Pobre México, gobernada por una izquierda radical, parasitaria, antidemocrática y enferma de un poder destructivo…..

Mi optimismo se derrumbó y la incertidumbre me invade. No soy pesimista, pero me cuesta creer lo que le sucede a un México donde las entidades se incendian, el narco-estado prolifera y lo que el gobierno toca lo destruye. Del 2018 a la fecha, el gobierno invalida las axiomas, la objetividad es intrascendente y el conocimiento irrelevante. El ser testigo que al gobierno no le interesa la república, el federalismo, el estado derecho, la democracia, la división de poderes y la economía de mercado, sino destruir, enajenar, doblegar, empobrecer e imponerse, es una verdad imposible de aceptar.

El futuro de México en manos de un gobierno radical, hipócrita, improductivo, subordinado y de ambición ilimitada no es halagüeño, sino desastroso y obscuro. Sin embargo, hay una luz en la obscuridad y ese faro parece ser Donald Trump. Y no es que dé él depende corregir al gobierno en nuestro País, sino que su intolerancia anticomunista, anti dictatorial y anti corrupta no sólo serán radicales para gobiernos como los de Morena, con más razón para los de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Colombia (y otros que forman parte del Foro de São Paulo y del grupo de Puebla), sino que sus efectos le demostrarán a los mexicanos lo que nos falta por hacer hasta tener el gobierno que cumpla su razón de ser; el que se ocupa del desarrollo económico, la democracia, seguridad, libertad, independencia, prosperidad y formación de principios y valores; el que represente a México y lo lleve a navegar a las aguas del Primer Mundo.

El lema de “Make America Great Again” dice todo lo que como presidente Donald Trump hará para su país. Lo cual es lo que cada presidente en México debería hacer, pero por sobre ello lo destruyen; por sobre civilizarlo lo canibalizan; por sobre educarlo lo mediocratizan y; por sobre enriquecerlo lo empobrecen. Regla que administración tras administración se sigue, como si la alternancia fuera solución, sin los mexicanos darnos cuenta que en cada proceso electoral sólo legitimamos a las mafias de inservibles que los partidos nos imponen, y una vez en el gobierno, en nuestro nombre lo endeudan e imponen cargas fiscales que por sobre nuestras prosperidad y justicia, directa e indirectamente nos esclavizan. Y cuando las finanzas públicas no dan para más y los antivalores, el anarquismo y la mendicidad florecen en todas las ciudades, en nuestro nombre destruyen las instituciones y modifican la Constitución, no para sacar a México del cuadrante perdedor donde el sistema político lo ha llevado, sino para tener el absoluto control de los tres poderes. Así, tener los instrumentos y el estado de derecho para reprimir cualquier amenaza que ponga en riesgo su permanencia y seguridad.

En el 2018 AMLO llegó al poder con una oferta política que desde el año 2000 los mexicanos deseábamos. En lo personal, creí en el estadista que mostró como candidato. Pero una vez investido Presidente, se quitó esa botarga democrática y anti corrupta, y en nombre del pueblo se convirtió en el Poncio Pilatos del siglo XXI e hizo valer su perversidad y pavimentó el camino hacia la dictadura a la que México ya le abrió la puerta constitucional.
Como pueblo, estoy a favor de la formación, educación,  independencia y prosperidad de todos los mexicanos; porque la cosecha de nuestro esfuerzo sea la realización espiritual y material.

Desafortunadamente el grueso de los mexicanos desconoce todos los soportes para que esa palabra tenga el sentido político, gubernamental y Constitucional que debe tener. En México, más que al pueblo, la izquierda radical que nos gobierna idolatra al dólar y los lujos del capitalismo y en esas naciones educan a sus hijos, vacacionan y ahorran lo que del País extraen.
La historia no da dos casos políticos de la palabra pueblo, que al analizarlos nos permitirá identificar la connotación política que Morena hace del término.

El caso americano. En plena guerra civil, el presidente Abraham Lincoln en su Discurso de Gettysburg, el 19 de noviembre de 1863, en 272 palabras sintetizó el alto costo que en vidas el estadounidense había pagado por tener un gobierno que garantizará unidad, seguridad, libertad y prosperidad. En ese su discurso que marcó el fin de la esclavitud legalizada, la emancipación de los esclavos afroamericanos (fue solo el comienzo de la lucha por la justicia racial para los negros en Estados Unidos), la personificación del sueño americano (con trabajo duro y determinación cualquier persona puede prosperar) y el nacimiento de la Democracia moderna de Los Estados Unidos de América, remarcó la importancia de un sistema de gobierno donde los ciudadanos podían gobernarse a sí mismos con un sistema de leyes, de una república basada en una constitución con un presidente, un congreso y un poder judicial. Para Lincoln, en ese su discurso enfatizó que el gobierno no debería olvidar todo el sacrificio que la ciudadanía había hecho. Para finales de la Guerra de Segregación o Guerra por la Libertad, en 1885, habían muerto entre seiscientos cincuenta y setecientos cincuenta mil soldados y un número nunca determinado de civiles. Ciudadanos que dieron sus vidas por la república, el federalismo, la unidad y la libertad. De ahí a que Lincoln, en ese su magistral discurso, le dio honor y vida a ese río de sangre derramada y lo terminó diciendo: “Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no desaparecerá de la faz de la Tierra”. El 14 de abril de 1865 John Wilkes Booth, radical de la confederación y a favor de la esclavitud en su desesperado intento por hacerle bien a la confederación de los estados del sur, le dio un disparo en la cabeza y al día siguiente Lincoln murió en una casa de huéspedes: la Petersen House frente al teatro.

