El pasado domingo tuve la oportunidad de participar como expositor invitado en el evento “Dialogo sobre: La crisis hídrica en Sinaloa” que fue organizado por la Fundación Sinaloense para la Conservación de la Biodiversidad A.C. Quiero agradecer por este medio la invitación y compartirles en esta ocasión las reflexiones que presenté sobre la crisis hídrica en el mundo y en particular en Sinaloa, bajo una perspectiva económica.

Lo primero que quiero decir es que pienso que la sequía, la crisis hídrica, tiene que ver con el cambio climático, pero también con una mala gestión de los recursos hídricos. Que la falta de agua afecta el desarrollo de las actividades productivas es cierto, pero hay que decir también que es la forma en la que hemos venido produciendo y consumiendo, la que en buena medida ha provocado el cambio climático y en consecuencia una de sus manifestaciones, la sequía.

El modelo de producción implementado en el siglo anterior y en lo que va de este, nos ha llevado a una situación que se caracteriza por el calentamiento global, la destrucción del ambiente y el agotamiento de los recursos. Los procesos de producción se han caracterizado por la secuencia extracción-consumo-desecho, pero esta se ha vuelto insostenible, lo que hace necesario un cambio profundo en nuestra manera de hacer las cosas. La cantidad de materias primas extraídas, cosechadas y consumidas en todo el mundo ha aumentado un 60% desde 1980, los últimos cuarenta años.

Reflexionen ustedes sobre estos datos. Solo en los últimos 20 años hemos utilizado tantos materiales como en todo el siglo XX. Ahora estamos extrayendo 100 mil millones de toneladas de nuevas materias primas de la tierra, más de 3 veces que hace 50 años.

 

Pero, además, una proporción cada vez mayor de personas vive en zonas urbanas. Se calcula que, en el mundo, más de la mitad de la población vive en ciudades y que, para 2045, la población urbana mundial aumentará en 1.5 veces hasta llegar a 6 mil millones de personas. En México, con datos del Censo de Población y Vivienda 2020, se sabe que cerca de dos terceras partes de la población vive en localidades de 15 mil habitantes o más, y la mitad de la población nacional vive en ciudades de 100 mil habitantes o más. ¿Pero eso qué tiene que ver con el cambio climático y la sequía?

Sucede que las ciudades son también un foco de atención fundamental en estos temas, porque ellas son responsables del consumo del 75% de los recursos naturales, del consumo del 66% de la energía producida y del 54% de los materiales del mundo, y se espera que para 2050 quienes vivimos en las ciudades consumamos el 80% de los alimentos disponibles. Adicionalmente, las ciudades emiten entre el 50% y el 80% de los gases de efecto invernadero globales y generan la mitad de los residuos sólidos del planeta.

Así, el modo de producción, el crecimiento de la población y una modernidad mal entendida, son las causantes del deterioro ambiental y del cambio climático. En consecuencia, la demanda del recurso hídrico, en todo el mundo y Sinaloa no escapa a esta lógica, se encuentra presionada por el aumento de la población, el crecimiento de la infraestructura urbana y la complejidad que a través del tiempo han adquirido las actividades productivas. Por su parte, la oferta del recurso hídrico enfrenta factores que inhiben su desarrollo, que están ligados fundamentalmente al cambio climático, que ha generado un aumento en los niveles de temperatura y que ha alterado el ciclo de las precipitaciones afectando las fuentes de almacenamiento y abastecimiento de las cuencas.

Entidades federativas como Sinaloa, dadas las características de su estructura productiva, son regiones particularmente importantes en los análisis de este tipo, en tanto son parte fundamental de la generación del problema, pero además son territorios que especialmente enfrentan los efectos y las consecuencias de fenómenos como la sequía.

Se sabe que las actividades productivas responsables de la generación de la mayor parte de los residuos y las emisiones son la construcción, la movilidad y el transporte, los bienes manufacturados, y los sistemas alimentarios. Estos últimos, generan un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Sinaloa se encuentra entre los principales productores de alimentos en el país y en su estructura productiva las actividades primarias representan el 11.3 por ciento. Además, casi toda nuestra escasa industria manufacturera está ligada a la producción de alimentos y cerca del 90 de nuestras exportaciones son también productos alimenticios.

Pero la producción de alimentos, además de ser una actividad que mucho tiene que ver con las causas del cambio climático, es también una de las que más resienten sus efectos, en especial la escasez de recursos hídricos. Para darnos una idea de la magnitud del problema, hay que decir que, por ejemplo, del agua concesionada para usos consuntivos en el municipio de Culiacán, el 92 por ciento está destinada al sector agrícola, el 8 por ciento al abastecimiento público y el restante a la industria autoabastecida. Esta proporción contrasta con el promedio nacional, que destina 76 por ciento al sector agrícola.

Se sabe que buena parte del agua concesionada a las actividades productivas, agrícolas principalmente, se desperdicia, no se aprovecha. Por eso, si se busca conseguir una sustentabilidad a partir de la gestión del agua, en un futuro inmediato deberán normalizarse y estandarizarse las medidas de eficiencia en el riego para los cultivos agrícolas. Para resolver que más de la mitad del uso que se le da al agua en el sector agrícola sea desaprovechado y consuma tiempo para regresar al ciclo hidrológico, se requieren ejecutar técnicas y tecnología que incrementen la eficiencia del uso del agua en este sector, para que, junto a la implementación de la infraestructura verde, se pueda solventar el déficit de agua que se presenta de forma cíclica cada año en ciertos sectores del estado.

