Hace rato; aquí, en esta mi casa editorial, Revista Espejo; leí un trabajo serio sobre el cálculo estimado de lo que ha costado esta narco-guerra (solo contando desde el 09 de septiembre del 2024), no recuerdo quien se lo aventó, pero por aquí debe estar, es cosa que le busquen si lo quieren leer. Pero eso fue hace meses, segura estoy que el costo no hizo más que subir con el paso de estas semanas/meses.
Se me hace que todxs nos hemos enterado o visto que negocios han cerrado, desde los muy grandotes hasta los muy pequeños. Y algunos, aún cerrados han sufrido siniestros. Quienes aún sobreviven, han tenido que hacer mil y una acrobacia para mantenerse abiertos; de eso sí le sé, pues trabajo en un restaurante en Las Quintas; otro día les platico de eso.
Pero, en esta ocasión quiero compartirles algo más personal, más íntimo y reciente.
Para fines prácticos, esto que les voy a platicar podría suceder en cualquier rancho del estado. Porque la neta, las rancherías, sean serranas o costeras, hasta donde he sabido, padecemos casi lo mismo.
Sí me leen como pan caliente, osease el miércoles 30 de abril del 2024; sepan que hoy operan de emergencia a mi papá. Es una operación riesgosa como muchas, pero pues el vato es adulto mayor y eso siempre le suma riesgo y preocupaciones a cualquier operación. Si aún les queda un rezo, una oración o algún buen deseo, paro, guíenlo para el ruco. Plis.
Mi papá tiene como dos meses batallando con la salud, como los viejos de antes, de un chingazo se puso malo. Hace nada, madrugaba a ordeñar las vacas y ahora ya las vendió (para costear al menos parte de su recuperación) y está en miras de vender hasta la parcela y la casa de ser necesario.
A webo que eso siempre es bien cabrón de llevar como familia, pero, ahora súmenle tener que vivirlo en medio de este mar de balas, bombas, incendios, desapariciones, y un largo mortal etcétera. A ratos andamos como gallinas sin cabeza, sin saber bien que hacer.
Cuando habíamos visto a todo un rosario de especialistas: oftalmólogo, internista, urgenciólogo, angiólogo, neumólogo, alergólogo, una bruja que hecha las cartas, etc. Supimos que, pues el horcón del medio (osease mi apá) debía estar lo más tranquilo posible y allí fue donde valimos verga.
Pensamos que mi carnal se fuera unas semanas/meses al rancho a estar con ellxs (papá y mamá) mientras, nosotras le pagábamos a él lo que gana en la tienda donde trabaja; esto, solo mientras tuviéramos un turno en el IMSS para que lo operaran. Y claro, que estuviera viniendo con ellxs a las consultas previo a esa operación.
No solo porque en el IMSS le programaron la cita con el especialista para tal día y los estudios (que vería el especialista) para dos meses después, mucho mucho no hay que pensarle para llegar a la conclusión que en el IMSS no les importamos ni vergas; sino que, la urgencia del viejo no va con las capacidades/ritmos mortales del IMSS; es por eso que pues a vender hasta las nalgas con tal de no esperar más.
Pero no es el tema de vivir en carne propia la burocracia del IMSS lo que les quiero platicar porque pues esas no son nuevas noticias. Hace años que el IMSS no puede (a veces ni quieren) cubrir las necesidades de salud de sus derechohabientes.
Lo que les quiero contar es como esta narco-guerra está hasta en las pláticas en la cocina. Ahora, lo cotidiano son las bombas, las que detonan, como las que no. No olvidemos que a las afueras de una escuela duró un carro abierto con unas bombas varios días a la espera de que explotaran y matara a lxs vecinxs o que el especialista de la GN tuviera una chancita y pasara a desarmar esas bombas. Lo que fuera primero pues, por bendición divida alcanzó a desocuparse antes de que explotara y retiraron el carro con todo y las bombas de la calle.
Les decía que el plan (aunque momentáneo) era que mi carnal les acompañara en todo momento. El plebe estuvo de acuerdo, el amor a papá y mamá, como la edad no le da para pensar en las posibles implicaciones. La idea era buena: que en vez de estar de arrimados en Culiacán una casa que es ni la mitad de la de ellxs en el rancho, pasaran descansando en una hamaca bajo la enramada en el patio junto a la pingüica es el rancho.
Pero… ¿y la violencia? Pequeño detalle, vea.
El plan se fue a la chingada (y llegó pronto); imaginen que, se pone mal el ruco a media noche. ¿Como vamos hasta el rancho a esa hora sin peligrar el buche? ¿y sí… al gobierno se le ocurre ir por alguien a mi rancho, disparando desde el aire, como ya lo hizo hace meses? Como eso les daría la tranquilidad que necesita mi papá. Y si… de la nada corta la señal (como ya lo han hecho) y en esas hora se pone mal el ruco, ¿Cómo nos enteramos?. Si se les ocurre tener un operativo y cerrar toda circulación y conectividad a esos ranchos, como chingados le hacemos. Como esas muchas, muchísimas dudas; todas relacionadas con esta narco-guerra que no tiene con el Jesús en la boca.
Para no hacerles más largo el pedo, sepan que, mi papá y mamá están en CLN, con los ojos mojados de tanto llorar por sus vacas, su tierra, sus gallinas, sus cochis, sus palos que se van a secar, su casa, la gata, el perro. Pero no por la enfermedad (que awebo preocupa), sino porque han tenido que dejar el rancho y dejar todo atrás, todo por ésta narco-guerra que no solo nos matan a bombazos, sino también de tristeza.
No me despido sin volver a pedirles que le pongan el rezo, la plegaria, el canto, la vela; a mi papá.
Se lo lavan.
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