México sin futuro y destino doloroso. La destrucción es arrasadora y el legislativo dirime retroceso, desunión y vandalismo. En ningún momento el mexicano derramo su sangre por saqueo, pillaje, mediocridad, pobreza, mendicidad y represión, sino por libertad, democracia y derechos humanos relacionados a salud, educación, formación, valores, seguridad, bienestar y justicia.

La lucha ha sido contra los malos gobiernos, no por institucionalizar administraciones corruptas ni congresos serviles, ni para tener partidos piratas ni mercenarios políticos. Hoy, los idearios Patrios se pisotean, la Constitución se viola y el estado de derecho se desprecia; y hasta el exterior se escucha el festín de esa banda que se apropió de los poderes Ejecutivo y Legislativo y que, como menú, el platillo fuerte es la destrucción del Poder Judicial. Realidad impensable en el proceso electoral del 2018, y desde entonces la espiral del retroceso es la constante creciente.

Tanta bajeza de la política es impensable y menos el destino que nos depara. Hoy, somos testigos que, en el 2018, el poder se lo otorgamos a un movimiento cuyo líder ni idea tiene de lo que significa dignidad, trabajo, valores y respeto, y menos la cesta de dificultades que el microempresario tiene que subsanar para sobrevivir, no se diga para crecer y generar empleos e impuestos.

 

El poder se lo dimos a un movimiento que odia la prosperidad y que despilfarra recursos a manos irracionales e insaciables; que ha quebrado al País y condenado a los mexicanos a ser esclavos de cargas fiscales interminables; a un gobierno que desprecia la verdad, el esfuerzo, el conocimiento, la unidad, el dialogo y las mejores prácticas, y que, en cambio, cobija a dictadores y se rodea de mediocres.

A Morena, no le interesa diálogo, respeto, unidad, estado de derecho, división de podres y federalismo ni democracia, sino destruir la escalera por la que llegó al poder. De ahí su desprecio hacia la rendición de cuentas, al análisis, la información, el conocimiento, los valores y la formación, o que sus miembros, los que en su momento lucharon por las causas sociales, la libertad y la autonomía, de reprimido se convirtieron en represor. Esa es la miseria política que nos gobierna.

Nada que agregar. Los datos duros muestran una realidad cruel y deplorable. Pero también, y grave, nuestra apatía, insensibilidad y conformismo. Somos indiferentes ante tanta destrucción y dolor; al sinsentido de la política y al abandono al que han caído millones de nuestros hermanos y que hoy deambula en la mendicidad o como pordioseros en el mundo al que la drogadicción los ha llevado. Somos indiferentes ante la pérdida de camino de mucha parte de nuestra juventud y al destino deplorable al que han caído.

Que vamos de mal en peor no es notica como tampoco el desprecio que el gobierno le tiene a la Constitución ni el analfabetismo que trasudan una gran parte de nuestros legisladores. Preocupa la burbuja en la que viven muchos de los ciudadanos con conocimientos sólidos y estudios superiores, así como el actuar de muchos de los empresarios que, teniendo la fuerza para dignificar a México y obligar al gobierno que opte por las mejores decisiones, opten por arrodillarse.

 

Que México requiere una reforma sí, pero una que estructural y que cualitativamente dignifique la Administración Publica y los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Una reforma que privilegie valores y fortalezca el estado de derecho; que destierre mediocridad, discrecionalidad, servilismo, improvisación, simulación, vandalismo e ineficiencias, y donde a los puestos de elección sólo compitan a los ciudadanos más virtuosos. Una reforma que le imponga límites al Ejecutivo, y le otorgue soberanía a los poderes Legislativo y Judicial.

El plan C es venganza y muestra lo más bajo, servil y miserable de la política. La administración por emprender, ya desde ahora tiene una losa demasiado incierta y pesada. Y que lamentable sería que Claudia, al ser la primer mujer presidente de México, su administración sea un símil de la Plutarco Elías Calles.

 

Los mexicanos debemos pagar por lo que no fuimos capaces de valorar. Y cuando hayamos aprendido a valorar y luchar por nuestra libertad y democracia, y aprendido el papel que en ello tiene la unidad y el federalismo, justo en ese momento tendremos la fortaleza para tener el gobierno que nos represente.

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