Entre 1994 y 2018 (durante el periodo neoliberal) el salario mínimo nacional no tuvo ningún aumento en términos reales, al contrario, disminuyó en un 9%, mientras que entre 2018 y 2024 (el sexenio de AMLO) el salario mínimo aumentó de 88 a 249 pesos en el territorio nacional y a 375 pesos diarios en la zona libre de la frontera norte, y más de un 110% en términos reales, según datos de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos, lo que constituye uno de los principales referentes de comparación entre el periodo neoliberal y el inicio del periodo de la 4T, cuyo lema ha sido “por el bien de todos primero los pobres” que ha enfocado gran parte de sus esfuerzos en avanzar hacia la justicia social.
No obstante, los maestros, que se volcaron a las urnas en favor de los candidatos de Morena el 2018 y 2021, en espera de mejores salarios y condiciones de trabajo, la democratización del SNTE y la recuperación de las prestaciones perdidas durante el periodo neoliberal, parecen enfrentar dudas en torno a la elección de 2024.
Con excepción de los activistas y de quienes tienen militancia partidista y política sindical, los maestros que esperaban ser incluidos en el segmento de los pobres y tener aumentos salariales similares a los del salario mínimo, tuvieron aumentos muy similares a los del periodo neoliberal con ligeros incrementos adicionales para quienes ganaban menos. Los aumentos más significativos –igualación a 16 mil 200 pesos mensuales— aplicados el año pasado, terminaron siendo fundamentalmente para los trabajadores de apoyo (administrativos e intendencia) que ahora ganan igual que los maestros, a pesar de no hacer examen de ingreso, no tener que acreditar estudios profesionales (título profesional) y realizar funciones de menor responsabilidad y exigencia formativa.
Si bien, consideran justo que los trabajadores de apoyo tengan un mejor salario que el que percibían, consideran injusto que, con el nivel de exigencia, responsabilidad, formación académica profesional y requisitos de ingreso que se les pide a los maestros, ganan igual que los trabajadores de intendencia y administrativos. Y aunque este 15 de mayo se anunció que tendrían un aumento salarial del 10%, en apariencia, el más alto del sexenio, hasta el momento se desconocen los detalles y particularmente cuánto de aumento se aplicará directo al salario (07).
MAESTROS EXCLUÍDOS DE “PRIMERO LOS POBRES”
El tratamiento que ha tenido este tema ha despertado dudas entre los maestros en torno a si se trata de errores en el manejo presupuestal o de decisiones estratégicas. Primero, los maestros, como empleados de gobierno (aunque tengan salarios bajos) no son incluidos en el segmento de los pobres que han sido prioridad en el sexenio, a pesar de la mayoría quienes tienen ingresos menos bajos los han obtenido gracias a su esfuerzo y desempeño a lo largo de su carrera profesional.
Segundo, los criterios para la aplicación de los aumentos en el sector educativo obedece a la prioridad “primero los pobres”, dejando en segundo plano los criterios de esfuerzo, desempeño, preparación y resultados educativos logrados por los maestros, que habría tenido su mayor empuje durante el inicio de la Carrera Magisterial.
Sin embargo, la transformación a la que aspira la 4T no es sólo la transformación legal y administrativa, en las que se han concentrado los esfuerzos hasta hoy, sino la transformación cultural y social de México y eso sólo es posible mediante una transformación educativa, con el impulso de una educación que trascienda las aulas, que tenga impacto en la vida social, económica y cultural de las comunidades, una educación que trascienda las viejas prácticas antidemocráticas y de manipulación y control político del magisterio, operado vía estructuras burocráticas y sindicales.
Y aunque el modelo planteado en la Nueva Escuela Mexicana contiene una propuesta interesante de educación participativa, de alumnos, maestros y comunidades, que vincule a la educación con la comunidad y que se aterrice en las realidades locales del contexto de la escuela, lo cual es una idea interesante, el nombramiento de políticos ignorantes al frente del sector educativo y la incorporación (y empoderamiento) de los tecnócratas que operaron la desarticulación del sistema durante el neoliberalismo y la implementación de la Reforma Educativa en el sexenio anterior, para operar la NEM, constituye un grave obstáculo para la transformación en materia educativa.
AUTORIDADES EDUCATIVAS, OBSTÁCULO DE LA NEM
No obstante, este no es el único grave obstáculo para la transformación a la que se aspira, pues, según las investigaciones en torno al proceso de aplicación de la NEM, las autoridades educativas –que van desde supervisores escolares, jefes de sector, jefes de departamento, directores de área, subsecretarios y secretarios de educación—, son los que presentan mayor desconocimiento de la propuesta educativa, lo que trae como consecuencia que, en vez de facilitar los procesos de operación de los nuevos planes de estudio de la NEM, se conviertan en los principales obstáculos de su desarrollo, pues imponer como carga extra el llenado de formatos inútiles y complejos para asegurar el control de las actividades de los maestros, inhibe y obstaculiza el desarrollo de su creatividad y su capacidad de aplicación de la propuesta en las aulas.
