Luis Armando Becerra-Pérez <[email protected]>
Roberto Alonso Ramos-Alvarez <[email protected]>
El uso generalizado de plásticos en la economía, aunque funcional en términos de producción y consumo, ha generado una crisis ambiental sin precedentes, cuyas consecuencias están comenzando a manifestarse con mayor fuerza en la salud humana y en los ecosistemas.
A pesar de los beneficios evidentes de reciclar, esta práctica sigue siendo limitada, lo que ya está generando problemas ambientales y de salud pública. Existen diferentes pruebas científicas de que los micro y nanoplásticos están siendo inhalados y consumidos por la población, y muy poco se está haciendo para evitarlo.
Los microplásticos se ubican entre 1 y 1,000 micrómetros (µm, milésima de milímetro), mientras los nanoplásticos entre 0.001 y 1 µm. La evidencia empírica muestra que los micro y nanoplásticos pueden ingresar al cuerpo por medio de la inhalación de aire y/o alimentación, y dependiendo de su tamaño y del metabolismo de las personas, pueden circular a través del cuerpo y acumularse en distintos órganos como hígado, riñones, pulmones, bazo, estómago, placenta, mente, piel, y en general, en el cualquier parte del sistema respiratorio (CIEL, Center for International Environmental Law, 2025).
La gran cantidad de plástico acumulada en los mares, bahías, ríos y campos facilita su llegada a los humanos, lo que afecta la salud de todos los habitantes, incluso de los fetos que están en desarrollo en la placenta de las mujeres embarazadas. Aunque los micro y nanoplásticos siguen aún en estudio, se ha demostrado que la inhalación de estos están relacionada con trastornos pulmonares como alveolitis alérgica extrínseca y neumonía crónica, enfisema pulmonar, bronquitis crónica, estrés oxidativo y la formación de especies reactivas de oxígeno (ROS), tos, dificultad para respirar y reducción de la capacidad pulmonar, entre muchas otras enfermedades (CIEL, 2025; ver figura 1).
Una vez dentro del cuerpo, dependiendo de la cantidad acumulada, los micro y nanoplásticos pueden provocar desórdenes en el desarrollo neuronal de los infantes, relacionándosele con ADHD (trastorno por déficit de atención con hiperactividad) que consiste en dificultad para prestar atención, la hiperactividad y la impulsividad, pudiendo generar baja autoestima, problemas en las relaciones y dificultades en la escuela. También están relacionados con autismo, decrementos de IQ y déficit cognitivo. Igualmente, la ingesta de micro y nanoplásticos se relación con desordenes cardiovasculares, hormonales, problemas en la reproducción femenina, masculina y trastornos metabólicos en general (Ver fig. 2).
Ante estos impactos, es fundamental actuar sobre las causas estructurales del problema, que pueden resumirse en una falta de cultura ambiental que conduce a una escasa participación social en el reciclaje de plásticos, en un marco normativo laxo y deficiente, en la ausencia de educación ambiental desde la primaria hasta la universidad, y en una mala gestión de residuos a nivel estatal y municipal.
Fig. 1. Lugar del cuerpo humano donde se acumulan los micro y nanoplásticos.
Fig. 2. Impactos en la salud humana por la exposición a los químicos de los microplásticos: trastornos neurológicos, enfermedades hormonales, cardiovasculares, respiratorias, repercusiones en la salud reproductiva femenina y masculina, trastornos metabólicos, y problemas en el embarazo.
Los datos
La producción mundial de plástico en todas sus presentaciones y usos no deja de aumentar. Bajo un modelo de economía lineal, donde se prioriza la producción siguiendo un patrón de consumo que fomenta la filosofía de “comprar-usar-tirar”, millones de toneladas de materiales son desechados, que al conjugarse con una mala gestión, terminan en los mares y cuerpos de agua del planeta, volviendo a nosotros en forma de alimentos. La figura 3 muestra la generación de residuos plásticos primarios a nivel mundial, clasificados por tipo de polímero y codificado por reciclabilidad. Observar que el polietileno de alta densidad (HDPE, High-Density Polyethylene) y el tereftalato de polietileno (PET, Polyethylene Terephthalate) son de alta reciclabilidad, de los cuales en el año 2019 se produjeron 45 y 25 millones de toneladas respectivamente (OECD 2022, in OurWorldinData.org/plastic-pollution).
Algo que evidencia aún más el problema es cómo la sociedad esta lidiando con los plásticos. En datos agrupados por la OECD (2023) para el período 2000-2019 se contabiliza que los residuos plásticos que terminan en los rellenos sanitarios (vertederos) se está reduciendo, lo que implica que la cantidad de residuos que finaliza en lugares distintos a los vertederos o que son incinerados, está aumentando (ver figura 4). Mientras en el año 2000 el 59% de los plásticos terminaba en los vertederos, en el 2019 sólo lo hacía el 49%; en tanto la incineración aumentó, del 11% al 19% para ese mismo periodo. La tasa de reciclaje de plásticos a nivel global es muy baja y no rebasa el 10%. Por ejemplo, del total de plásticos generados en el 2019, sólo el 9.3% se recicló, el 19% fue incinerado, el 22.5% fue mal gestionado y el 49.2 fue a los vertederos (OECD, 2023). Se entiende por “mal gestionado” (mismanaged) aquellos plásticos que fueron quemados en fosas abiertas, vertidos en los mares y ríos, depositados en vertederos insalubres, entre otros lugares.