El caso francés. La frase de “Todo para el pueblo pero sin el pueblo” tiene sus raíces en el despotismo ilustrado de la Revolución francesa del siglo XVIII, y se enmarcó dentro de las monarquías absolutas caracterizadas por el paternalismo, en oposición a la opinión extendida que veía necesario el protagonismo y la intervención del pueblo en los asuntos políticos. Fue una frase para gobernar de manera autoritaria y que estableció la guillotina como medio de ejecución para quienes se oponían al gobierno. Al final, la lucha del pueblo contra el despotismo monárquico a guillotinó al rey Luis XVI y su esposa Maria Antonieta; eliminó los privilegios del antiguo régimen y lemas como Libertad, Igualdad y Fraternidad se turnaron en banderas políticas de lucha en otras monarquías. En la actualidad, la palabra “Pueblo”, se aplica en “democracias” que no garantizan una verdadera participación ciudadana en la toma de decisiones y que no es interés del gobierno aliviar la necesidad del pueblo ni escucharlo ni educarlo, como tampoco formarlo y capacitarlo, sino enajenarlo y madiocratizarlo.

En México, nuestro gobierno no honra el sacrificio histórico que el pueblo ha hecho desde su Independencia ni lo que significó el Constituyente de 1917. Y ha sido un sinsentido de la política e incongruencia del gobierno el haber reformado 809 veces nuestra Carta Magna hasta el 31 de octubre de 2024 sin que en ningún momento haya existido la iniciativa de reforma para fortalecer la soberanía de los poderes Legislativo y Judicial ni para quitarle al Ejecutivo la gran discrecionalidad y mediocridad que la Constitución le otorga. Sino que el congreso le autorice todo lo que el Ejecutivo le propone, sin análisis y sin evaluar sus implicaciones y efectos en la ciudadanía ni en un Estado-Nación que a pedazos se cae.

CSP, en su justificación de la destrucción del Poder Judicial enfatizó que ese fue por lo que el pueblo voto el pasado 2 de junio, y bajo ese argumento llevó a cabo su destructiva reforma al Poder Judicial. Morena lo logró y hoy tiene el control de los tres poderes y los instrumentos constitucionales para silenciar las voces de quienes considere amenacen sus intereses. Si siete de los consejeros del INE; cuatro magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación; cinco de los senadores y cuatro de los ministros de la SCJN que se supone defienden la democracia y la Constitución se doblegaron e impusieron el absolutismo Constitucional, mucho más fácil será doblegar a los futuros jueces y ministros que insaculo la tómbola para ser elegidos a través del voto, sin necesidad de experiencia, más que garanticen las cartas de recomendación de sus vecinos para ser parte del proceso. En esa lista de antipatriotas se puede incluir a una ex ministra, un ex presidente de la SCJN y a un senador que ostenta un doctorado en derecho, porque ellos, por sobre cualquier mediano ciudadano, saben lo que al País le significa el retroceso constitucional que Morena le hizo el pasado 5 de noviembre. Pero la historia, como lo dijo la Presidente de la SCJN, Norma Lucía Piña Hernández, se encargara de darles el lugar que a pulso se ganaron y sus calificativos serán intergeneracionales.

Pero veamos hacia adelante y centrémonos en identificar la manera de ratificar el rumbo y el destino al que Morena le ha puesto a México. Nos esperan tiempos obscuros y difíciles que se van a recrudecer con la política de deportación masiva y de lucha contra el narcotráfico de los Estados Unidos, y de la amenaza que cierne sobre el T-MEC. Si nuestra estructura económica es altamente dependiente de la importación y hoy la mendicidad crece como invernaderos en todas las ciudades, la única forma de revertir las calamidades que nos esperan es centrarnos en tener al gobierno que cumpla con su razón de ser. Ya no debemos permitir el engaño, la simulación y demagogia con la que actúa el gobierno y los partidos.
¿Cómo?

Sin un congreso soberano y comprometido con la grandeza de México y dispuesto a imponerle límites al Ejecutivo no hay forma de cimentar las bases para rescatar a México de la tiranía. Centrémonos en que en la próxima legislatura sea creciente la presencia de diputados y senadores altamente virtuosos y comprometidos con la Patria, la unidad, la democracia, la libertad, la división de poderes, la formación de virtudes y el desarrollo económico desde las sindicaturas. Puede que a la primera no lo logremos pero si podemos sentar las bases para que los pocos que podamos llevar, sus directrices permitan darle vida a un movimiento que libere al grueso de los ciudadanos de las cadenas de la sobrevivencia. Y una vez la ciudadanía tenga a los congresistas que represente lo mejor de México, le podremos entonces demandar convoque al Constituyente del siglo XXI.

Que se necesita un nuevo partido, no hay duda ni forma para llegar al congreso. Pero no debemos esperar que los actuales lo hagan, sino somos nosotros lo que lo debemos hacer con niveles de organización y principios de abajo hacia arriba, de adentro hacia afuera y con una estructura de descentralización que represente el interés local, municipal, estatal, regional y nacional.

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