Otro obstáculo para la aplicación de los nuevos planes de estudio de la NEM lo constituye la normatividad de propia USICAMM (y los criterios para su aplicación), mucho más parecida a la Ley del Servicio Profesional Docente que a las necesidades y requerimientos de la Nueva Escuela Mexicana, además de que establece como requisitos para el ingreso y promoción de los maestros la acreditación de cursos que no corresponden con la visión, contenidos y propuestas de la NEM.
No menos relevante ha resultado la tolerancia de vicios y viejas prácticas de simulación y corrupción consentidas en alianzas y coyunturas político electorales y sindicales pues, si bien, en tiempos electorales la prioridad es “sumar todo lo sumable” y “primero ganar, para poder aplicar”, los acuerdos de tolerancia de vicios basados en la conveniencia política, para avanzar en la transformación, tienden a convertirse en un círculo vicioso en que “no se avanza en la transformación por que la obstaculizan los acuerdos para avanzar en la transformación”. Los criterios políticos priman sobre los educativos.
POLÍTICOS IGNORANTES, OBSTÁCULO PARA LA TRANSFORMACIÓN EDUCATIVA
En ese mismo esquema y con esos mismos criterios, el sector educativo ha sido visto desde hace décadas, como un bastión político y no como instrumento de transformación social. Y aunque durante el periodo de neoliberalismo no había interés en la transformación social, sólo en el manejo de los recursos, durante el sexenio que termina no ha habido una diferencia tan significativa como podría esperarse. El nombramiento de los propios secretarios de educación, sin liderazgo, ajenos al sector educativo y sin compromiso con la educación, constituye una muestra del lugar que ha tenido la educación en la 4T. En este mismo sentido, la democratización del SNTE, que aparecía como una de las principales promesas de campaña en el 2018 es un asunto que quedó pendiente y del que ya no conviene hablar ¿Juego sucio o estrategia? La gran reforma laboral para los trabajadores contemplados en el apartado A del artículo 123 constitucional no abarcó igual para los maestros, clasificados en el apartado B, cuya reforma a la LFTSE fue incipiente y como mero requisito para que no se le aplicara el artículo 11 de la Ley Federal del Trabajo.
FALTAN LIDERES EN EDUCACIÓN
En suma, aunque las reformas en materia educativa están bien orientadas (Ley general de educación, NEM, USICAMM, Ley de Educación superior…), queda claro que han sido insuficientes, pero, también, que lo más importante para avanzar en la gran transformación que apoyó el electorado en el 2018 no sólo son los cambios legislativos, sino su aplicación y, sobre todo, los criterios de aplicación, así como la selección y nombramiento de sus aplicadores, pues es un contrasentido que los operadores de la transformación en la 4T sean los mismos que operaban las políticas neoliberales en los gobiernos anteriores.
La gran transformación propuesta no se logrará sólo con reformas legislativas y normativas. Se requiere visión de la educación como el principal instrumento de la transformación; formación y compromiso con la educación transformadora y, sobre todo, liderazgo en el campo educativo. Se requieren secretarios de educación que se pongan la camiseta de la educación, no secretarios que lleguen pensando en cómo usar la estructura y los recursos del sector educativo como plataforma para saltar a su próximo puesto. Secretarios de educación que vengan a dirigir la educación, no sólo a administrar la inercia y a buscar provecho político y personal aprovechando el cargo.
Los maestros han demostrado, históricamente, su nobleza, su vocación y compromiso con la educación como instrumento de transformación de la vida de sus alumnos y sus comunidades. Lo hicieron durante la independencia, durante la reforma y durante la revolución, sin embargo, lo hicieron bajo el liderazgo de grandes hombres como Ignacio Manuel Altamirano, Rafael Ramírez y José Vasconcelos, no bajo el mando de políticos de paso, ignorantes y comprometidos sólo con sus intereses partidistas o particulares.
La educación, para que sea transformadora, debe trascender la mera inercia de ir a la escuela o de dar clases; debe traspasar las aulas y conectarse con las comunidades, fundirse con la sociedad en una nueva visión del mundo, una visión participativa, democrática, inclusiva y de respeto a la diversidad y de interculturalidad. Sin embargo, para encauzar y encabezar este proceso se necesitan líderes, líderes comprometidos con la educación y con el cambio necesario, convencidos de que es posible impulsar el desarrollo sin sacrificar el bienestar.
