La educación tradicional de los años 70s en México era enciclopedista y desconectada del contexto, pero tenía una alta dosis del humanismo. La conexión formativa de los maestros con sus alumnos era considerablemente sólida. Los maestros se preocupaban por los problemas de sus alumnos, les orientaban y procuraban educarles con el ejemplo de ahí que muchos alumnos ya como adultos recordaban con cariño a sus maestros de educación básica. Sin embargo, con la modernización educativa, en nombre de la calidad, la eficiencia, la productividad y la competencia comercial, el neoliberalismo destrozó la educación humanista al obligar a los maestros a invertir más tiempo en asistir a eventos y cursos para juntar papeles –diplomas, títulos, reconocimientos, constancias—, que les permitieran acumular muchos puntos, en intrincados y burocráticos procesos evaluativos, con la promesa de pagarles más –eso sólo si había presupuesto— cortando así el vínculo y el compromiso de los maestros con sus alumnos, que les ayudaban a tomar decisiones trascendentes en su vida cotidiana.

Durante las décadas siguientes, los gobiernos neoliberales se concentraron a exhibir los “pobres resultados” de los niños mexicanos en competencias internacionales con niños de primer mundo, culpando de ello a los maestros, lo que les justificaría posteriormente para imponerles crueles mecanismos de estrés y acoso laboral, violando sus más elementales derechos –como la base laboral– si no aceptaban someterse a sus absurdos y complejos sistemas de evaluación.

Agotar su tiempo libre al extremo de la explotación para impedirles siquiera pensar, mucho menos analizar su contexto, o su profesión, era el propósito. Obligar a los maestros a seguir su guión de competencias para el trabajo productivo sin posibilidades de conectar con sus alumnos y mucho menos enseñarlos a razonar sobre su realidad, sus derechos, su cultura y sus necesidades locales era la esencia del neoliberalismo en educación. “Permitirles pensar es peligroso”, porque empiezan a cuestionar su realidad y luego la quieren cambiar. Por ello, mantener a los maestros ocupados (en su tiempo libre) produciendo resultados Inútiles, es la estrategia más útil del neoliberalismo y los grupos de poder económico para impedir que se organicen y generen movimientos de transformación social.

Hay que mantenerlos entretenidos y estresados juntando puntitos con la ilusión de que “si hay presupuesto”, podrían llegar a ganar más.

Recolectar constancias para acumular puntos se convirtió en la prioridad número uno de la educación básica, media superior y superior. La sabiduría, el conocimiento y la creación de vínculos formativos con las nuevas generaciones, perdió todo su valor y éste se instaló en los kilos de constancias que los maestros podían acumular. Los doctores sin título fueron arrasados por los “títulos sin doctores” obnubilados por complejos sistemas meritocráticos que estimulan investigaciones inútiles y publicaciones que nadie lee pero les mantiene entretenidos, disciplinados y obedientes, incapaces de pensar o hacer algo para intervenir en la transformación de la realidad social. Sistemas que les determinan qué investigar y qué no investigar o simplemente que no apoyan investigaciones que no convengan a los intereses de sus grupos de poder.

No en balde el presidente López Obrador ha criticado en más de una ocasión las orientaciones de la ciencia y la investigación dominantes en muchas universidades. No por sus reglas o su metodología, sino por sus propósitos ocultos, es decir, a quién sirven esas investigaciones, desvinculadas de los contextos y de las necesidades sociales.

La influencia del neoliberalismo sigue dominando en el campo educativo en México y aunque en educación básica se abrogó la reforma educativa que permitía legalmente el acoso laboral a los maestros (y a pesar de que se ha ido trabajando en la creación de nuevas reglas de operación y nuevos planes de estudio con un sentido más humanista), en educación superior los esquemas de operativos del neolibrealismo siguen intactos. Si bien se creó un marco general normativo con la nueva Ley General de Educación Superior, los esquemas de operación –y los operadores— del neoliberalismo siguen en poder de los sistemas meritocráticos de “premio y castigo” para el control de los maestros, ocultos a la vista en los gobiernos de la 4T, vistiendo camisas tintas en espera del regreso de sus patrones al poder político del país.

¿Qué va a pasar con los sistemas del neoliberalismo dominante en la educación en México (sobre todo en educación superior) y sus operadores en el segundo piso de la 4T bajo en mando de Claudia Sheinbaum?

MARIO DELGADO NO SABE DE EDUCACION

Mario Delgado no sabe de educación pero es un buen político, con mucha experiencia por lo que, se advierte, su función no será dirigir la educación hacia la transformación social, sino negociar con los grupos magisteriales principalmente el SNTE y la CNTE en educación básica) para mantenerlos quietos. La prioridad en educación, entonces, no será educativa sino política. Y, a menos que haya un golpe de timón con una estrategia emergente de Claudia Sheinbaum, la educación seguirá estando en manos del neoliberalismo y sus operadores incrustados en el sistema educativo nacional.

A diferencia de Emilio Chuayffet, experimentado político, que llegó a la SEP con la consigna de golpear a la cabeza del SNTE y someter al magisterio, en el gobierno de Enrique Peña Nieto, que fue secundado por Aurelio Nuño Mayer para golpear al magisterio y al sindicalismo, por indicaciones de Claudio X González, quien los consideraba “unos pinches delincuentes”, Mario Delgado llega con el interés de conciliar con los grupos de poder en el sector educativo, principalmente el SNTE y la CNTE, que fueron aliados de Morena en las elecciones del 2024 y con los grupos influyentes en la educación privada y superior.

Si el interés en conciliar, los grupos sindicales lograrán, seguramente, mejores salarios prestaciones, en tanto que los particulares y grupos influyentes en educación superior podrían aspirar a mantener y mejorar sus concesiones, sin embargo, es el nivel en que se ha desarrollado Sheibaum y que conoce bien.

Es decir, Mario Delgado puede garantizar una relativa estabilidad política en el sector educativo en el próximo sexenio, sobre todo en educación básica, con sus habilidades y experiencia en la conciliación, pero no para convertir a la educación en instrumento de transformación social, por lo que el neoliberalismo y sus operadores, sobre todo en educación superior y particularmente en la formación de profesores, dirigida por un grupo de médicos cirujanos parteros, seguirá gozando de cabal salud, a menos que, una vez en el poder, Claudia decidiera rectificar su postura y recuperar los mecanismos de operación y control, actualmente en manos del neoliberalismo.

¿Seguirá dominando el neoliberalismo a la educación en el sexenio de Claudia Sheibaum?

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