María de los Ángeles Valenzuela ha desaparecido. El acontecimiento nos ha impactado hasta lo más profundo de nuestro ser. Y no es para menos. Sin dejar de lamentar la desaparición frecuente de mujeres en los últimos meses, el caso de María de los Ángeles tenemos que valorarlo aparte. Ella tiene desaparecido a Manuel Valenzuela, su padre, y a un primo suyo. A partir del trágico momento de sus familiares, María de los Ángeles se dedica a la dolorosa e incansable búsqueda, oficio humanitario, si así podemos llamarle. Hasta el pasado martes14 del presente lo hizo con la energía y vocación de quien vive para una causa que ahora es la razón de ser de decenas de miles de madres, hermanas, hijas y esposas: la búsqueda de sus seres queridos.
La colonia Salvador Allende y su madre fueron testigos de que un grupo de sujetos armados llegaron hasta su domicilio y la obligaron a subir en un auto blanco, privándola de la libertad hasta estos momentos. Qué lecturas nos merece la desaparición de una persona que lucha contra ese fenómeno, que lleva lastimando la dignidad del país desde al menos 1965 y que ha abierto una herida que toca las fibras más sensibles de más de 120 mil familias en México. Hay antecedentes a este hecho que no son gratos: el día 12 de mayo de 2014 fue asesinada Sandra Luz Hernández cuando buscaba a su hijo Edgar en la ciudad de Culiacán y el 30 de agosto de 2022, en pleno Día Internacional de la Desaparición Forzada, desaparecen y le quitan la vida a Rosario Lilián Rodríguez Barraza, madre que buscó incansablemente a Fernando Abixahy.
La desaparición de María de los Ángeles, en un contexto en el que se han perdido dos vidas de madres activistas y en el que las amenazas contra muchas de ellas son moneda de circulación frecuente debe llamar poderosamente la atención, pues los riesgos que ahora corre la rastreadora mazatleca nos hacen temer por su salud, su integridad y su vida. Entramos a una situación donde todo es incertidumbre, mientras la experiencia y la sensibilidad social nos habla de las certezas que deben prevalecer ante el caso: lo que tenemos que hacer como sociedad y lo que tiene que llevar a cabo la autoridad.
En primer lugar, no debe haber descanso de parte nuestra en dar a conocer la privación ilegal de la libertad y la desaparición de María de los Ángeles, con el fin de que estando presente su caso en todas las personas, el reclamo público tome toda la dimensión que el caso reclama y llegue hasta quienes cometieron ese delito de lesa humanidad y también toque con fuerza a las puertas y a la conciencia de quienes tienen el cargo de procurar justicia y de las autoridades políticas. Esperar con los brazos cruzados nunca ha sido la garantía de nada y en las circunstancias en que sobrevivimos a la situación presente, menos.
Todo esto nos lleva, de nueva cuenta, a pensar en las madres de los diferentes colectivos. Con acompañamiento de la autoridad o sin él, ellas realizan un trabajo que en mucho sustituye al que debe llevar a cabo la autoridad. Y hacerlo conlleva recibir amenazas frecuentes, a las que hay que sumar las pérdidas señaladas anteriormente. ¿Qué medidas debemos brindar a estas heroicas buscadoras? En primer lugar, busquemos que tener ojos pendientes de su quehacer sea un de los asuntos prioritarios de la agenda ciudadana.
Por parte de la autoridad, digamos de manera contundente que, si las condiciones en que se desarrolla la actividad de desaparecer personas se han profundizado, evolucionando en varios detalles, las medidas que se implementan desde hace tiempo no pueden permanecer inalterables, pues ya han demostrado limitaciones. Necesitamos hacer las cosas de manera diferente. Hasta el marco legal en materia de Derechos Humanos y de protección a activistas de derechos humanos y periodistas debe vivir una transformación, pero es en la sensibilidad y actitud hacia la problemática que viste la actividad de las buscadoras, donde urge ver cambios de fondo. Si eso se da, el trabajo y la seguridad de los familiares con desaparecidos lo sentirán muy favorable.
Mientras eso llega la ansiedad se come nuestra paciencia, pues no conocemos dónde se encuentra María de los Ángeles, ni en qué condiciones la mantengan. Nos imaginamos y queremos que esté con vida y que el trato, a pesar de ser una cautiva en manos de quien no tiene respeto ni por la ley ni por una persona como esta buscadora mazatleca, pero no podemos sentarnos en el atrio de Catedral a esperar buenas noticias. El momento es difícil y la preocupación por todo lo que pueda sucederle a María de los Ángeles es lo que domina ahora en el pensamiento de muchas personas, más allá de su círculo familiar.
Ojalá la investigación de la autoridad lleve hasta donde se encuentra la rastreadora que tantos desvelos ha tenido en la búsqueda de su padre y de su primo. Mientras tanto, no dejamos de hacer el llamado a quienes se llevaron a María de los Ángeles y la mantienen en calidad de desaparecida que no dejen de reflexionar sobre el acto que cometieron y sobre el efecto que todo ello tiene para su familia, para los colectivos de familiares con desaparecidos y para la sociedad. Y en el repaso a que nos obliga la desaparición forzada de María de los Ángeles, debemos reconocer algunas cosas sobre el movimiento de búsqueda de personas desaparecidas, porque ya son parte de lo que somos y de la historia de la sociedad mexicana. El trabajo de búsqueda de personas víctimas de la desaparición es una ocupación esencial en nuestro tiempo y quienes lo ejercen con la voluntad y sentimiento conocidos, han perfilado un oficio que impone mucho respeto. María de los Ángeles representa el corazón de ese movimiento y bien merece que nos preocupemos y ocupemos de su suerte en estos precisos instantes. Vale.
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X @Oscar_Loza
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