Desafortunadamente, en los últimos tiempos, sólo han estado al frente de la educación en México burócratas y políticos advenedizos que viven pendientes de los deseos de sus jefes políticos y no de las necesidades y problemas de la educación. Y donde, lo más parecido a un líder, son los dirigentes sindicales, especializados es burlar la voluntad de sus agremiados y hacer negocios particulares al amparo del poder de negociación que les da el cargo y el manejo de las cuotas sindicales. Es decir, el liderazgo de los dirigentes sindicales es cada vez más limitado toda vez que ha quedado claro que no representan el sentir y el pensar de la mayoría de los maestros, aunque legalmente tienen su representación y, por tanto, puede tomar acuerdos (en su nombre y representación) con el gobierno.
EN LA SEP TODOS CONTRA TODOS
Debe quedar claro, entonces, que no es lo mismo la educación (esbozada en la ley y los planes de estudio), que los maestros con su práctica docente, o que las autoridades directivas que coordinación la operación educativa; que los burócratas, empoderados en la aceleración o retraso de trámites, o que los políticos (ignorantes del tema educativo y ajenos a la cultura, a la normativa y a la dinámica del sector), o que los dirigentes sindicales. Todos tienen su propia visión, su filosofía y sus intereses y éstos, con mucha frecuencia, se contraponen, chocan y comúnmente, se boicotean entre sí, dando como resultado que no se logren los propósitos educativos por más nobles que sean. Y esta situación no es privativa de este sexenio ni del anterior. Es el resultado, en gran medida, del descuido, de la falta de conocimiento y liderazgo en la conducción institucional y de los vicios tolerados al amparo de acuerdos políticos entre gobernantes y dirigentes sindicales desde mediados del siglo pasado.
Es decir, para que la maquinaria de la educación marche en un mismo sentido para la transformación social del país que se propone la 4T, es necesaria una visión global, integral del sector educativo, con liderazgo y capacidad de diálogo, que presione y convenza, que incite y oriente, que encabece y viva los cambios, que sude la camiseta y se comprometa en un proyecto educativo transexenal. Si no hay capacidad para articular a todo el aparato educativo, para que marche en un mismo rumbo, mucho menos habrá capacidad para usar a la educación para la transformación social del país.
En suma, se ha avanzado muy poco en este sexenio, en el sentido de articular a la educación como instrumento de la transformación social que se plantea la 4T. Hay mucho que cuestionarle al desempeño del actual gobierno y en lo que deja por hacer. La tarea que le espera al próximo gobierno en materia de educación es ardua y compleja, pero también obligada si se quiere consolidar la transformación propuesta.
LA NEM MUY BIEN, SUS APLICADORES NO
En su favor, hay que decir que el rumbo planteado en la ley de educación y en la NEM, va de acuerdo con las tendencias mundiales de respeto a la diversidad, inclusión e interculturalidad, que las metodologías propuestas de compromiso y vínculo con la comunidad son pertinentes. En lo que el actual gobierno ha quedado a deber, en materia educativa, se ubica el poco valor que se le ha dado a la educación como medio para la transformación social; los criterios de aplicación de la USICAMM y de la propuesta de la NEM, y la selección de las autoridades para impulsar la transformación educativa, más allá de la administración de inercias. No se ha logrado resarcir la mayor parte de los estragos generados durante el neoliberalismo, como la pérdida de prestaciones laborales, particularmente en el sexenio anterior. Quedan pendientes también la real dignificación magisterial y la recuperación salarial de los maestros.
NO AL REGRESO DE LA REFORMA EDUCATIVA
Sin embargo, si bien hay muchas fallas y deficiencias en la administración del sector educativo, que ha generado dudas del magisterio en torno a la conveniencia de seguir apoyando a la 4T, en lo que definitivamente no debe haber duda es en torno al riesgo del regreso de la penalización o el despido de los maestros que no se evalúen cada cinco años, la pérdida de sus bases definitivas a punto de jubilarse, la pérdida de gran cantidad de prestaciones laborales, conseguidas a lo largo de décadas de gestión, la descalificación y satanización de los maestros como los únicos responsables del fracaso educativo, y la persecución y acoso laboral reglamentado en la Reforma Educativa de Enrique Peña Nieto.
Los impulsores de la Reforma Educativa de EPN no se han ido ni han quitado el dedo del renglón y le apuestan a los errores del actual gobierno para volver al poder. Siguen sosteniendo que los maestros son los (casi) únicos responsables del fracaso educativo que mide la OCDE a través de la prueba PISA y que, además de dar clases, hay que mantenerlos ocupados llenando formatos inútiles para desquitar su sueldo. Los “nuños” no se han ido, siguen saboteando desde la sombra la transformación educativa, ocultos en camisas tintas, en espera del regreso triunfal de sus jefes al poder de la SEP para volver a correr y a perseguir a los maestros que no comparte su visión educativa.
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