Hay que decir que esta tasa de reciclabilidad no es uniforme en todos los países, ni existe un acuerdo entre todas las fuentes. Depende de la cultura y esfuerzos de cada región, del tipo de plástico que estemos hablando, del marco normativo existente, y del compromiso de las instituciones gubernamentales, privadas, educativas, organizaciones sin fines de lucro, y en general, del involucramiento de la sociedad.
Se ha encontrado que la tasa de reciclabilidad de los polímeros con mayor valor (HDPE y PET) puede ser de hasta el 14% a nivel global (Fundación Ellen MacArthur, 2019). Por otro lado, Geyer et al. (2017) han encontrado que únicamente el 10% del PET se recicla más de una vez, representando este aspecto otro problema, dado que implica la cantidad de veces que se puede reciclar un polímero, que a la vez está asociado con su calidad.
El tiempo que tardan en desintegrarse los desechos que se acumulan en los océanos es altamente sorprendente. Ejemplo, el hilo de pescar tarda 600 años; las botellas de plástico y pañales desechables tardan 450 años; los portavasos de plástico de 6 anillos tardan 400 años; las latas de aluminio tardan 200 años (OurWorldinData.org/faq-on-plastics).
Fig. 3. Generación mundial de residuos plásticos primarios por tipo de polímero, 2019.
(color verde: alta reciclabilidad; color azul: moderada reciclabilidad; color anaranjado: limitada reciclabilidad; color rojo: no reciclabilidad; color violeta: reciclabilidad desconocida).
Fig. 4. Residuos plásticos globales por método de gestión, 2000-2019.
(los residuos plásticos mal gestionados (mismanaged) incluyen plásticos quemados en fosas abiertas, vertidos en los mares y ríos, depositados en vertederos insalubres, etc.).
Nuestra realidad
En México los esfuerzos de reciclaje de materiales son insuficientes y la cultura de reciclar PET es muy limitada, lo que está contribuyendo a incrementar la cantidad de desechos plásticos que terminan en vertederos y espacios públicos. Consiguientemente hace falta promover una mayor cultura sobre las ventajas de reciclar PET, cambiando la conciencia de las personas sobre este tema, siendo la única vía a largo plazo que realmente puede hacer la diferencia en este problema social, que no solo representa un desafío ambiental, sino también un problema creciente de salud pública, que requiere la intervención desde distintos sectores y organizaciones.
Establecer una política transversal en todo el sistema educatvio, desde la primaria hasta la universidad, puede contribuir a desarrollar una cultura de reciclar, convirtiéndose en detonadores de una mayor consciencia social sobre acciones específicas que contribuyen a reducir el calentamiento global y a mejorar la sostenibilidad del planeta.
El gobierno de México tiene el compromiso de eliminar el 100% de los residuos plásticos de las playas para el 2030. Actualmente se generan en México 15 mil toneladas diarias de plástico, de las cuales el 80% termina en las costas y playas del país; la meta es eliminar la llegada de 3 mil toneladas diarias por año, principalmente de PET (Semarnat, 2025). Hacemos votos por que dicho compromiso se cumpla, pero que además, se formalice una política permanente que desarrollo la cultura de reciclar desde los hogares, restaurantes, comercios, plazas, escuelas, y de cualquier otra empresa. Debe establecerse como obligatoria la “responsabilidad extendida del productor”, para que toda empresa que utiliza plástico, como contenedores, bolsas, PET, etc., sea también responsable de dicho plástico una vez que el consumidor lo ha utlizado.
Lo anterior está alineado a los compromisos de México con los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible ) de la ONU, principalmente con los objetivos número 3 (salud y bienestar), 6 (agua limpia y saneamiento), 11 (ciudades y comunidades sostenibles), 12 (producción y consumo responsable), y 13 (acciones por el clima).
Vemos que existe una limitada educación ambiental en los programas educativos vigentes y que no se está sensibilizando a las nuevas generaciones sobre el valor de los materiales reutilizables. Se observa, particularmente en el ámbito educativo, la falta de iniciativas concretas para fomentar la recolección y reutilización de residuos, como son los plásticos. El reto actual no solo es la recolección y procesamiento de plásticos per sé, sino cambiar la consciencia de las personas sobre el PET, lo cual es la única forma de asegurar un cambio verdadero en la sociedad, misma que presionará a que se realicen los cambios normativos necesarios para mejorar la sostenibilidad.
En el caso de Sinaloa, la problemática prácticamente es la misma. Independientemente de lo que se haga a nivel nacional, a nivel local se pueden impulsar proyectos específicos que por medio de una metodología de “learning by doing” dirigidos al segmento de población joven, de preferencia niños y adolescentes que cursan su educacion primaria, secundaria y preparatoria, con el objetivo de desarrollar la cultura de reciclar PET.
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