bahía de Ohuira podía correr ante una explotación sin medidas de sus recursos, pero nunca imaginaste los peligros que vendrían en el siglo XXI. Pensaste en el crecimiento del puerto y con buques de mediano calado, pero no las monstruosas inversiones que desde algunos años se realizan amenazando la existencia de la flora y fauna relacionada con el mar. Menos aún el peligro real y concreto que se cierne sobre la cultura yoreme mayo que considera a la bahía como lugar sagrado y que ha sido por milenios fuente de su sustento material y espiritual.

Soñó Albert K. Owen, soñó tu padre y soñaste tú Jesús en las coordenadas de Ohuira y también sueñan las comunidades yoremes mayo que han dado un nombre contundente a su rechazo a las intenciones de grandes capitales que desean condenar a la extinción la vida vegetal y animal, incluida la vida humana, con tal de que los negocios del gas y del amoniaco den los dividendos que quieren llevarse de México. Ese nombre que da rostro al sueño de las comunidades yoremes se llama: ¡Aquí No! Y desde hace diez años se mantienen en una lucha sin descanso en defensa del lugar sagrado en donde se asentó y sobrevive esa legendaria civilización yoreme mayo.

Ese sueño que encabezan las comunidades de Ohuira, Paredones, Lázaro Cárdenas y Juan José Ríos, ha recibido el Premio Estatal de Derechos Humanos, reconocimiento que emite la CEDH en atención a una Convocatoria y por acuerdo de un Jurado calificador formado para el caso y por un Consejo de premiación que lo confirma. ¿Por qué es importante que el premio lo haya recibido el movimiento ¡Aquí No!? Porque en todo momento vuelve más visible el esfuerzo yoreme mayo por preservar su territorio sagrado, sus costumbres y derechos de pueblo originario.

Te comento también Jesús, que a la vulnerabilidad que se observa a simple vista de alguna manera hoy tiene un alivio: por el Premio recibido, por el importantísimo trabajo que realiza un equipo de abogados que se han especializado en el derecho indígena y que encabezan los doctores Gonzalo Armienta y Bonifacio Ramírez y porque el terco activismo del movimiento de defensa de la Bahía de Ohuira realiza una importante batalla en los tribunales nacionales y sus llamados ante la ONU fueron escuchados. Por su trascendencia, mencionemos el pronunciamiento que han realizado 11 relatores de esa instancia internacional preocupados por la amenaza que significa para la vida marina y de sus litorales las pretendidas plantas de amoniaco y gas.

Por el comportamiento que los capitales centrales tienen en todo el orbe, la situación en tu querida Bahía de Ohuira es de alta incertidumbre. No basta ni bastará tener la razón en los planteamientos de la iniciativa yoreme ¡Aquí No! Tampoco la lucha desigual que ahora se desarrolla en los tribunales nacionales y, quizá muy pronto, en instancias judiciales internacionales, tiene plenas garantías. Todo ello urge, Michel Jacobo, a la solidaridad con esa tribu, con esa civilización originaria a la que siempre sentiste ser tu origen y referente. Hace 38 años que partiste de este Valle de Lágrimas y es una gran pena que ese derroche de energías que te acompañaba en todo momento esté ausente y que tu imponente presencia no esté con nosotros. Pero hay una escuela que formaste junto a Norma Corona, Jorge Aguirre, Carlos Gilberto Morán Cortés, Manuel Osuna Zataráin y Rafael Cabrera, que ha sentado sus reales y que mantendrá la solidaridad y el respaldo moral que tus hermanos, nuestros hermanos yoremes mayos, necesitan ahora más que nunca.

No descanses en paz Jesús, hasta que veamos que la justicia plena se pasee sin restricciones por las calles y humedales de la Bahía de Topolobampo.

 

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