En varios de los municipios de Sinaloa, la problemática en la oferta de recursos hídricos recae principalmente en la pronunciada desproporción en la asignación de agua por la prioridad que se otorga al sector agropecuario, y es en ese sector donde se da el mayor desaprovechamiento de agua tanto en términos absolutos como relativos. Si se implementaran lineamientos o normas que obligaran a los participantes de este sector a hacer un uso más eficiente del agua, en conjunto con una infraestructura adicional de almacenamiento y distribución, se podría asegurar fácilmente la disponibilidad del recurso para un largo plazo.

Por lo pronto, existe una gran preocupación entre los productores agrícolas de la entidad por la incertidumbre que genera la crisis hídrica que ya es evidente. Más aún, todos debemos estar preocupados por los efectos económicos sobre el sector, porque seguramente esto repercutirá en la dinámica de crecimiento de la economía sinaloense, hacia el cierre del 2023 y durante el 2024. Considerando las estimaciones hechas por el Dr. Luis Armando Becerra (profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UAS), en el más reciente ciclo agrícola, debido a la escasez de agua, se dejaron de sembrar alrededor de 250 mil has en el estado. En términos monetarios, esto equivaldría a la cifra de 15 mil millones de pesos, lo que significa alrededor del 2 por ciento del PIBE.

Esto es muy grave, porque como he señalado las actividades primarias, representan más del 11 por ciento de la estructura productiva de la entidad, pero, además, son las actividades primarias las que han sostenido desde el 2022 el lento ritmo de crecimiento de la economía sinaloense, dada la débil dinámica económica de las actividades secundarias y terciarias.

Para terminar, me interesa dejar clara mi postura en el sentido de que, para resolver, o al menos amortiguar los efectos de la crisis hídrica, es muy importante buscar la forma de resolver sus efectos, pero es fundamental avanzar en la atención de sus causas. Dejar en claro también, que el problema de la sequía, la crisis hídrica, es consecuencia del cambio climático, pero es también resultado de una mala gestión de los recursos hídricos.

Para que tuviéramos una adecuada gestión de los recursos hídricos sería necesario, entre otras cosas, lograr un equilibrio en la distribución del agua entre sus distintos usos consuntivos, lograr que no se desaproveche o desperdicie y democratizar el uso del agua. Es urgente un replanteamiento de la política de gestión del agua en Sinaloa y especialmente en el sector agrícola y en las grandes ciudades. Este replanteamiento debe tener como objetivo hacer eficiente su uso, minimizando el desperdicio y utilizando como marco general el principio de sustentabilidad. Esta sustentabilidad debe responder a un esquema que haya funcionado en otras ciudades del país y del mundo, conocidas como ciudades verdes o ciudades sustentables. La sustentabilidad no sólo consiste en la preservación de los recursos naturales, sino en asegurar su permanencia mientras se les da un aprovechamiento socioeconómico que mejore la calidad de vida de la población. Debemos encaminarnos hacia la circularidad del agua.

Para terminar, quiero compartirles que unos días antes del evento en el que tuve oportunidad de participar y cuya aportación aquí he expuesto, se realizó, para abordar preocupaciones similares, el Primer Conversatorio “El agua para la agricultura: búsqueda de soluciones desde la ciencia”. Esta actividad fue convocada por la Coordinación General para el Fomento a la Investigación Científica e Innovación del Estado de Sinaloa (CONFÍE) cuyo Director General es el Dr. Carlos Karam Quiñones, con la finalidad de recoger de los especialistas en agricultura e hidrología, opiniones y alternativas de solución a la problemática del agua en la agricultura. Los puntos de acuerdo más importantes fueron los siguientes:

  1. Necesidad de eficiencia en el uso del agua en la agricultura: Varios participantes mencionaron la importancia de hacer más eficiente el uso del agua en la agricultura, tanto en términos de distribución como de técnicas de riego.
    Importancia del tratamiento de aguas residuales: Se destaca la necesidad de invertir en investigación, ciencia y tecnología para el tratamiento de aguas residuales y su reutilización en la agricultura.
  2. Educación y concientización sobre el uso adecuado del agua: Se coincide en la necesidad de educar a la población, especialmente a los agricultores, sobre el uso correcto y eficiente del agua en la agricultura.
  3. Coordinación entre gobierno, academia y usuarios del agua: Se menciona la importancia de establecer mecanismos de colaboración entre diferentes actores, incluyendo gobierno, academia y usuarios del agua, para abordar de manera efectiva la crisis hídrica.
  4. Inversión en investigación y desarrollo tecnológico: Varios participantes coinciden en la necesidad de invertir en investigación y desarrollo tecnológico para encontrar soluciones innovadoras a la crisis hídrica, incluyendo el monitoreo en tiempo real de los cuerpos de agua y el desarrollo de nuevas técnicas de riego.
  5. Planificación estratégica y gestión eficiente del agua: Se destaca la importancia de realizar una planificación estratégica y una gestión eficiente del agua, así como la necesidad de establecer políticas públicas basadas en datos y evidencia científica.
  6. Reutilización del agua y tecnologías de tratamiento: Se menciona la posibilidad de reutilizar el agua residual y la importancia de implementar tecnologías de tratamiento para garantizar su calidad en la agricultura.

 

 

 

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