A estas alturas, sin importar si se es fan o no, cualquier persona con un conocimiento mínimo sobre manga o anime reconocería la bandera de los «Sombreros de Paja» en One Piece, la cual por estadística de ventas es en la actualidad la obra de ficción más popular del planeta.

La presencia de este emblema en protestas de carácter político en países como Kenia, Indonesia o Nepal fue un gesto contestatario concebido de manera orgánica (y hasta cierto punto, irónica) por adolescentes y adultos jóvenes de la generación z o centennials.

Una acción percibida por los fans de Luffy y sus nakamas como un acto acorde con el espíritu de rebelión reflejado en la obra y que al ser duplicado en México, solamente genera sospechas, más aún si el movimiento que lo emplea se llama literalmente «Generación » y cuenta con el apoyo de partidos políticos de derecha y medios de comunicación tradicionalistas.

Y no es la primera ve que ocurre esta paradójica fascinación de frentes ideológicos conservadores e iconos de la cultura geek de carácter revolucionario, lo cual deja una duda: ¿Realmente este sector entiende estas obras?

¿Como podría un fan de Star Wars, una clara alegoría del conflicto bélico entre Estados Unidos y Vietnam desde la perspectiva de los vietnamitas, sentirse plenamente identificado con las atrocidades cometidas por el imperio?

Aún conociendo el funcionamiento de los distritos y su posicionamiento jerárquico ante el Capitolio en «Los Juegos del Hambre ¿Puede esa persona seguir apoyado un sistema meritocrático?

Integrantes a grupos radicalizados de «red pillers» inspirados en la estética de «The Matrix» bajo una supuesta defensa de la masculinidad a través de discursos a menudo misóginos y clasistas, ¿Sabrán que les inspira una obra creada por dos mujeres trans cuyo tema central es precisamente descubrir quien eres y salir de tu crisálida mental?

Y sí, las obras anteriormente mencionadas pudieran ser consideradas como simples medios de ocio y entretenimiento creadas en naciones conservadoras y capitalistas. Pero entender la diferencia entre el medio y el mensaje, es un matiz que la mente de derechas pudiera no comprender del todo. Al menos hasta hoy, no ha podido demostrar lo contrario.

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