La sociedad está herida, confundida y sin dirección
México está en crisis. La economía se desploma, la sociedad sangra y las instituciones se destruyen. Nunca como hasta ahora el gobierno había despreciado el deber ser de su existencia, ni violado la Constitución como lo ha hecho. Los derechos relacionados a educación, salud y seguridad se incumplen, y la división de poderes no existe.
Ello no es deseable para México, y esa no fue la oferta política del 2018. Un Presidente que hoy quiere estar por encima de los demás poderes y que su moral es superior a cualquier ley.
A favor de la administración en turno no sé qué decir y no sé si haya algo bueno por decir. La política social mantiene al pobre en la pobreza y lo hace más dependiente del asistencialismo. Las métricas nacionales e internacionales, además, ponen a México en lugares impensables años atrás y hoy vecino a las peores naciones del mundo. Ante ese retroceso no queda más que mentiras, demagogia, justificación, engaños y simulación.
A esta administración el legislativo le ha autorizado un presupuesto acumulado por 46.2 billones de pesos y que la deuda nacional pasará de 10.8 a 16.4 billones de pesos, cuyo impacto en el desarrollo económico es NULO. Nunca antes una administración había recibido tantos recursos como la vigente y nunca antes ninguna había sido tan irracional e irresponsable como la vigente.
La economía no crece, sino empeora, y las estatales se desploman y desarticulan. En esta administración, tomando como año base 2018, el PIB nacional apenas creció el 0.18%; las estructuras económicas en todas las entidades se debilitaron y los municipios tienen dificultades financieras, de organización e incapacidad para cumplir sus funciones básicas. Lo grave, es que la brecha para que México empiece a capitalizarse se amplió de 4.8 a 5.5 billones de pesos. Y la Ciudad de México, la más contaminado del País, donde la falta de mantenimiento la ha llevado a estragos ambientales e hídricos sin precedente, y hasta cobrado victimas mortales por el constante derrumbamiento del Sistema Colectivo de Transporte, Metro, por si misma acusa una falla de un billón cincuenta y dos mil millones de pesos para que empiece a capitalizarse. Y la necesidad de un mejor gobierno para que empiece a ser una ciudad sustentable.
En este período todas las entidades sufrieron la peor desintegración de su historia y retrocesos inimaginables en la base de sus recursos y en los sectores que son sus fortalezas, junto al imparable crecimiento de sus debilidades.
Hace unos años, podríamos afirmar que el talón de Aquiles de la política económica federal y estatal era la falta de industrialización sobre bases propias, pero no es así ya que a la consecuencia la confundíamos con la causa. El verdadero talón de Aquiles es el gobierno y ahí está el principal obstáculo para el desarrollo económico nacional; la manera en que el Presidente toma las decisiones y las impone sobre los otros poderes; en la ignominia de los legisladores de su bancada, que son omisos, y sin formación ni capacidad para entender el papel que debe tener un congresista.
Para dar idea del irresponsable gobierno que tenemos. El congreso le autorizó al presidente un presupuesto de egresos que durante la administración asciende a 46.2 millones de millones de pesos, cuyo impacto en la economía apenas la hizo crecer en 111 mil 431 millones de pesos. O sea, por cada millón de pesos que el congreso le autorizó gastar al Presidente, el PIB nacional apenas creció en 2,610 pesos. Esa brutal irracionalidad e irresponsabilidad del gobierno para administrar los recursos de una nación, no tiene calificativo, como tampoco el congreso que se lo autoriza y permite.
Además, y por sobre la manera en que el gobierno se califica de justo y humano, todos los indicadores relacionados a los derechos humanos de los ciudadanos empeoraron y México ocupó el tercer lugar mundial en criminalidad, el 116 en corrupción y estado de derecho, y retrocesos sin precedentes en educación, salud y formación de valores.
Y que quede claro. El poder político del gobierno no lo tiene la prensa ni a quienes el gobierno tilda oligarcas, corruptos y conservadores, sino el gobierno, empezando por un Presidente de la República que polariza, desune, destruye, concentra, centraliza y gasta a capricho y sin control ni eficiencia ni racionalidad. Y que, en cambio, se ha obsesionado en destruir el endeble pilar político que defiende la Constitución que, de lograrlo, el ya muy endeble pilar económico se derrumbara.
Pobre México, y no por nuestra vecindad con los Estados Unidos de América, sino por el gobierno que tenemos.
El 2 de junio votar es la solución. Ese día, nuestro voto debe extirpar la putrefacta gangrena que corroe al sistema político mexicano y nos libraremos de un gobierno que nos trata como ese maniquí que mueve a su antojo, insulta, humilla, empobrece, desune y divide.
El 2 de junio será un día de júbilo, equiparable al de la independencia, ya que a través del voto haremos esa cirugía de precisión para extirparle a México ese tumor canceroso que amenazó incubarse en Palacio Nacional. Ese glorioso día, las Puertas del Palacio Nacional se abrirán para todos los mexicanos y nunca más una ideología enfermiza se apropiará de la bandera nacional.
Seamos realistas.
Nosotros los ciudadanos somos los pasajeros y debemos darnos cuenta que estamos dentro de un barco que yace en el fondo del mar, con 32 motores apagados y 2469 engranes desarticulados. Que el problema no somos nosotros, sino a los inexpertos e incapaces capitanes y tripulantes que elegimos. Pero esta vez, sabremos elegir a los del más alto expertise.
La actitud de mil formas nos dice quién es la mejor; a la que en esa carrera puso la sociedad civil; la que abraza a la gente y la hace de su familia; la que antes de ser política, su tiempo y recursos los destinó a sacar de la desnutrición a la niñez más pobre y desprotegida; la que sabe de las dificultades que significa generar empleos estables y bienes y servicios de calidad.
A los Estados Unidos Mexicanos lo debemos fortalecer y a nuestra Constitución perfeccionar. Y nuestro deber cívico-político es llevar a niveles superiores nuestra democracia, el estado de derecho, los organismos autónomos y la división de poderes.
Dos pilares México necesita para que los mexicanos pasemos del cuadrante de la pobreza al de la prosperidad: el político, que depende nuestro voto, y el económico que es su consecuencia.
El 2 de junio es la fecha y dos segundos serán suficientes.
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